El 10 de agosto de 1998 Jamil Mahuad asumió la presidencia de Ecuador en medio de una grave crisis económica que se acentuó meses después por “el peor fenómeno del Niño en 500 años”. En medio de ese clima de incertidumbre, y ante la falta de respaldo internacional, tomó una decisión que prácticamente no tenía precedentes en el mundo: dolarizar la economía. Esa decisión no sólo cambió la economía de su país, sino que se convirtió “en un caso de estudio” en las universidades internacionales más prestigiosas.
Durante su visita a Buenos Aires, en la que mantuvo una cargada agenda entre participaciones en foros y encuentros con economistas, el ex mandatario, quien hoy se desempeña como académico en la Universidad de Harvard, recibió a Infobae en un céntrico hotel de la capital porteña.
Con un tono calmo y reflexivo, brindó una extensa entrevista en la que hizo un repaso de los turbulentos años que le tocó gobernar el Ecuador hasta que tuvo que dejar la presidencia por un golpe de Estado en enero de 2000. Años en los que, además de aplicar medidas económicas inéditas, negoció la paz con el Perú de Alberto Fujimori.
Mahuad no puede regresar a su país por la persecución que sufrió durante el primer gobierno de Rafael Correa. Al respecto, se refirió a su vida en el exilio y responsabilizó al ex jefe de Estado izquierdista por el aumento de la violencia y la creciente penetración del narcotráfico en el país.
Si bien destacó los esfuerzos del actual presidente Daniel Noboa por combatir al crimen organizado, sostuvo que el del narcotráfico “es el principal desafío” del país, y advirtió: “Es una lucha que va a tomar tiempo”.
-Presidente, muchas gracias por recibir a Infobae. Me gustaría empezar hablando sobre el principal hecho que marcó su presidencia, que fue la dolarización del Ecuador. ¿Cuál era el contexto del país que llevó a tomar una decisión que no tenía muchos precedentes en el mundo?
-A mí me gusta mucho la reflexión de José Ortega y Gasset, cuando él dice “yo soy yo y mis circunstancias”. De ahí que su pregunta sobre el contexto es absolutamente adecuada. El 81% de las exportaciones ecuatorianas venían de cuatro productos: camarón, banano, pesca y petróleo. Y tuvimos el peor fenómeno del Niño en 500 años, que nos destruyó las primeras tres. Quedamos pendientes del precio del petróleo y de los préstamos internacionales. El petróleo bajó a 7 dólares por barril; más bajo que el costo de producción. ¿Por qué no dejamos de exportar si perdíamos dinero? Porque si deja de bombear, pierde los pozos. Entonces es una tragedia. Un país que no exporta y que tiene más demandas de dólares porque está inundado, sufre un incremento en el precio de la divisa enorme. Entonces hay una macro devaluación que se traduce a precios y genera brotes de hiperinflación. Sobre eso actuamos con las típicas medidas que están en los libros que se enseñan en las universidades, que recomienda el Fondo Monetario Internacional. En una situación tan dramática como esa, ninguna de esas medidas funcionó. Luego intentamos préstamos, pero los mercados estaban cerrados por la crisis asiática para todos los países y no logramos concretar un programa con el Fondo Monetario. Entonces, estábamos realmente en una situación casi trágica, dramática sin duda, pero casi trágica. En esas condiciones, nos dejaron solos, no hubo ningún gesto de la Comunidad Financiera Internacional para ayudar, y dije: “Yo tengo que hacer algo por mi país, no podemos seguir así; y tengo que pensar fuera de la caja típica”. La dolarización no fue oferta de campaña. Yo quería un buen programa de ajuste de la economía. Pero ante esas circunstancias y habiendo agotado todos los recursos conocidos, y viendo que ninguno operaba, me decidí a estudiar el sistema de la dolarización.
-Usted dice que no fue un eslogan de campaña, ¿cómo recibió la gente esta medida?
-Yo estuve seis años de alcalde de Quito, antes fui ministro de estado, y había sido dos veces legislador. Entonces tenía una visión del país desde varios ángulos diferentes. Las buenas políticas públicas que había logrado implementar, sobre todo en la alcaldía de Quito, y luego, por ejemplo, la firma de la paz con el Perú, me demostró que una buena política pública necesita tres requisitos, yo le llamo una mesa de tres patas. Un requisito técnico. En el caso de la paz tenían que intervenir las cancillerías y los Ministerios de Defensa. En el caso de la dolarización, Ministerio de Finanzas, superintendente de bancos, Banco Central… Pero hay una pata técnica, hay que hacer los deberes, hay que analizar las cifras, hay que hacerlo con mucha frialdad para convencerse de que si se implementa vaya a salir bien técnicamente, porque sino el remedio puede ser peor que la enfermedad. Pero no basta con que técnicamente sea correcto. ¿Qué pasa con la segunda parte? La aceptación social. Cuando usted implementa una medida a la población, se siente cómoda con eso, puede vivir con eso o va a actuar en contra de lo que usted hace. Y como había muchos inmigrantes del Ecuador que enviaban remesas, ya la gente se había acostumbrado a manejar dólares en el país. El 70% de la economía estaba en la práctica dolarizada. Entonces la pregunta era, ¿qué resulta más lógico? ¿Tratar de dolarizar el 30 que falta o tratar de resucretizar al 70 que ya se fue al dólar? Y obviamente lo primero era dolarizar el 30. Entonces ya tenemos dos patas, la técnica y la social, pero faltaba la tercera, la viabilidad política. Un país está con leyes diseñadas para funcionar en pesos o en sucres. Había que cambiar como 16 leyes para poder funcionar en dólares. Hasta conseguir que algún otro grupo político apoye corrían los días y los meses. En el momento en que otro partido político dijo “yo apoyo el proceso”, yo anuncié la dolarización. Y como ya estaba estudiada y la gente la quería, cayó muy bien, inmediatamente bajaron las tasas de interés, no hubo ninguna corrida bancaria, la gente aceptó el tipo de cambio y de ahí la historia cambió porque se puso una base para que pudiera desde ahí despegar la economía hacia el futuro.
-Pasaron 25 años ya desde aquel momento. ¿Qué análisis hace de estas dos décadas y media? ¿A juzgar por la situación actual del Ecuador, considera que fue la mejor receta para el país?
-Fíjese que yo dolarizo en contra de la opinión del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, un alto funcionario, un economista de primera línea, como era Stanley Fischer, que estuvo en contra de la dolarización, y del número uno del fondo, después dijo: “Tengo que reconocer que fue la medicina correcta, para el paciente correcto, en el momento correcto”. Por eso yo creo que fue una salida muy buena para mi país. Y por eso mismo yo no predico dolarización. Yo sugiero que usen el método de chequear las tres patas, que tenga viabilidad política, apoyo social y que sea técnicamente correcto. Cada país debe hacer eso con lo suyo y llegar a su propia conclusión. Fíjese los resultados 25 años más tarde. Primero, más del 90% de apoyo de la población. ¿Por qué el dólar no se ha caído en un país tan inestable como el mío? Hemos tenido todo tipo de gobiernos, de diversas ideologías, diversos orígenes y nadie ha cambiado el dólar.
-Y con un sector muy crítico como el de Rafael Correa, que en reiteradas oportunidades ha amenazado con terminar con la dolarización…
-Exacto. Le echaba la culpa al dólar de todo. Y un hombre que hizo y deshizo con el país. Se proclamó jefe del poder ejecutivo, legislativo, judicial, electoral. Era una versión de Luis XIV, “el estado soy yo”. Eso era Rafael Correa. Cambió constituciones, hizo lo que le dio la gana. Pero nunca tocó al dólar al cual maltrataba todos los días. ¿Por qué? Para él el petróleo llegó a 140 dólares por barril, yo lo tuve a 7 dólares. Él recibía 20 veces más por cada barril de petróleo que vendía. Es fácil ser presidente cuando uno tiene dinero. Lo difícil es administrar la escasez. Pero a pesar de eso, el dólar era más popular que él. Entonces nunca se atrevió a tocarlo por esa razón. ¿Por qué la gente defiende al dólar? ¿Por qué es popular? Porque le ayudó al sector social más necesitado. Ustedes lo han vivido mucho en Argentina. Con una inflación muy alta, los salarios cada día pierden poder adquisitivo. Entonces, la gente más necesitada no puede comprar cosas de contado, no tiene dinero. En el momento en que elimina la devaluación y corta la inflación, se convierten en sujetos de crédito y empiezan comprando licuadoras, electrodomésticos. Después pasan a automóviles, ahora hay casas, programas a la que la gente tiene acceso. Porque se le dio una base económica que no se mueve por ahí. ¿Qué pasa con las empresas? Pueden planificar a mediano y largo plazo. Con una situación de tremenda inestabilidad, ¿quién es el personaje más importante en una empresa? El tesorero. ¿Dónde pongo el dinero hoy? ¿Qué tasa me pagan? ¿Qué hago mañana? Es casi como un casino. En cambio, si ya no hay devaluación, y si tiene tasas de interés internacionales, y si además, como ha ocurrido con el Ecuador, tiene más de 20 años con tasas de inflación de un dígito… El año pasado la inflación del Ecuador fue más baja que la de los Estados Unidos; eso es imposible de soñar en un país como Ecuador o como los nuestros en general. Entonces, con esas bases estables, usted puede programar. Y tiene que competir no devaluando la moneda, que afecta a los salarios de los trabajadores. Segundo, empezamos a exportar flores de manera considerable. ¿Y cómo calcula la productividad? Por hectárea. Como tenían que ser más productivos, porque no se podía devaluar, empezaron a calcularla por metro cuadrado y hoy los más avanzados la calculan por planta. Entonces es una camisa de fuerza, sin duda. ¿Quién prefiere una camisa de fuerza a la libertad? Nadie, la libertad es más importante. Pero la libertad hay que ganársela y en el Ecuador la irresponsabilidad política llevaba a financiar déficit imprimiendo dinero. Entonces fue ponerle esa camisa de fuerza al sector político a propósito; perderle esa libertad a propósito hasta que en algún día, si se da el caso, demuestren que pueden administrarla.
-Mientras Ecuador transita esa estabilidad económica, desde hace años viene sufriendo una pronunciada inestabilidad política. Usted, de hecho, deja el cargo como consecuencia de un golpe de Estado. ¿Cómo vivió ese momento, y cómo es su vida en el exilio tras la persecución política en su contra?
-La gente primero se molesta y luego se angustia, se desespera. Entonces se producen reacciones sociales. Uno cuando es responsable entiende eso. Yo entendía que la gente estuviera en esa circunstancia. Me dolía mucho, pero así era. Lo más doloroso, sin embargo, es que yo podía entender lo que pasaba, pero las personas angustiadas no entendían por qué el gobierno hacía ciertas cosas. Y siempre hay por ahí algún coronel golpista, sin ninguna preparación, sin ninguna experiencia que cree que fue enviado por Dios para salvar al mundo; y comandados por este coronel golpista, se metieron al Congreso un día y dijeron: “Somos el nuevo gobierno del Ecuador”. Esa junta militar con civiles duró unas pocas horas. El coronel fue preso, y en una cosa parecida a la de Chávez luego fue elegido presidente de la República. Y sin embargo, ya de presidente, él mismo no pudo sostenerse en el poder y fue derrocado. Con una gran diferencia: él no tuvo ninguna crisis económica, fue por pura ineptitud. A mí me invitó la Universidad de Harvard a venir a enseñar y a investigar, y yo acepté. Me había graduado ahí. Muchos profesores fueron mis asesores en el gobierno. Mi caso se convirtió en un caso de estudio de cuando las cosas salen bien y cuando salen mal. Y vine por un semestre, pero me tuve que quedar allá porque empezó la persecución política. Y del árbol caído todo el mundo quiere hacer leña. Entonces, han sido ya 25 años que estoy en esa situación. Si no puedo estar en mi país, que siempre es la prioridad para cualquier ser humano, estoy muy contento de donde estoy ahora porque yo digo que, para quien le gusta lo académico, la Universidad de Harvard es como Disneylandia para adultos y me han acogido con mucho cariño y me han convertido en uno de los suyos. Por eso estoy produciendo lo más que pueda en ese campo.
-¿Qué fue el correísmo para el Ecuador?
-Primero fue parte de una ola. Entre 1997 y 2002, hubo diez gobiernos en América Latina que no lograron terminar sus periodos. Cubas en Paraguay; Bucaram, Gutiérrez y yo en Ecuador; Fujimori en Perú; Sánchez de Lozada y Mesa en Bolivia; de la Rúa en Argentina; Aristide en Haití; el propio Chávez fue prácticamente derrocado y volvió al poder. Comparados con el número de países de la región, si usted fuera médico diría, “algo hay en el agua, esto es una epidemia”. Y lo que había era una crisis económica terrible que ha afectado a todas partes: desde la Patagonia hasta el Caribe. Presidentes nuevos, viejos, de partidos tradicionales, outsiders, presidentes que habían hecho reformas que no habían hecho ninguna, que estaban en la mitad de la reforma, todos afectados. Lo único que había en común era una crisis económica, excepto en el caso de Gutiérrez en Ecuador, que sin crisis se cayó por pura ineptitud. Después de eso, del 2002 al 2007 solamente dos presidentes no logran terminar: Lugo en Paraguay y Zelaya en Honduras. ¿Qué pasa? ¿Cambió el mundo? ¿Son ellos mucho mejores que los anteriores? No, apareció un gigante mundial llamado China que empezó a comprar todos los productos de cada uno de los países con muy buenos precios, mejoró la economía y entonces la estabilidad vino casi inmediatamente. Esos gobiernos que, además se autocalificaron de socialistas del siglo XXI y ya sabemos todo lo que hicieron, no solo en ineficacia sino en niveles extraordinarios de corrupción que no se habían visto antes, ganan porque hay un caldo de cultivo de gente que no está contenta y quiere algo nuevo. Ganan porque tienen plata y se mantienen porque tienen plata, porque populistas ha habido siempre, pero ¿por qué estos populistas eran reelegidos? Porque había dinero. Lo peor que le puede pasar a un país es tener un populista con dinero gobernando. Y tercero, eran muy buenos comunicadores, tenían ese mérito, se conectaban con la población. Entonces, parte de eso es Correa. Y además logran explotar este sentido de esperanza del pueblo, que a ratos se vincula con el famoso realismo mágico de la novela latinoamericana. Prometer cosas que son lógicamente imposibles, pero que en la esperanza de un futuro mejor la gente las cree y las vota, y después lamentablemente se arrepiente.
-Las últimas elecciones el correísmo las ha perdido. ¿Considera que viene perdiendo cada vez más fuerza como corriente política?
-A mí la vida me ha enseñado que jamás hay que descartar a un populista. Porque hay un caldo de cultivo, póngale 25 o 30% de la población que espera un populista, que cree que solo el populismo lo saca adelante. En el peor de los casos para el populista, el populista se desgasta, pero aparece otro que ocupa ese lugar. En el caso de Correa, yo creo que han perdido mucho, han perdido tres elecciones sucesivas. Es interesante que tuvieron chances de ganarla y el rato en que dijeron que iban a cambiar el dólar, que no les gustaba el sistema perdieron votos y perdieron la elección, pero han llegado a segunda vuelta. Es decir, siempre hay que estar vigilante sobre eso y creo que se puede aplicar lo mismo a otros países.
-Antes de consultarle sobre la situación actual de Ecuador, me gustaría volver por un momento a lo que fue su gobierno, ya que, a pesar del poco tiempo que estuvo en el poder, también hubo un hecho muy importante como fue la firma de un acuerdo de paz con Perú. ¿Cómo fue el trasfondo de esa negociación, y cómo fue negociar con Fujimori?
-A mí me anunciaron en el día de mi posesión que habían descubierto planes del Perú para entrar en el territorio ecuatoriano cuatro días después de mi posesión. Entre estos dos momentos transcurrió mi presidencia. Solo duró 17 meses y fue un problema permanente, una tensión permanente. En el caso de Ecuador-Perú, habíamos tenido una guerra tres años antes, en el año 95. Luego, haciendo honor a la tradición latinoamericana, que tiene el récord mundial de resolución de conflictos vía diálogo y negociación, nadie es mejor que los latinoamericanos en eso… Haciendo honor a eso, empezaron los diálogos, siguiendo los procedimientos usuales. ¿Qué pasa en un conflicto en el mundo? Primer punto, cesa el fuego. Dejan de disparar, pero la tentación de volver a disparar al día siguiente está ahí. Entonces, ¿cómo se evita que lo hagan? Separación de las tropas. Pero todavía pueden volver a disparar. ¿Cómo se evita eso? Poniendo una misión de observadores internacionales que físicamente la separen. Todo eso se hizo y recién entonces empiezan las negociaciones. Y como los ánimos están tan cargados, hay que entender que vendrá un primer espacio en donde de lado y lado se ventilarán todas las emociones y habrá ataques e insultos, y si uno se molesta y sale y tira la puerta, en lugar de dejar que eso salga al aire y a lo mejor se calmen los ánimos, se pierde la oportunidad. Entonces, empezaron negociaciones, todo esto antes de que yo sea presidente. Participaron los cuatro países garantes del último instrumento internacional, el Protocolo del Río de Janeiro, que fueron Argentina, Brasil, Chile y los Estados Unidos. Se dividió el problema en cuatro partes, en cuatro comisiones, y cada comisión funcionaba en una de las capitales de estos cuatro países. Una trataba con medidas de seguridad y de confianza. Otra sobre el comercio y navegación en el Amazonas, que era la verdadera sustancia del problema. Otra sobre las obras que podíamos realizar en la frontera con préstamos del BID y del Banco Mundial, comprometidos por 2000 millones de dólares. Y se pusieron de acuerdo ecuatorianos y peruanos con la ayuda de los garantes. La cuarta comisión jamás pudo avanzar. Era la comisión que tenía que definir quién se quedaba con este territorio que ambos países reclamaban como territorio soberano. Entonces se formó una comisión de geógrafos y de abogados para que resolvieran el tema y esa comisión tomó una decisión de que el territorio pertenecía a la soberanía peruana días antes de la primera vuelta electoral en que yo gané la presidencia. Es decir, cuando gané la presidencia, todo el trámite jurídico estaba agotado.
En el mensaje presidencial inaugural, le invito al presidente Fujimori a que iniciemos negociaciones. El presidente acepta y tuvimos diez sesiones personales en diez semanas consecutivas, en diferentes partes. Negociamos en Paraguay, Nueva York, Washington, Brasilia, Oporto… Y en 77 días, tomando como base lo anterior, pidiéndole yo al canciller ecuatoriano que continúe como canciller, logramos firmar la paz en Brasilia, que fue un acto de celebración de todos los países de América. Porque, en palabras del presidente Clinton, con esa firma resolvimos la última fuente de conflicto internacional armado del hemisferio. En el presidente Fujimori yo encontré un interlocutor sensato, serio. Jamás cambió algo que había dicho. Buscaba la paz. Ambos nos dimos cuenta de que el problema no es el otro; el problema es que los dos queremos lo mismo y tenemos que ser colegas en buscar una fórmula para solucionar eso que ambos queremos.
-Sin embargo, Ecuador sigue teniendo un problema que se ha agravado en los últimos tiempos que es el tema de la inseguridad. En los últimos días vimos la detención del líder narco “Fito”. ¿Cómo ve la situación actual del país? ¿Considera que el tema de la violencia es el principal desafío del gobierno de Noboa?
-El problema más serio del Ecuador es el narcotráfico porque no es violencia simplemente, es violencia originada en el narcotráfico. Esa es una lucha que va a tomar tiempo. Yo creo que hay que darla. No la puede dar un solo país porque el problema es internacional, porque las bandas están organizadas internacionalmente. El caso de Ecuador es el siguiente: el 90% de la cocaína se produce en un corredor que va de Colombia, un poquito en Perú y Bolivia. El 90% es lo que se exporta. Y los volúmenes son enormes. Hay cifras que hablan de 240.000 millones de dólares por año. Algunos llegan a 300.000 millones. Eso es más que el producto interno bruto de la gran mayoría de países de América Latina. Tienen dinero, tienen armas, tienen conexiones, tienen organización internacional, no tienen escrúpulos. ¿Cómo se combate eso? Primero con una decisión de combatirlo, porque hay gobiernos que los combaten y hay gobiernos que prefieren hacerse de la vista gorda. Hay otros que llegan a establecer ciertos contactos con los narcotraficantes y hay casos como el de Venezuela en donde los narcotraficantes se convirtieron en gobierno y es un narcoestado. En mi país en cada elección estamos luchando para que la penetración en el gobierno se detenga y que no se convierta en un narcoestado, y hasta aquí en esa parte hemos tenido mucho éxito. El gobierno del presidente Noboa está luchando contra eso, y a todos los ecuatorianos de bien nos interesa que le vaya bien a él como presidente. Somos un sitio de exportación, Ecuador no produce; tiene playas muy amplias de muy fácil acceso, y la ubicación geográfica lo pone en una posición privilegiada para poder enviar el producto hacia Estados Unidos o Europa, inclusive por el canal de Panamá. Entonces, es un problema logístico, de producción, de mercado, de cultura y algunas políticas han favorecido eso, especialmente las que dictó el gobierno de Correa. Correa definió el problema como un problema de los americanos. Dijo, “los americanos son los que consumen que ellos lo arreglen”. En lugar de fortalecer un estado que combate, más bien relajó los controles. Inclusive no permitió que siguieran operando en la base aérea ecuatoriana aviones de los Estados Unidos con un convenio firmado con el Ecuador, que son los que hacían la supervisión en el Océano Pacífico de lanchas y de avionetas que conducían la droga. Además, quitó el requisito de que debían obtener una visa los extranjeros que visitaban Ecuador. Entonces, entraron todos los que quisieron y vinieron todas las bandas que quisieron y se entronizaron en el Ecuador y trajeron los conflictos de otros países. Por eso mucha de la violencia que vivimos no es ecuatoriana o de ecuatorianos, al final terminan algunos involucrados, pero su origen viene desde afuera. Son ya circunstancias de la geopolítica actual que hay que tener en cuenta y considerar, pero es una decisión nacional que hay que luchar contra eso y espero que Dios nos ayude y tengamos éxito.