El libro del día:

El 22 de enero de 1933, una comitiva se deslizó entre la nieve de Berlín. Entre el silencio de la noche, Oskar Hindenburg —hijo del presidente de la República de Weimar— y Otto Meissner —jefe de la oficina presidencial alemana— avanzaron hasta la residencia de Joachim von Ribbentrop, diplomático y futuro ministro de Asuntos Exteriores nazi. Allí los aguardaba Franz von Papen, ex canciller y artífice de la alianza conservadora-nazi, junto a Adolf Hitler, líder del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP).

Nadie sospechaba que ese encuentro nocturno, gestado por Von Papen, marcaría la trama decisiva del destino político de Alemania. “Hitler había exigido el puesto de canciller con más insistencia que nunca”, describe el relato. Von Papen, convencido de que podría controlar al futuro canciller nazi mediante una alianza de intereses, resolvió explorar un gabinete dominado en apariencia por Hitler, pero bajo su propia tutela. El plan giró, desde ese instante, en torno a la unión con el hijo del presidente Paul von Hindenburg, jefe de Estado alemán, figura central para inclinar la balanza del poder.

El ensayo histórico A treinta días del poder, de Henry Ashby Turner, que se publicó en 1996 y ahora se reedita, reconstruye el mes previo al nombramiento de Hitler como canciller y expone la decisiva influencia de individuos concretos en un escenario de crisis institucional. Turner resalta la fragilidad de la República de Weimar y el clima de rivalidad entre las facciones conservadoras.

Adolf Hitler (AP)

El relato se apoya en documentos, memorias y testimonios —“el destino de la nación estaba supeditado a la actuación de un puñado de individuos”— y muestra cómo la ambición y la desconfianza entre figuras como Kurt von Schleicher, último canciller de la República de Weimar antes de Hitler; Franz von Papen, ex general y político conservador; y Paul von Hindenburg, permitieron a Hitler acceder al gobierno alemán.

En enero de 1933, Hitler parecía aislado y su partido mostraba señales de fatiga tras los reveses electorales. Sin embargo, una serie de conspiraciones y negociaciones en los márgenes del poder produjo un viraje total.

Turner exhibe el peso de las decisiones personales en la historia política, enlazando episodios como la reunión secreta en Colonia entre Papen y Hitler —donde “el ex canciller estaba dispuesto a colaborar”, y el líder nazi detectó la fragilidad de Schleicher y las fisuras en la cúpula conservadora—. El autor enfatiza: “en este giro copernicano (…) fueron ellos, y no él [Hitler], quienes repartieron los naipes”.

Kurt von Schleicher, último canciller de la República de Weimar antes de Hitler

El análisis detalla maniobras como la presión de Papen sobre Oskar Hindenburg y la obstinación de Hitler por la cancillería. El relato muestra cómo el antiguo general Schleicher, sin respaldo parlamentario y víctima de las intrigas de sus rivales, quedó fuera de juego y terminó renunciando. Papen, a su vez, actuó como arquitecto del gabinete que habría de instalar a Hitler, con la intención de “usar al dirigente nazi para sus propios propósitos”.

La última jornada resultó tan caótica como simbólica. En el despacho presidencial, Hitler, Papen y Hindenburg se enfrentaron a tensiones y desencuentros finales. “Otto Meissner anunció que el presidente los estaba esperando desde las once. No podía seguir esperando”, señala Turner. Poco después, el presidente tomó el juramento al jefe nazi —“cometiendo lo que, con cualquier criterio objetivo, podría considerarse un acto de perjurio”— y Alemania selló un vuelco histórico.

Al cierre, Turner recupera la figura de Franz von Papen, descrito décadas después como un sobreviviente político, empecinado en justificar su papel en memorias que intentaron deformar los hechos. La responsabilidad recae, sostiene el libro, sobre Paul von Hindenburg, el presidente que cedió a presiones e intrigas y permitió el ascenso del nazismo: “se dejó llevar por las recomendaciones de Von Papen, su hijo Oskar y su secretario de Estado, Otto Meissner, y dio el paso fatal de instalar al dirigente nazi en la jefatura del Gobierno”.

Hitler en Weimar, junto a la estatua que reúne a Goethe con Schiller

La reedición de A treinta días del poder ofrece una oportunidad para repensar el modo en que decisiones individuales, alianzas coyunturales y enfrentamientos de liderazgo pueden redefinir el curso de una nación, aún en sistemas democráticos consolidados. El relato factual de Ashby Turner permite observar cómo la fragilidad de instituciones, sumada a la ausencia de consensos sólidos entre figuras políticas, habilitó el acceso de proyectos autoritarios al poder.

Frente a contextos actuales donde la polarización y la incertidumbre dañan la confianza en la política, la obra invita a releer los mecanismos históricos que facilitaron la llegada del nazismo en Alemania y a interrogarse sobre la vigencia de esos riesgos en los sistemas democráticos contemporáneos.

Henry Ashby Turner, Jr. (1932-2008), historiador estadounidense, se formó en Washington and Lee University, Princeton y en las universidades alemanas de Múnich y Berlín. Fue catedrático en Yale durante más de cuarenta años. Especialista en historia moderna de Alemania, publicó —entre otros títulos— German Big Business and the Rise of Hitler, Hitler’s Thirty Days To Power: January 1933 (A treinta días del poder) y General Motors and the Nazis. Sus investigaciones cuestionaron la narrativa sobre el gran capital y el nazismo, y abordaron los mecanismos políticos y personales detrás de la llegada al poder del Tercer Reich.