El canciller alemán Friedrich Merz afirmó este domingo en Berlín que Alemania y la Unión Europea (UE) deberían explorar nuevas oportunidades comerciales en Sudamérica, Asia y África, más allá del reciente acuerdo alcanzado con Estados Unidos, que establece un arancel del 15 % a los productos europeos.
Merz preguntó con inquietud: “¿Cómo gestionamos el comercio mundial si, por ejemplo, los estadounidenses ya no están dispuestos a seguir las reglas de la Organización Mundial del Comercio?”. Su observación subraya una creciente preocupación sobre la estabilidad del sistema multilateral de comercio.
Este acuerdo, negociado entre el presidente Donald Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, establece una tasa arancelaria general del 15 % sobre productos europeos, una medida que Merz calificó de desventaja —“podemos haber salido mal parados”— aunque reconoció que evitó una guerra comercial abierta.
El pacto formaliza compromisos adicionales: la UE adquirirá grandes volúmenes de energía —gas, petróleo, productos nucleares— por unos 750.000 millones de dólares, y aumentará sus compras de armamento y chips de inteligencia artificial hacia EEUU.
En el plano económico, Alemania ha sentido ya los efectos adversos. Durante el primer semestre de 2025, sus exportaciones hacia Estados Unidos cayeron un 3,9 %, lo que redujo el superávit bilateral en un 12,8 %, de acuerdo con la Oficina Federal de Estadísticas alemana.
La Federación de la Industria Alemana (BDI) y la Confederación Alemana de Cámaras de Industria y Comercio (DIHK) advirtieron que el impacto de los aranceles podría ser “profundamente negativo” para la economía exportadora alemana si Estados Unidos eleva la tasa hasta el 35 %, como ha sugerido el presidente Trump. Según cálculos preliminares de la DIHK, los daños podrían alcanzar más de 50.000 millones de euros anuales entre 2025 y 2028, especialmente en sectores como el automotor y el químico.
Algunos sectores ya pagan el costo: Volkswagen reportó una caída de ganancias de 1.300 millones de euros en el primer semestre, atribuida a los aranceles.
La reacción en Europa fue ambivalente. Mientras Von der Leyen defendió el acuerdo como “sólido, aunque no perfecto”, que proporciona estabilidad frente a la escalada comercial que habrían celebrado Rusia y China, líderes como el primer ministro francés François Bayrou calificaron el pacto como un “día oscuro” para Europa, acusándola de ceder ante presiones estadounidenses.
BDI expresó su preocupación: incluso una tasa del 15 % tendría “efectos inmensamente negativos” sobre su economía exportadora.
Merz destacó que, antes de fin de año, el gobierno debe enfrentar reformas estructurales urgentes en el sistema de protección social. “Tenemos que hacer que nuestros sistemas de seguridad social estén preparados para el futuro”, afirmó, subrayando la necesidad de contener el gasto en empleo, pensiones y prestaciones sanitarias.
Ya en marzo de 2025, Merz inició una propuesta para elevar el gasto en defensa por encima del 1 % del PIB, en medio de tensiones sobre la regla del freno de deuda, advirtiendo que el país debe fortalecer su capacidad industrial y militar.
Merz ha cultivado durante décadas una reputación como político pro-estadounidense. Presidió la asociación Atlantik-Brücke, un influyente foro empresarial y diplomático dedicado a estrechar los lazos entre Alemania y Estados Unidos. Sin embargo, desde que Trump volvió a la Casa Blanca, el canciller ha matizado su posición: aunque sigue defendiendo la cooperación transatlántica, advierte que Washington ya no es un socio comercial fiable, sobre todo después de la imposición de nuevos aranceles a los productos europeos.
Desde junio de este año, Merz presionó para que la UE cerrara un acuerdo con rapidez, alertando sobre un posible arancel del 50 % si no se actuaba pronto.
Su crítica no era solo transitoria. Tras el pacto, reconoció que evitó “un conflicto comercial que habría golpeado duramente a nuestra economía exportadora y nuestro gran sector automotor”.
Pero también dejó claro que el acuerdo representa un límite: “Debemos buscar socios en el mundo que compartan nuestra forma de pensar”, dijo en el evento gubernamental.
Esa frase resume lo esencial: una Europa que busca mitigar su dependencia de EEUU y avanzar hacia una arquitectura comercial más multipolar, con alianzas sostenibles y estrategias de beneficios recíprocos.
El llamado es claro: fortalecer la autonomía estratégica, garantizar sistemas sociales sostenibles y construir un comercio global más predecible. En tiempos de incertidumbre económica, Alemania quiere recuperar el control de su destino.