Liliana Bayura se retorcía las manos cubiertas con guantes amarillos mientras su marido cortaba las densas plantas verdes de su chacra en las colinas de Misiones, una exuberante provincia argentina situada entre Brasil y Paraguay.
Con cada golpe de machete, el valor de su cosecha de yerba mate se reducía aún más.
Esa mañana obtuvieron 180 pesos argentinos —unos 13 centavos— por cada kilo de las hojas que terminarían transformándose en yerba mate, la popular bebida energizante que la mayoría de los argentinos consumen a diario y que el astro del fútbol Lionel Messi convirtió en un símbolo mundial de la nación.
El precio era 20 pesos más bajo que el día anterior, y mucho menos que los 250 que solían ganar en diciembre de 2023, cuando Javier Milei llegó a la presidencia.
En una ruptura radical con décadas de intervención estatal, el líder libertario eliminó miles de controles de precios y regulaciones que protegían, pero al mismo tiempo obstaculizaban, a las empresas argentinas. A los diez días de asumir el cargo, restringió la capacidad de fijación de precios del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), y posteriormente eliminó el congelamiento de los precios en los supermercados.
La cruzada le ha valido a Milei los elogios de los inversores, ya que la economía argentina se está estabilizando y la inflación se ha enfriado desde un máximo cercano al 300%. También lo ha convertido en un caso atípico internacional: en medio de una guerra comercial global, Milei ha retirado el apoyo a las industrias tradicionales del país.
Los argentinos han visto desplomarse el precio de la yerba mate —que consumen bajo marcas como Playadito, Taragüi y Cruz de Malta. Pero la transición ha sido difícil para sectores que durante mucho tiempo se beneficiaron del proteccionismo argentino.
A dos años del régimen de “terapia de shock” de Milei, Bayura y muchos de los 10.000 productores de yerba mate que viven de los suelos rojizos de Misiones y Corrientes apenas logran sobrevivir.
“Nos tiraron todo por el piso”, dice Bayura, de 43 años, mientras su hija de 11 juega con una camada de cachorros a sus pies. “Antes, mal que mal se podía arreglar la camioneta, cambiarle las gomas, todo. Ahora, con éste, es ir a la gomería y ver si hay una usada para poder seguir”.
“Nosotros no tenemos otro sustento”, añade. “Si dejamos, no tenemos de qué comer”.
Pese al dolor que han provocado sus medidas, muchos en la provincia que respaldó a Milei en 2023 siguen apoyando al presidente. La duda es si lo harán también en las cruciales elecciones legislativas de octubre.
El mate conoce al libre mercado
Como muchos en Los Helechos, un pueblo de 3.000 habitantes en el corazón de Misiones, el marido de Bayura no es el primer productor de yerba mate de su familia. Sus padres la cultivaban en la misma chacra montañosa que rodea su casa.
Los agricultores de la zona tuvieron tanto poder en el pasado que forzaron la creación del INYM en 2002, tras meses de protestas en las que bloqueaban carreteras con tractores.
“La reglamentación de esa ley se hizo acá en Misiones”, recuerda Hugo Sand, de 67 años, un agricultor que ayudó a organizar las manifestaciones. “Siempre se hacen en Buenos Aires las reglamentaciones de las leyes nacionales”, explicó, pero “tanto era el poder que teníamos nosotros, que le decíamos al gobierno que nosotros no íbamos más, que tenían que venir acá”.
Desde su creación, el INYM convocaba dos veces al año a trabajadores agrícolas, funcionarios del gobierno y representantes del sector para fijar los precios mínimos de la yerba fresca y seca.
Milei ha sostenido durante mucho tiempo que esas políticas generan distorsiones que, con el tiempo, terminan desestabilizando la economía.
Al asumir el cargo, eliminó esas facultades como parte de una amplia reforma del Estado. El autodenominado anarcocapitalista modificó o derogó más de 670 regulaciones durante su primer año de gobierno, según el Instituto Cato, incluidas normas que beneficiaban a la aerolínea estatal y el servicio postal.
Aun con controles, los precios seguían expuestos a fuerzas del mercado a través de acuerdos informales.
En épocas de exceso de oferta, los secadores pagaban el precio oficial con cheque y recibían efectivo adicional de los agricultores, según varios yerbateros. Cuando el precio fijado por el INYM era demasiado bajo, los secadores cubrían la diferencia, señaló Enrique Urrutia, histórico productor de té y yerba mate de la ciudad de Oberá.
Milei dejó la fijación de precios totalmente en manos del mercado y los resultados fueron drásticos.
Al inicio de la primera cosecha tras la desregulación, en marzo de 2024, el precio llegó a casi 400 pesos por kilo, por encima del mínimo anterior. En julio cayó a unos 260 pesos, según estimaciones de Cristian Klingbeil, un exproductor de Oberá que encuesta a los productores. Los precios varían según la región y el secadero, pero en ese mismo período la inflación acumulada fue cercana al 100%.
Parte del desplome se debió a un aumento de la producción que coincidió con los cambios implementados por Milei.
Los agricultores cosecharon 1,1 millones de toneladas de yerba en 2024, el mayor volumen registrado y un alza de 27% frente a 2023, según datos del INYM. Sin embargo, a diferencia de la soja o la carne, cuyo destino principal son las exportaciones, la yerba se consume mayormente en el mercado interno.
La cosecha de este año se redujo 20% frente al mismo período de 2024, ya que algunos productores recortaron la producción con la esperanza de precios más altos. Pero las presiones obligaron a algunos a dejar la industria.
“Cuando iba a la chacra de mi abuelo de chico, esa era mi diversión: cosechar la yerba, andar en el tractor”, cuenta Klingbeil.
No hace mucho dejó la agricultura para trabajar en el taller mecánico de su padre. “No daban los números”, agrega.
“A la suerte de Dios”
Los productores ya pasaron por algo similar. En 1991, el presidente Carlos Menem abolió el organismo regulador de precios de la yerba. A lo largo de la siguiente década, un excedente provocó una caída abrupta que desembocó en las protestas que llevaron a la creación del INYM.
La primera prueba del enfoque de Milei hacia la yerba mate y la economía en general llegará en octubre, cuando Argentina celebre elecciones legislativas que podrían redefinir la Cámara de Diputados y el Senado.
Federico Sturzenegger, el zar de la desregulación del presidente, asegura que los cambios han dado frutos.
“¿Sabes cuánto cayó el precio de la yerba en términos reales? 40%”, dijo Sturzenegger en un podcast. “En Misiones, hay algunos productores que en algún sentido sintieron eso. Pero, del otro lado, hay 47 millones de argentinos”.
Las masivas protestas con tractores aún no se han materializado, al menos no con la magnitud de décadas pasadas. Y aunque algunos vecinos han empezado a mostrar cautela frente a Milei, siguen más enojados con los gobiernos anteriores, a los que responsabilizan de la crisis económica.
“Estábamos cansados”, dijo Viviana Mielnikow, de 51 años, cuyo padre cultiva yerba y quien votó por Milei en 2023. “A veces me enojo y digo: ¿Para qué le voté? Pero bueno, todavía tengo la esperanza porque no pueden en tan poco tiempo solucionar todo”.
Ygor Sobol, agricultor de tercera generación, intenta adaptarse al nuevo escenario.
Este año vendió su tractor y sus herramientas de cosecha para concentrarse en la marca de yerba mate que lanzó poco antes del triunfo de Milei. La llamó León, en honor a un tío campesino y dirigente que desapareció durante la dictadura militar argentina.
Es también el apodo del presidente, y Sobol aprovecha esa coincidencia para orientar su producto a los seguidores de Milei, aunque él no se cuente entre ellos.
“Necesitábamos vender y vimos una oportunidad”, contó desde una reposera en su garaje, junto a un pallet cargado de paquetes listos para salir al mercado.
“Nuestra problemática hoy, más que nada, no surge por la desregulación misma, sino por la forma en que se efectuó”, añadió Sobol. “Yo creo que el presidente se toma sus tiempos y usa protocolos para desarrollar nuevas estructuras económicas y políticas. Y a nosotros nos soltó la mano y nos dejó a la suerte de Dios”.