“Mi libro favorito es ‘Primavera con una esquina rota’ de Mario Benedetti. Uno de mis escritores favoritos”, afirma Gastón Edul, uno de los periodistas deportivos más seguidos y reconocidos. El libro llegó a sus manos gracias a un directivo de su escuela, cuando él tenía 13 o 14 años. “Le había dicho al director del colegio que quería ser periodista deportivo cuando sea grande. Él me dijo: ‘bueno, si vos querés ser periodista tenés que hablar bien, leé mucho. El que lee mucho, escribe bien y el que escribe bien, Gastón, habla bien’”.
Fue ese consejo el que definió el rumbo: “Y este libro se convirtió en la manija de la puerta que me hizo entrar al universo de la literatura y la lectura”. Sin embargo, reconoce que si bien hubo muchos textos importantes en su aprendizaje, “de verdad, este fue el que me hizo sentir algo diferente, porque estaba escrito por un periodista y es el que me hizo conocer a Rodolfo Walsh”.
Esa experiencia vital de lectura resignificó su vínculo con la escritura y con la comprensión de la vida misma. “Lo mejor de esto es que yo primero leí Primavera con una esquina rota y después leí la biografía de Benedetti y dije: ‘Ah, entiendo por qué lo escribió…’”, recuerda, y así se fue abriendo también a descubrir la trama existencial tras las páginas.
Con el tiempo, la lectura lo llevó a la curiosidad, y esta, a conocer más el contexto por lo cual se escribió. Después de leer el libro, Gastón buscó la biografía del autor uruguayo. “Es imposible que los escritores no se basen en algo de sus vidas. Benedetti fue exiliado por la dictadura en los años 70 y vivió en Argentina”. En la novela, Santiago es un preso político que pasa años encarcelado por sus ideas. “Pasa por todos los sentimientos. La bronca, el dolor y la desesperación que tenía al principio desaparecen, y empezó a transformarse en esperanza”.

Ese pasaje de la oscuridad a la luz, la mutación de sentimientos, es lo que moviliza a Edul desde las páginas del libro: “Esto me hace entender un poco que hay gran parte de cómo te tomás las cosas, para ver qué chance tenés en una crisis, o cómo pasar un mal momento sin que te haga tanto daño. Me parece que me siento un poco identificado con eso”.
En medio de esa reconstrucción de lecturas, Gastón hizo un hallazgo inesperado en su biblioteca. Entre páginas y libros que lo fueron acompañando, encontró papeles sueltos. Los escribió cuando tenía 21 años. Casi nueve años atrás. “No me conocía nadie cuando lo escribí. En esas hojas había títulos que leyó y reseñas escritas por un joven periodista. También una conclusión que le demostró estos papeles: “Cuanto más leés, más certeza tenés de que no sabés absolutamente nada.”
Gastón Edul fue sumando nombres fundamentales a su biblioteca personal: “Iba escribiendo libros que había leído: Cervantes, Paulo Coelho, Cortázar, Roberto Fontanarrosa, que para los periodistas deportivos es muy importante”. Son autores que marcaron hitos en la cultura latinoamericana y mundial, y también en la formación personal y profesional de Edul.

Redescubrir ese texto tuvo un efecto movilizador para el periodista: “Había escrito acá una reseña. ‘¿Quién iba a creerme que una charla entre mi mamá y yo, con azar de café molido, podía ser mi refugio más infranqueable? Ellos me hicieron leerlo y descubrí que era el último en llegar a una cofradía de millones que entienden la vida desde la banalidad. Creo que la vida es una sucesión de pequeños momentos felices y tristes”. Y después, como si estuviera armando su propio mapa de autores a los que aprecia, había enumerado a Walsh con su precisión investigativa, a García Márquez con su realismo mágico, a Benedetti con su nostalgia poética. “Ellos me lo enseñaron. Elijo predicar esto”, dice sonriendo. “Pero bueno, esto lo escribí hace mucho tiempo”.
Sin embargo, algo permanece. Ese chico que agarró un libro por recomendación del director del colegio, sigue siendo parte del periodista que hoy millones escuchan. Tal vez por eso Primavera con una esquina rota es el hilo que conecta la lectura con el oficio, la sensibilidad con la palabra, la literatura con la manera de mirar el mundo.
Y es también la prueba de que, como resaltó antes, leer no solo mejora la forma en la que uno habla: mejora la forma en la que uno vive.