El jueves por la noche, en el estudio de Buenas noches Familia por El Trece, se vivió un instante que superó cualquier libreto. Frente a cámaras y rodeado de la emoción colectiva por la visita de Milagros, la pequeña patinadora que quedó sin una pierna y lucha por seguir girando sobre el hielo, Guido Kaczka tomó el teléfono y marcó un número: el de Susana, su mamá.

El conductor llamó en vivo a su madre y provocó un inesperado momento de emoción que culminó con ambos llorando. Hasta ese momento, la noche ya transitaba entre la ternura y la admiración por el coraje de Milagros. Pero algo más se coló en el aire del estudio.

Con una sonrisa algo pícara, el conductor recreó la voz de Susana: “‘Ay Guido, otro programa más’”, imitó él, confesando enseguida: “Se va a enojar como la hice, ya sé la que se me viene, yo estoy exagerando, no habla así. Estuve mal. Tiene una tonada así mi mamá”. ¿Quién podría resistirse a esa mezcla de humor y cariño filial? “La llamaría por teléfono ahora, en vivo, y que atienda, porque debe estar mirando”, soltó, al dejar en suspenso a todo el equipo.

Guido Kaczka vivió al aire un emotivo momento al llamar a su madre

El impulso pudo más que cualquier cálculo televisivo. “Traeme el teléfono. Nada más que ‘hola’, ma. Si podés decir ‘hola’ al teléfono… La llamo a mi mamá y listo”, anunció. El estudio contuvo el aliento: “A ver si está mirando, porque a veces se lo guarda más para la noche”, se atajó igualmente. Del otro lado, la voz que para Guido todo lo enmarca: “Hola, Guido”.

No hubo máscaras, solo la respuesta genuina de una madre: “¿Vos estás mirando la tele?”, preguntó él. “Sí, y llorando”, contestó Susana entre risas que apenas disfrazaban lo que se oía: lágrimas, emoción, gratitud. ¿Por qué lo mirás?, quiso saber Guido, siempre inquieto, y enseguida deslizó una vieja cuenta pendiente: “Aparte no me hablaba de The Balls, me habla de este. De The Balls no me decía nada. Me decía ‘muy tarde, ni lo miro’, pero bueno”, al referirse al otro programa de juegos que comandaba en la misma pantalla.

En cambio, sobre la protagonista de la noche, Milagros, la respuesta fue inmediata: “Divinos los padres, muy fuerte. Y divina la nena como patina. Hermosos, hermosos”. Cómo no reaccionar así ante una joven que brilló patinando en el estudio de televisión solo con una pierna. “A veces te pasás toda la vida intentando crecer, y vos a tu corta edad ya creciste”, destacó Guido.

Las emociones fluyen en varios de los pasajes del nuevo programa de Guido Kaczka

El diálogo terminó como suelen acabar esas charlas con quienes nunca dejan de ser nuestro sostén, aun en las noches de televisión en vivo y rating: “Bueno, ma. Te mando un beso grande, después hablamos”, cerró Guido, con emoción verdadera. “Gracias, hijo. Un beso. Chau. Besos para todos”, replicó Susana antes de cortar.

En el estudio de El Trece, Guido se quedó mirando hacia ningún lugar en particular, con la voz trabada y los ojos llenos de algo más que lágrimas. “Bien de mamá. Por eso te digo, estamos todos en la misma”, alcanzó a decir, mientras la historia de Milagros seguía latiendo en los corazones presentes.

¿Puede un simple “hola” cruzado en directo ser el reflejo de lo que sienten miles del otro lado de la pantalla? ¿Acaso la emoción de una madre mirando a su hijo por la televisión no es la de cualquiera, en cualquier casa?

Aquella llamada improvisada selló un instante que escapó de los guiones y dejó en el aire el eco de un llanto compartido: el de la fragilidad y la fuerza tejidas en familia, en la pantalla y más allá de ella.