En estos álbumes, los seguidores encuentran un espacio donde dialogan con sus ídolos y, al mismo tiempo, se escuchan reflejados. Este fenómeno ilustra cómo la retroalimentación inmediata en línea está modificando tanto géneros como subgéneros musicales, generando dinámicas en las que ese intercambio, semejante a un espejo cóncavo, puede superar en emoción a la obra de partida. Muchos de los lanzamientos más destacados del año han utilizado las expectativas y reacciones del público como parte de su proceso creativo, demostrando que, aunque lo nieguen, los músicos comprenden cómo responder a las críticas y cómo transformar esas respuestas en música.

Milo J – La vida era más corta

La exploración musical emprendida por el joven Camilo Joaquín Villarruel (19 años) es uno de los sucesos musicales del año. Para quién no tenga idea de quién se trata este tal Milo J: es un rapero, cantante y productor, neto hijo de la era de YouTube y TikTok que emergió a una creciente fama en 2022-2023 asociado al productor Bizarrap. De allí en más todo fue para arriba, pero -gran PERO- eligió otro camino estético y musical a la mayoría de congéneres. No practica el hedonismo individualista y conflictuado propio de la época (hablar de mí, lo mal que la paso, el dinero que empiezo a contar, las chicas y la ropa que colecciono etc.). En su lugar, ha construido un perfil de músico jugado con la realidad de su país y su tiempo: ¿exceso de solemnidad? Para nada.

El resultado de esta elección es un disco que bien puede ser visto y considerado como un punto de inflexión dentro de la música popular argentina en 2025. Para ello cuenta con colaboraciones de Cuti y Roberto Carabajal, Trueno y Nicky Nicole entre otros; las presencias de Silvio Rodríguez y Soledad; samples de Violeta Parra, Totó La Momposina, Jaime Roos y Horacio Guarany e incluso una presencia póstuma de Mercedes Sosa -mediante una grabación rescatada-. Con este colectivo de invitados que en principio pueden descolocar, este muchacho de Morón articula una síntesis entre los sonidos ancestrales de la Argentina profunda y un concepto de producción sonora propia de la época.

El disco, lejos de encasillarse como una simple colección de ritmos folclóricos reciclados, constituye —según lo que reflejan la magnitud de sus colaboraciones y el carácter de sus composiciones— un inspirado ejercicio de estilo que revitaliza el folclore argentino. Combina, en proporciones inéditas, elementos del hip hop, carnavalitos, milongas y murgas, y narra la cotidianeidad de personas enfrentadas a pesimismo, amor y celebraciones espontáneas en calles, plazas y clubes característicos de la cultura popular argentina. Todo un plan.

Jeff Tweedy – Twilight Override

El primer álbum triple del cantante y compositor de Wilco -una banda de rock a la que, si no se la conoce, sería necesario escuchar-, marca un hito audaz en su discografía y lo emparenta con discos capitales como All Things Must Pass de George Harrison o Sandinista! de The Clash. En un contexto donde la paciencia del oyente parece cada vez más limitada, la decisión de publicar treinta canciones distribuidas en tres discos constituye una declaración artística. Dato estadístico al margen, también marca un paso artístico adelante del hombre que fue capaz de componer para su banda el tipo de bellas canciones con destino de clásicos del rock del siglo XXI como “Jesus, Etc.”, “Ashes Of American Flags” y “Via Chicago”.

El álbum destaca por su eclecticismo radical, oscilando entre pasajes acústicos distorsionados, rock glam de los años setenta y evocaciones de dream pop ochentero. Esta variedad abrupta en el transcurso de las tres decenas de canciones, incluyendo una titulada “Cry Baby Cry”, que inevitablemente lleva a evocar de forma casi inevitable el Álbum Blanco de Los Beatles. A los 58 años, Tweedy aborda de manera más directa la temática de la muerte con mayor decisión aunque los atentos escuchas de su obra saben que la obsesión lo acompaña desde la juventud. La disociación y la reflexión sobre la identidad emergen también en canciones inexorablemente asociadas con el sonido Wilco.

Detrás de un aparente sonido despojado, emerge un tipo de creatividad colectiva que impregna la totalidad del álbum: si bien incluye temas de menor densidad sonora y conceptual, logra mantener la tensión gracias a la cohesión de letra y música, cantada con el dejo nostálgico propio del protagonista. Para Jeff Tweedy, la búsqueda incesante de sentido y alegría parece residir en la exploración constante de la canción y el sonido. Ponerlo al conocimiento público en el gesto ampuloso de un disco triple, ratifica que, a veces (solo a veces), más es más.

Emicida – Emicida Racional VoL.2: Mesmas Cores e Mesmos Valores

Este popular rapero brasileño y activo gestor cultural con proyección internacional -fue profesor invitado de una “cátedra insurgente” sobre arte, ciencia y derechos humanos en la Universidad de Coimbra, Portugal-, acaba de publicar un disco complejo y sustancioso, nutrido de ingredientes emocionales que vinculan sus raíces y recuerdos familiares con su propia formación musical. A la vez, es una declaración de amor a la cultura hip hop y especialmente a Racionais MC’s, un colectivo de rap pionero en el San Pablo de fines de los años 80 que evidentemente influyó fuertemente en la formación musical y social de Emicida. El título es toda una declaración: vincula su nombre con el del grupo de raperos y alude a un disco de Racionais publicado en 2014 (titulado, justamente, Cores y Valores)

El viaje sonoro de este álbum no es fácil y su complejidad es deliberada: audios caseros extensos, estructura poco convencional —con pistas que varían entre 1 minuto y 50 segundos, 5 minutos o incluso 10—, ausencia casi total de estribillos y una densidad de referencias que desafía a quienes prefieren formatos más accesibles. El propio Emicida invita a abordar el álbum con la curiosidad de un investigador. En ese sentido, las instrumentales “¿Qué hacemos con este dolor?” y “Lo más esperanzador y lo más desgarrador son lo mismo” enlazan la historia de la música negra brasileña, conectando fragmentos de Racionais, la cantante Sandra de Sá, el héroe del soul brasileño Tim Maia y del propio Emicida.

Uno de los discos del año en Brasil excede su valor musical y se convierte en el diario íntimo de un artista de la palabra, vulnerable y sensible, cargado de significados. Comienza nocturno, como las sesiones que le dieron vida, y termina bajo la luz de una nueva aurora. Emicida reafirma la esencia del rap brasileño como un ejercicio de rima y creatividad verbal, frente al predominio actual de las métricas que gobiernan la industrial musical de consumo masivo. Frente a eso, reivindica el valor de escribir y expresarse desde la identidad. Vale acercarse a su mensaje.

Loyle Carner – Hopefully!

Loyle Carner es un músico con creciente popularidad en el Reino Unido y como suele suceder con algunos fenómenos musicales generados en las islas británicas, se mantiene -por ahora- encapsulado en su propio espíritu insular. Quiso la casualidad que este año, a través de una transmisión en vivo de uno de los escenarios laterales del festival de Glastonbury, su nombre generó una búsqueda en Google y de ahí a sus videos. Y de ahí a su nuevo disco, una perla que combina músicas, palabras, espiritualidad y un particular ritmo de pronunciación que lo convierte en hipnótico.

A saber: Loyle Carner es un artista de hip-hop inglés, cuyo estilo introspectivo se ampara en influencias jazzeras que potencian el efecto de las palabras: sus letras exploran temas como la familia, la identidad y la salud mental, abordando cuestiones como el TDAH y la dislexia, con una lírica cruda y honesta. Este año, ha convertido la paternidad en el eje central de su cuarto álbum. Este enfoque se refleja de manera cruda y cautivadora en canciones donde el narrador describe la tensión entre el arte y la crianza en términos cotidianos, un sello distintivo de las letras.

La voz de Carner transmite una amalgama de asombro, nostalgia, amor, dolor y una paz difícilmente alcanzada, emociones que parecen trabar sus palabras. Al fusionarse con bases de breakbeat etéreo, acordes de piano evocadores, capas de suaves sintetizadores y guitarras sutiles, su música adquiere una calidez confortable que convierten a Hopefully! en uno de mis discos favoritos del año.

Rosalía – Lux

El año de Rosalía se explica por la música contenida en su nuevo disco, un detalle para no olvidar en medio del bombardeo de posteos y clips (que producen clics) de la estrella pop catalana en el lugar del mundo donde sea. Cigarrillo en mano y manejando por la Gran Vía de Madrid, o frente al Cristo Redentor de Río de Janeiro (asustada por un bicho volador). Corriendo descalza en el campo de juego de la Bombonera de Buenos Aires o enseñándole español a Jimmy Fallon en un estudio de televisión de Nueva York. Hubo muchas Rosalía(s) dando vueltas por varios continentes y todo fue posible, al fin y al cabo, por la música de su nuevo e impactante disco del que tanto se escribió también.

Por fuera del ruido mediático de las redes sociales, Lux marca un giro decisivo en su trayectoria, en gran parte por el ampuloso gesto de haberse acercado a la música clásica con mayor determinación que a cualquier otro género popular entre la generación Z. Ya había revolucionado el flamenco en El mal querer (2018) y absorbido reguetón, hip-hop, dubstep, dembow y electrónica experimental en Motomami (2022); ahora, la dirección es radicalmente distinta.

Entre alusiones a Dios, el catolicismo, la beatificación y la trascendencia, el álbum entrelaza idiomas de forma casi inabarcable, alternando español, mandarín, ucraniano, italiano, alemán, portugués y latín, lo que dificulta seguir un hilo argumental explícito y también, nobleza intelectual obliga, sirve para camuflar algunas letras endebles pese a las ambiciones de profundidad.

En el transcurso de estas nuevas canciones, la omnipresente Sinfónica de Londres acompaña la voz de la artista catalana, que con apenas 33 años ha logrado reunir una variedad de invitados y desplegar una super producción a la que podría definirse como “pop de vanguardia saborizado de música clásica”. Este paso audaz redibuja el mapa del pop, mezclando oratorio, confusión emocional y lamento operístico a todo volumen y en plena pista de baile.