
Según la PwC Global CEO Survey 2025, más del 70% de los CEOs argentinos esperan que la economía local mejore este año, lo que ubica al país entre los más optimistas del G20.
Un clima de expectativa, velocidad, oportunidad.
Un país que, como se describe en muchos medios, entra en una fase de aceleración.
Pero hay un punto que debemos poner sobre la mesa: la aceleración de la economía no garantiza la aceleración de las empresas, y mucho menos, la aceleración del liderazgo.
Porque la aceleración que importa es la de hecho, la que transforma ingresos, procesos, cultura y decisiones. Y allí aparece algo que preocupa más que la inflación o el tipo de cambio: la brecha entre intención y ejecución.
La distancia entre lo que el CEO quiere acelerar y lo que la empresa realmente puede acelerar.
Ese desfasaje es la grieta silenciosa del management sobre la cual habrá que trabajar en 2026.
La misma encuesta de PwC revela algo inquietante: el 63% de los CEOs dice haber tomado acciones significativas para reinventar su negocio, pero solo el 7% de los ingresos de los últimos cinco años proviene de negocios realmente nuevos.
En términos concretos: la narrativa de cambio es alta; el cambio real es mínimo. Y esta brecha describe lo que vemos en las empresas cotidianamente: la aceleración existe en la expectativa, pero no siempre en la estructura, la cultura ni las capacidades.
A eso lo llamo desfasaje: la empresa va a un ritmo, el CEO a otro, el contexto a uno distinto. El nuevo dilema estratégico del CEO es asumir la aceleración sincrónica o bien acelerar a destiempo.
Acelerar no es moverse más rápido. Es tener la astucia para generar las condiciones para acelerar, y ser quien avanza para que el resto se mueva.
La aceleración sincrónica significa mover la empresa mientras la empresa se prepara para moverse.
Acelerar es moverse en ritmo, con timing, con orden, con capacidad de sostener el movimiento. El timing no se espera, se crea.
Hoy vemos empresas que quieren avanzar, pero: sus procesos trabajan en cámara lenta, sus equipos operan con lógicas defensivas, sus culturas siguen atrapadas en el trauma de los últimos años, sus capacidades no están alineadas con la complejidad tecnológica. La aceleración sin sincronía no es crecimiento: es ruptura. Esto ocurre diariamente.
3 ejemplos, 3 sectores, 1 mismo patrón
Industria manufacturera – “Buena estrategia, mal timing”
Una empresa decide exportar ante señales macro favorables. Todo listo. Todo alineado.Pero tardan 45 días en aprobar un cambio de proveedor que bajaría 12% sus costos.El mercado opera en semanas. La empresa en meses. La aceleración existe, pero solo en la agenda del CEO, no en la operación real.
Salud – “Tecnología lista. Capacidades que no acompañan.”
Un centro médico invierte en equipamiento de diagnóstico asistido por IA.Gran decisión. Gran timing. Gran inversión.Pero el equipo médico y operativo aún no tiene la curva de aprendizaje para usar esa tecnología al ritmo que exige la práctica clínica: los médicos tardan en interpretar los reportes, los técnicos necesitan más entrenamiento, los administrativos no integran los datos al flujo operativo.La tecnología corre a velocidad 10, la organización a velocidad 4. El problema no es la IA, es la brecha de capacidades.
Servicios profesionales – “El mercado acelera; la cultura, no”
Una consultora detecta que los clientes piden soluciones rápidas en IA aplicada.El CEO dice: Es ahora. El mercado lo confirma. Pero internamente suena otra música:“Terminemos lo pendiente.” “Esto llevará varios meses.” “No estamos listos.”La cultura opera con mentalidad de un ciclo que está cerrado. La oportunidad opera con lógica del ciclo nuevo. Aquí hay un desfasaje vertical: estrategia acelerada, ejecución en otra frecuencia.
Insistir en que la aceleración real depende de tres inteligencias se vuelve ineludible.
La capacidad de una empresa para acelerar de hecho depende de un triángulo que hoy separa a los que van a ganar de los que van a mirar desde atrás:
- Inteligencia Artificial (IA). Para anticipar, para reducir incertidumbre, para ver lo que la intuición no alcanza.
- Inteligencia Emocional. Porque sin disponibilidad emocional, los cambios se frenan. La ejecución necesita energía, no desgaste.
- Inteligencia Organizacional. La más subestimada. Es la que define si una decisión llega viva a la acción. El motor de la sincronía.
Cuando estas tres inteligencias trabajan juntas, aparece el timing empresarial: la capacidad de moverse cuando corresponde, en la secuencia correcta, con el músculo interno adecuado.
Para orientar la aceleración sincrónica, aquí dejo algunas preguntas que cualquier CEO debería plantearse hoy. Cortas, incómodas, decisivas:
- ¿Tu empresa puede ejecutar a la velocidad que vos definís?
- ¿Tus equipos tienen las capacidades que exige el nuevo contexto 2026-2028?
- ¿Tus procesos responden a la pospandemia 2022/24 o están orientados a la aceleración sincrónica?
- ¿La cultura acompaña con timing y habilidades nuevas o quedó estancada en el contexto VICA?
- ¿Tus decisiones se ven implementadas en períodos cortos o sucumben en la burocracia?
- ¿Estás acelerando con tu empresa o vos estás acelerando desfasado?
Argentina puede entrar en fase de aceleración. La macro puede mejorar. El mercado puede abrir ventanas. Pero la aceleración no es un fenómeno externo. Es una capacidad interna.
La verdadera pregunta no es si tu empresa quiere acelerar. Ni si vos querés acelerar.La pregunta es: ¿Tenés la sincronía interna para hacerlo o estás liderando una empresa que va a otro ritmo que vos? Porque en un país que cambia de fase, acelerar sin timing ni sincronía es la forma más rápida de quedar afuera.