
En la Basílica de Luján, durante el cierre de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, el obispo Daniel Fernández, vicepresidente del Episcopado, ofreció una homilía de fuerte contenido social y político. El prelado convocó a los obispos y a toda la dirigencia nacional a ser “una luz de esperanza entre tantos desafíos que vivimos como argentinos”.
Su mensaje se efectuó en un escenario de transición para el país, tras años de crisis económica y con un nuevo gobierno encabezado por Javier Milei, que propone un cambio de rumbo político y social. Aunque evitó señalar situaciones concretas o mencionar nombres, el arzobispo manifestó inquietud por la situación de los sectores más vulnerables y la creciente fractura social en Argentina.

En la homilía de la misa que dio por concluida las deliberaciones de la Asamblea Plenaria del Episcopado, Fernández expuso: “Cómo anunciar y sostener esa esperanza puesta a prueba en tantos hermanos nuestros —se preguntó—, en los que sufren en su cuerpo y en su alma, en los que no tienen trabajo y no pueden ofrecer el pan de cada día a sus hijos, en los jóvenes desorientados y abandonados a su suerte, en los ancianos que experimentan no poder satisfacer sus mínimas necesidades para su vida diaria y el cuidado de su salud”.
Este pasaje, ampliamente comentado por los presentes, se interpretó como un llamado a no ignorar el sufrimiento social. Fernández continuó: “Podríamos seguir describiendo largamente una realidad que contemplamos con nuestros ojos cada día”, logrando así una conexión directa con la vida diaria de millones de argentinos.

Escuchar el clamor de los más vulnerables
El obispo citó al Papa León XIII —a quien en la homilía se refirió como “el Santo Padre León”— para insistir en la demanda de cercanía y compromiso por parte de la Iglesia: “Escuchando el grito del pobre, estamos llamados a identificarnos con el corazón de Dios”, señaló. Enfatizó la importancia de una Iglesia activa y presente, sobre todo en tiempos de tensiones sociales.
Fernández subrayó: “El obispo —recordó citando al Papa— es hombre de esperanza, porque la fe es la garantía de los bienes que se esperan. Especialmente cuando el camino del pueblo se hace más difícil, el pastor ayuda a no desesperar; no con las palabras, sino con la cercanía. Cuando las familias llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten abandonados, el obispo está cerca”.
La homilía, leída en el actual escenario nacional, constituyó una exhortación a toda la dirigencia. Las palabras del obispo interpelaron a quienes ejercen responsabilidad pública, al argumentar que la fe cristiana implica una atención directa a los rostros concretos del sufrimiento.
Ser pastores y dirigentes con entrega cotidiana
“El sentido definitivo del pastor —afirmó— es la manera como da su vida. En esto se reconocerá si ha pasado por la Puerta: si es o no pastor como Jesús. Es el ‘gota a gota’ del día a día, la dedicación exclusiva, el martirio. La da con alegría, con entusiasmo, con calidad. La da y nunca la mezquina.”
En el marco de su significado religioso, la frase apunta también a una ética del compromiso público y del servicio, en contraste con la indiferencia o la especulación política. Remite a una actitud de entrega sostenida que debe regir tanto el accionar religioso como el estatal.

Hacia el cierre, el obispo elevó una oración a la Virgen de Luján, “Madre y Medianera de la Gracia”, solicitando su guía para los obispos y el pueblo argentino “al Corazón de Jesús”. En su petición, Fernández resaltó: “Ruega por nosotros, para que sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad al Evangelio… que siempre atentos a las necesidades de todos los hombres y compartiendo con ellos sus penas y sus angustias, sus alegrías y esperanzas, les mostremos el camino del Evangelio y avancemos con ellos en el camino de la salvación”.
La Iglesia argentina finalizó así su asamblea con un gesto de compromiso moral y espiritual, uniendo la tradición de Luján con la situación actual: acompañar, consolar y orientar a un país en transformación sin descuidar a “los jóvenes desorientados, los ancianos desamparados y los pobres que claman por justicia”.