La narrativa sobre Israel cambia: menos hostilidad árabe, más críticas en Occidente (Reuters)

La guerra árabe contra Israel comenzó mucho antes de que Israel declarara su independencia el 14 de mayo de 1948. El sionismo tomó fuerza en Europa a finales del siglo XIX, cuando los pogromos y otras formas de antisemitismo obligaron a un grupo de líderes judíos a buscar alternativas a la vida en Europa. Al mismo tiempo, el nacionalismo surgía como una fuerza política en Europa.

En respuesta, los líderes políticos y religiosos árabes comenzaron a difundir ideas que rechazaban por completo el regreso de los judíos a Tierra Santa. Esto tuvo varias dimensiones.

En primer lugar, calificaron al movimiento sionista como la última manifestación del imperialismo. Presentaron el llamado sionista al retorno a Tierra Santa como una nueva forma del expansionismo europeo en Asia y África. Señalaron que el sionismo era judío, se refirieron a los judíos como “depredadores” y muchos consideraron a los judíos inferiores a los musulmanes.

Durante años, estas ideas tuvieron un poder significativo en el mundo árabe en parte porque la región se sentía asediada por los expansionistas europeos —en particular Gran Bretaña, Francia y Alemania— que buscaban un amplio control en Asia y África.

Esto ocurrió a pesar de que caracterizar al sionismo como una forma de imperialismo era incorrecto en múltiples niveles.

En primer lugar, referirse simplemente al sionismo como imperialismo requería ignorar por completo la historia del pueblo judío y su conexión inherente con la tierra de Israel. No se puede empezar a apreciar la historia judía sin reconocer que, en cada momento importante, Israel fue fundamental para esa narrativa.

Esto fue cierto en su formación como nación. Fue así en su apoteosis. Y, aun después de la expulsión forzosa de los judios de Tierra Santa, el retorno a Israel dominó las aspiraciones judías durante milenios. Estos hechos sobre los judíos fueron deliberadamente ignorados o simplemente desestimados.

En segundo lugar, y en relación con lo anterior, los sionistas fueron atacados por ser europeos. En realidad, los judíos rara vez eran tratados como iguales en Europa, y si hablaban de sionismo, era más para escapar de Europa que para representarla.

En tercer lugar, los sionistas eran considerados ajenos a la región porque no eran musulmanes. Aquí también es relevante la historia de los judíos. No solo el judaísmo tuvo sus años de formación en el Medio Oriente, mucho antes de la fundación del islam, sino que los sionistas soñaban con regresar a su pequeña patria, en medio de un mar de países musulmanes.

Todo ello ponía de manifiesto la debilidad de la afirmación árabe de que la justicia dictaba que no hubiese lugar para un Estado judío en la región.

Hoy, tantos años después, se está produciendo un giro inesperado. Aunque el rechazo sigue siendo una potente fuerza en la región, especialmente –aunque no de manera exclusiva– entre los islamistas, la tendencia se está moviendo en gran medida en la dirección opuesta. Cada vez se oyen menos estas generalizaciones hostiles, sobre la supuesta ilegitimidad del Estado judío, y más sobre los problemas y retos regionales específicos.

Al mismo tiempo, observamos una tendencia contraria entre las democracias occidentales. Los cuestionamientos de la existencia de Israel surgieron inmediatamente después de la masacre del 7 de octubre. Frases como “Desde el río hasta el mar” y “Globalizar la Intifada” parecían justificar la masacre y daban credibilidad a la esperanza en la desaparición del Estado judío.

Todo esto fue producto, en demasiados lugares, de un antiliberalismo disfrazado de justicia social.

El desarrollo histórico de la tradición liberal benefició a Estados Unidos, a los judíos estadounidenses y a la relación entre Estados Unidos e Israel.

Su debilitamiento, especialmente en los campus universitarios, generó una tendencia imprevista: asistimos al declive del tradicional rechazo árabe a Israel, que durante décadas encabezó la lucha contra el Estado judío, y al auge de una nueva oposición, surgida en Estados Unidos y Europa, especialmente en círculos progresistas, que niega la legitimidad misma de Israel.

Para quienes se preocupan por el futuro de Estados Unidos, de la comunidad judía y de la relación entre Estados Unidos e Israel, este debería ser el reto principal de cara al futuro.

Kenneth Jacobson es subdirector nacional de la Liga Antidifamación (ADL).