Después de varios años de caídas en el consumo y creciente preocupación de bodegas y productores, el mercado interno del vino argentino empezó a mostrar señales de reactivación. Así lo reflejan los datos oficiales del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), que indican un crecimiento sostenido en las ventas durante los primeros cuatro meses de este año.
En detalle, de enero a abril se comercializaron más de 222 millones de litros de vino, lo que marcó una mejora del 6,5% en relación al mismo período del 2024. El crecimiento estuvo claramente impulsado por el vino color —mayoritariamente tinto—, que mostró una suba interanual del 14,1%. En cambio, el vino blanco sigue sin lograr una recuperación, con una caída del 10,6% en el mismo período.
Esta dinámica refleja un patrón que se viene profundizando en los últimos años: mientras que el tinto logra mantenerse como el favorito de los consumidores argentinos, el blanco enfrenta un escenario más desafiante, con una demanda estancada y una competencia cada vez mayor por parte de otras bebidas.
Si se observa lo que ocurrió puntualmente en abril, el comportamiento del mercado interno también fue positivo. Ese mes, las ventas totales de vino crecieron 7,9% frente a abril de 2024, con un destacado repunte del vino tinto, que aumentó 16,5% en términos interanuales. El vino blanco, por su parte, volvió a mostrar un retroceso, esta vez del 10,3%.
Además, si se compara abril con el mes anterior, marzo, la tendencia también es ascendente. En términos mensuales, el volumen total de vino comercializado aumentó 5,1%, lo que sugiere que el crecimiento no es sólo una cuestión de estacionalidad o de base de comparación, sino parte de una evolución más sostenida.
El escenario del sector
El repunte llega en un momento en el que muchas bodegas habían comenzado a ajustar sus estrategias. Conscientes de la caída del poder adquisitivo y de los cambios en los hábitos de consumo, varias empresas del sector pusieron el foco en mejorar la relación precio-calidad, lanzar etiquetas más accesibles y reforzar el vínculo con el consumidor a través de nuevas plataformas de comunicación.
También incidió en la reactivación del mercado la revalorización del vino como producto cotidiano. Aunque por momentos pareció alejarse de las mesas populares, el vino —y en particular el tinto— sigue ocupando un lugar simbólico fuerte en la cultura alimentaria argentina. Su asociación con la comida casera, con los encuentros familiares y con la tradición lo mantienen vigente, incluso en contextos de ajuste.
El desempeño de los vinos varietales y espumosos también aportó volumen en estos primeros meses del año. Aunque su peso dentro del total comercializado es menor, mostraron señales de crecimiento y se posicionan como segmentos de valor, tanto por su atractivo para consumidores más jóvenes como por su uso en celebraciones y momentos especiales.
Las regiones productoras, especialmente Mendoza, San Juan y La Rioja, siguen siendo clave en la distribución nacional. En varias de ellas, los datos de consumo interno también generaron expectativas positivas para el resto del año, incluso en un contexto en el que las exportaciones no logran despegar.
Si bien es temprano para hablar de una recuperación consolidada, las cifras del primer cuatrimestre permiten cierto optimismo. En un contexto de fuerte recesión en otros sectores, la vitivinicultura encuentra en el consumo local un motor para sostener el empleo, mantener viva la producción y, en algunos casos, comenzar a invertir nuevamente.
A futuro, el desafío será sostener esta tendencia. El comportamiento del consumidor argentino está en transformación: busca precios razonables, valora la calidad y es cada vez más receptivo a nuevas propuestas. En ese escenario, el vino —especialmente el tinto— parece haber encontrado una nueva oportunidad para afirmarse en el gusto popular.
Por ahora, el sector brinda con cautela. Después de años complejos, cualquier señal de crecimiento es bienvenida. Y en este 2025, al menos en sus primeros meses, los argentinos parecen haber decidido levantar la copa un poco más seguido. No es un dato menor, teniendo en cuenta que el consumo per cápita de vino fue el más bajo de la historia en 2024.