La imagen resulta mágica y merece ser contada. El usuario Hugo Fattoruso pide ser admitido en la videollamada, la respuesta es “acepto” y ahí aparece, en vivo y en directo desde su casa de siempre del barrio La Comercial de Montevideo, sin mirar a cámara y… tocando el piano. Apenas el sonido del inicio de la grabación de la conversación, lo saca de su concentración frente al instrumento y allí sí comienza el diálogo con Infobae Cultura. La excusa es hablar de los futuros recitales que el Quinteto Barrio Sur -que integra junto a Mathías Silva, Guillermo Díaz Silva, Wellington Silva y Albana Barrocas-, brinda este viernes 15 y sábado 16 en doble función cada día (a las 20 y 22.30 hs.) en Bebop Club.

La escena es pequeña y simplemente anecdótica, pero tratándose de Hugo Fattoruso adquiere otra dimensión. Es uno de los músicos vivos más grandes de América latina y una de las figuras más influyentes de la música popular uruguaya de todos los tiempos. Hizo historia con Los Shakers -una banda surgida al calor de la beatlemania pero que fue mucho más que eso, con La conferencia secreta del Toto’s Bar como obra maestra- y Opa -junto a su hermano Osvaldo, Ringo Thielman y luego Rubén Rada, grabaron en Estados Unidos dos discos que aún hoy, 2025, suenan modernos y vanguardistas-. Tocó con Hermeto Pascoal, Milton Nascimento, Hiram Bullock, Djavan, Don Cherry, Eduardo Mateo, Fito Páez y la lista podría continuar hasta lo intolerable para un texto periodístico como este.

Parte de la gran historia de Hugo Fattoruso: con Los Shakers (1965) y en Opa (1981), dos de las grandes bandas que integró

Ahora, este hombre que es una leyenda pero no se lo toma para nada en serio, a los 82 años, se muestra activo como siempre. Habla con entusiasmo de los recitales de este fin de semana (“ya llevamos diez años y tenemos un vasto repertorio”, avisa) y responde con una sonrisa cuando llega la última pregunta. “¿Cuando voy a parar? En el cajón, ahí ya no voy a poder tocar. Mientras, sigo estudiando y tocando…“, anuncia con una vitalidad única que se transmite en todo su esplendor a través de la pantalla.

—En la foto promocional de los shows del Quinteto Barrio Sur, se te ve tocando el Tambor…

—En realidad al final y en un tema solo, toco el Tambor. Yo estoy encargado de llevar la armonía con el piano y cantar un poco…

—Aunque sea por un rato, cumplís con la imagen asociada al promedio de los uruguayos, en una cuerda de tambores y tocando candombe.

—Y… hay una cercanía notoria. En esta ciudad suena el tambor hace muchos años y al que le gusta lo conquista. No sé, tal vez haya gente que no le guste. Lo cual es bien raro porque el Tambor te hipnotiza. Es muy agradable, para quien practica y toca es muy agradable. Yo me imagino que gente que le guste remar, en grupo: todo el mundo ahí remando… O a quien le guste andar en pelotón de bicicletas, pedaleando. Bueno, esto es con ritmo. El Tambor se toca en la calle caminando. Cuando estamos en un escenario, es otra cosa: una cuerda en un escenario no tiene sentido porque es inerte. No puede haber una cuerda porque parecería que es siempre lo mismo. En la calle, cuando van caminando, la acústica va cambiando continuamente por la altura de las paredes… Y por la diferencia de la arquitectura en cada cuadra. La gente va caminando y va acompañando la cuerda, van los niños, niñas, las señoras, hay perros que se te entreveran. Es fantástico.

—Si tuvieras que explicarle a un extraterrestre qué es el candombe y por qué define a los uruguayos y por qué los reúne. Y por qué es un símbolo cultural de tu país. ¿Qué dirías?

—Lo primero que le diría es que tiene que venir y escuchar en la calle a una cuerda. Ya después le regalaría un par de discos, tres o cuatro discos donde hay gente que toca muy lindo candombe.. Y tiene que venir y acompañar a la cuerda caminando en el barrio. Si antiguamente se tocaba en tres barrios, hoy en día en todo Montevideo hay cuerdas. Los fines de semana es una pasión. Al extraterrestre yo le diría que se acerque y que tome algunas clases. Que arranque lógicamente con el Tambor Chico, a ver qué le parece.

—Has venido infinidad de veces a Buenos Aires. ¿Qué es lo que te gusta de esta ciudad?

—Mirá… Buenos Aires me hipnotiza. Igual que hipnotizan los tambores. ¿Qué pasa? En Buenos Aires me tratan como a un hijo. Siempre hago la misma broma sobre el escenario: cuando presento a los músicos y llega mi turno, digo “Soy locatario”. Me considero locatario por cómo me ha tratado la ciudad de Buenos Aires, mis amigos los músicos y los diferentes públicos para los cuales he estado tocando desde siempre. Buenos Aires es tango. Buenos Aires es cultura culinaria. Buenos Aires es aquella confusión que ya todo el mundo sabe. Es una gran ciudad, muy diferente de Montevideo. Somos iguales, pero es todo distinto. Esta ciudad me conquistó.

—Cuando miras hacia atrás, Hugo. ¿Podés creer todas las cosas que hiciste?

—(Risas) No… Cuando miro hacia atrás, veo los errores. Miro los errores y digo “Pero mirá lo que hice, esto no puede ser…” Errores sociales, no hablo musicalmente. Musicalmente sigo cometiendo errores. Yo siempre trato de nada, de limpiar y de purificar lo que sé hacer. Yo soy artesano, no soy artista. Soy un artesano que trabaja con las notas. Y siempre un artesano trata de hacer lo mejor. Un cocinero quiere entregar el mejor plato, un carpintero… etcétera. Yo como músico, quiero entregar lo mejor. Así que cuando miro para atrás los errores musicales, trato de darme cuenta y no repetir. Hay una cantidad de cosas hechas que me llenan ¿Cuál es la palabra: satisfacción o de alegría? Con errores y con todo lo que sea, nuestra música fue siempre lo que yo llamo “música sincera”. Entregamos sinceramente, no hay doble cara. No estamos persiguiendo una meta, llámese como se le llame, comercial o pensar que le guste al dueño de la del circo. Chau. Nosotros tocamos música sincera. ¿Qué quiere decir? Que no nos importa un bledo nada, viste? Tocamos lo que creemos que está bien cocinado, que tiene la correcta cantidad de sal, ajo, perejil y laurel. Todo.

[Fotos: Gentileza Quinteto Barrio Sur/prensa Bebop]