“Mi amor por John Cage y Murray Schafer, que inventó el concepto soundscape (paisaje sonoro), hizo que me decantara por la posibilidad de ir a algún lugar con un par de micrófonos y rescatar la esencia del mismo a través de sus sonidos”, cuenta Gustavo Santaolalla sobre Imágenes sonoras de Madrid, su nueva aventura artística, en este caso compartida con más de 30 estudiantes de la Escuela Universitaria de Artes TAI de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).

El proyecto se materializa en un folleto-ruta desarrollado por la oficina audiovisual Madrid Film Office del área de Turismo del Ayuntamiento de Madrid y permite a los visitantes y residentes -dentro de lo que ha dado en llamarse “turismo de pantalla”- sumergirse en el ambiente sonoro de espacios emblemáticos como el Parque del Retiro, el espacio cultural CentroCentro, el Mercado de la Cebada y la estación Gran Vía del metro (transporte subterráneo). Es una invitación a descubrir la capital española a través de cuatro piezas ambient que transforman los sonidos cotidianos de lugares icónicos en una experiencia sensorial.

La obra surge de un taller inmersivo realizado en 2024, donde Santaolalla trabajó de manera directa con los estudiantes de Música y Cine de TAI. El músico, compositor y productor lideró un proceso de exploración y creación que partió de la escucha activa del ambiente urbano. “Yo tenía mucho interés hace tiempo de hacer un experimento en donde se trabajara con la imagen y el sonido simultáneamente”, cuenta. Y para eso ha querido volver a un tipo de estilo de sonidista clásico, capaz de capturar el canto de los pájaros, los pasos de un caminante, la sirena de una ambulancia o el silbido de un vendedor ambulante. “El objetivo era crear música jugando con los sonidos y la imagen”, define.

La obra-ruta Imágenes sonoras de Madrid se compone de cuatro piezas, cada una inspirada en un espacio representativo de la ciudad. En el Mercado de la Cebada, un tradicional mercado ubicado en el popular barrio de La Latina, el equipo se centró en la gastronomía y la vida comunitaria: así capturaron el bullicio y la esencia de un mercado tradicional que ha sido testigo de la transformación urbana desde el siglo XVI. “La comida aporta el color; las actividades que la rodean, componen la música”, detalla el folleto de la ruta.

La obra de Gustavo Santaolalla captura el

En la estación Gran Vía del metro, en pleno corazón de la ciudad -justo donde la principal arteria cruza con la calle de Fuencarral, otra vía comercial desde hace varios siglos- se refleja el pulso incesante de la circulación de personas y el transporte subterráneo de la metrópoli, un espacio de tránsito donde se perciben miedos, alegrías y tensiones. Allí emergen la energía y el vértigo de este lugar emblemático, cuya entrada reproduce el templete original de 1919 y que alberga un pequeño museo con restos arqueológicos. Es una muestra del rostro visceral de una gran ciudad, donde la vida moderna está en constante movimiento.

Hay otra pieza dedicada al espacio cultural CentroCentro, ubicado en el Palacio de Cibeles -antigua sede de Correos y Telégrafos, hoy sede del ayuntamiento-, frente al emblemático monumento a la diosa madre griega. Allí la obra sonora explora la historia y la acústica de uno de los edificios más representativos de la ciudad que combina tradición y modernidad. La obra sonora integra elementos de humor, reverberación y silencio, generando una experiencia sensorial que invita a reflexionar sobre el valor simbólico del lugar.

El recorrido culmina en el Parque del Retiro, considerado el gran pulmón verde del centro de Madrid y reconocido desde 2021, como Patrimonio Mundial de la UNESCO. Allí se explora la relación entre el ser humano y la naturaleza, construyendo una narrativa que abarca desde el amanecer hasta la noche, “hecha de gestos, sonidos y encuentros fugaces: una historia de amor, un cruce de miradas, el murmullo de lo cotidiano”, describe el texto de la ruta.

A los 73 años, Santaolalla no se detiene y volverá a España para concretar otro tramo de su gira mundial en conmemoración del 25 aniversario del disco Ronroco, que lo llevará a presentarse en Barcelona, Valencia, Málaga y Cartagena, entre octubre y noviembre de este año.

El músico argentino residente desde hace cinco décadas en Los Ángeles, reafirma su interés en la colaboración artística con jóvenes, ya que considera que siempre aportan “algo nuevo a la mesa”. En sus palabras, combina la importancia de la experiencia con “lo nuevo”. Para él, eso permite tomar “un camino que la experiencia ya no te da permiso a hacerlo”. Lo mismo que el trabajo en convivencia con el error. Para él, los errores tienen un papel crucial en la creación artística: una nota errónea resulta ser la pieza faltante en una melodía, núcleo de lo que él define como “intenciones ocultas”. “Hay errores que son aciertos”, concluye.

[Fotos: Raque Sáez / TAI]