
El reciente descubrimiento y análisis de una colección de caracolas halladas en Cataluña, España, ha abierto una ventana al pasado remoto, revelando aspectos clave de la vida, cultura y capacidades expresivas de nuestras comunidades ancestrales.
12 grandes caracolas, pertenecientes a una especie marina casi extinta, fueron encontradas en asentamientos neolíticos y antiguas minas de variscita en la región catalana.
El hallazgo, liderado por Miquel López-García y Margarita Díaz-Andreu, arqueólogos de la Universidad de Barcelona, ha capturado el interés académico y público por su implicancia en la comprensión de los inicios de la música y la comunicación humana.
Descubrimiento y características de las caracolas halladas en España
Las caracolas, datadas en aproximadamente 6.000 años de antigüedad, emergieron en yacimientos que evidencian una intensa actividad agrícola y minera en la zona durante el Neolítico. Los investigadores notaron que las conchas no conservaban a los caracoles en su interior, sino que fueron recolectadas tras su muerte, lo que descarta un uso alimenticio.

Un rasgo distintivo de las caracolas estudiadas es la ausencia de sus ápices o puntas puntiagudas, una modificación intencional que, según los especialistas, habría servido para crear boquillas que facilitan la producción de sonido.
Margarita Díaz-Andreu resaltó en diálogo con The Guardian que las conchas “se recolectaron después de que los caracoles que contenían murieran, lo que significa que no se utilizaron como alimento”. Este procedimiento refleja un conocimiento técnico avanzado y una intención clara de convertir elementos naturales en herramientas sonoras.
Hipótesis sobre el uso de las caracolas como instrumentos musicales y de comunicación
En su artículo, publicado en la revista Antiquity, López-García y Díaz-Andreu plantean que estos objetos cumplían una doble función en las comunidades neolíticas catalanas. Por un lado, las trompetas de concha habrían servido como eficaces herramientas de comunicación a larga distancia, tanto entre los agricultores distribuidos en paisajes amplios como entre mineros trabajando en diferentes galerías subterráneas.
De acuerdo con López-García en diálogo con The Guardian, “las trompetas de concha son capaces de producir sonidos de alta intensidad y habrían sido muy efectivas para la comunicación a larga distancia”. Los investigadores sostienen que la función de las caracolas pudo ir más allá de la mera transmisión de señales, al explorar su potencial como instrumentos musicales capaces de producir melodías y matices expresivos.
Experimentos acústicos realizados con las caracolas

A fin de poner a prueba sus hipótesis, los investigadores llevaron a cabo experimentos acústicos con ocho de las caracolas halladas que se encontraban en estado suficientemente íntegro. López-García, además de arqueólogo y musicólogo, es trompetista profesional, lo que le permitió ensayar distintas técnicas de soplo por las boquillas, reproduciendo métodos análogos a los usados en instrumentos de viento-metal actuales.
Los resultados fueron sorprendentes: siete de las ocho caracolas emitieron un tono potente y estable, similar al de la trompa moderna. “Es asombroso que se obtenga ese tono tan reconocible con un instrumento sencillo que es simplemente un cuerpo animal ligeramente modificado”, afirmó López-García, quien agregó: “Creo que el instrumento más cercano hoy en día en cuanto a tono es la trompa”. El sonido alcanzó niveles superiores a los 100 decibelios, y la manipulación de la embocadura —como introducir la mano en la abertura o cambiar el tipo de soplo— permitía modular el timbre y la afinación.
Potencial musical y expresivo de las trompetas de caracola
Los registros y análisis de estos experimentos demostraron que las caracolas no solo podían emitir señales, sino también melodías y matices, confiriéndoles potencial musical auténtico. López-García explicó: “Queríamos ver si alguna de las piezas que tocábamos daba cabida a la improvisación o a la exploración de recursos sonoros”.
Los experimentos mostraron que es posible “moldear el tono del sonido de la concha y también las notas”, ya que “al hacer diferentes cosas, podíamos moldear el tono del sonido y cambiar las notas”. A través de la variabilidad y la exploración sonora, López-García sostiene que estos objetos pueden haber sido “instrumentos con suficiente capacidad melódica para proporcionar una función musical expresiva”, y que “más allá de su uso utilitario y pragmático, estos instrumentos también pudieran haber sido utilizados para discursos expresivos”.

Contexto histórico y comparación con otros hallazgos arqueológicos de caracolas
El uso de caracolas como instrumentos musicales o dispositivos de comunicación está presente en varias culturas antiguas. Se han hallado ejemplos como la trompeta de la cueva de Marsoulas, en Francia, con más de 18.000 años de antigüedad. López-García afirma: “La trompeta de caracola más antigua, con características prácticamente idénticas a las halladas en Cataluña, se halló en la cueva de Marsoulas, una cueva del Paleolítico Superior, y se ha datado aproximadamente en el 18000 a.C.”.
Pese a la relevancia de estos objetos, las caracolas catalanas habían sido poco estudiadas hasta ahora, a diferencia de las de otras regiones o culturas, como la maya. Díaz-Andreu considera que “la revelación del estudio de que los catalanes del Neolítico usaban las conchas tanto para comunicarse como para la música redefine nuestra comprensión del sonido, el espacio y la conexión social en las comunidades prehistóricas tempranas”.
Reflexiones sobre la importancia de la música en las comunidades humanas
Este estudio lleva a reconsiderar los orígenes de la música y su función en la historia humana. Según López-García, “todo el debate sobre hasta qué punto la música es una cuestión utilitaria y hasta qué punto es una cuestión estética, expresiva, emocional y mucho más personal, siempre me ha fascinado”.
El arqueólogo sostiene que “estas trompetas de concha me han hecho reflexionar sobre el origen de la expresión musical humana”, planteando si la música fue una herramienta de supervivencia o una necesidad profundamente humana de transmitir emociones y fortalecer vínculos dentro de los grupos.