A semanas de su llegada a la calle Corrientes, la bailarina se sinceró sobre su visión de la obra, su labor en diferentes rubros y su expectativa de cara al estreno (@joynixmedia y @agenciacoralok)

No todo lo que brilla es una pantalla. Flor Jazmín Peña, que en los últimos años conquistó el universo del streaming, se ganó un lugar de referencia entre los jóvenes con Nadie dice Nada por Luzu TV, y dejó huella en la pista del Bailando por un sueño como campeona indiscutida de 2019. Su mundo, sin embargo, no termina ahí. Porque en medio del vértigo de los vivos, la sobreexposición digital y la rutina programada de cada mañana, algo más profundo empezó a latirle adentro: el deseo de volver a la escena. De subirse otra vez a un escenario que no tuviera ni chats, ni cámaras, ni tiempos marcados por un operador. Y ahí apareció La Llamada. En diálogo exclusivo con Teleshow, se entrega sin filtros: habla de su historia personal, de su necesidad de reconectar con su faceta artística más profunda, del vértigo que le provocó dar un paso al costado en el streaming para seguir una intuición que le ardía por dentro.

Cuando la exposición es diaria, el deseo necesita espacios propios para seguir respirando. Y en esa pausa interior, Flor escuchó algo que la llevó a tomar una decisión inesperada: volver al escenario teatral. No para improvisar ni entrevistar. Sino para actuar, cantar y bailar en una obra que interpela con fuerza: La Llamada, el musical creado por Javier Calvo y Javier Ambrossi, también conocidos como Los Javis, que desde su estreno en España no dejó de viajar por el mundo, sumando espectadores y emociones. Su historia, una mezcla explosiva entre espiritualidad, adolescencia, libertad y canciones de Whitney Houston, ahora llega al Teatro Astros el 15 de julio, y Flor será Susana Romero, uno de los personajes clave de esta revelación colectiva.

El teatro, con sus tiempos artesanales y su energía irrepetible, le ofreció un espacio distinto: más introspectivo, más físico, más comprometido. No se trató de renunciar a lo que ya era, sino de reconectar con lo que había sido. Y así, con la certeza de que no hay transformación sin riesgo, dejó por un momento el vértigo del mundo digital para abrazar la intensidad del escenario. Y no estará sola arriba de las tablas, sino que junto a ella estarán César “Banana” Pueyrredón, Leticia Siciliani, Juli Castro y Mariano Saborido, todos dirigidos por Juanse Rausch en una puesta que promete ser tan luminosa como disruptiva. Pero más allá del fenómeno teatral que promete copar la calle Corrientes, hay algo más profundo latiendo en este regreso. Una búsqueda personal. Un llamado, como sugiere el título de la obra, que ella también decidió atender.

Flor se anima a volver al ambiente teatral con su participación en La Llamada

¿Qué fue lo que te atrajo principalmente de este proyecto? ¿Tenías experiencia previa?

Fue una propuesta que me encantó desde el principio. Yo venía con muchas ganas de volver a subirme al escenario. Estuve cinco años haciendo Nadie dice nada. El proyecto creció un montón. Empezó a demandar ser la prioridad. Entonces estuvimos girando, haciendo cosas nuevas que me encantaban, y me fui alejando un poco de mi artista, porque yo siempre trabajé dando clases como bailarina, como coreógrafa. Entonces, después de cinco años intensos, tenía ganas de poder volver a lo que era mi rutina antes y a los escenarios, que es algo que me apasiona y que me encanta.

¿Y en qué momento llegó la propuesta?

La propuesta me llegó por Vane Pellicer, que supo del proyecto y dijo: “Ese personaje tiene que ser para Flor”. Habló con Juanse y la producción, que me conocían y confiaron en mi trabajo. Incluso antes de contarle a mis compañeros que no iba a estar, ya había bajado cinco veces por semana al programa y pasé a dos veces por para poder volver a entrenar como antes y tener tiempo para otros proyectos. Y en ese momento me llega esto, que me pareció espectacular. No sabía mucho de la obra, más allá de que es conocidísima y fue un éxito total en España. Miré la película, la historia, el mensaje, el humor… me encantaron. Me pareció súper desafiante. Yo nunca canté en el escenario. Esta propuesta me hace cantar, bailar y actuar. Y el elenco es espectacular. Está Mariano, que es un actor espectacular; Leti, que la rompe; César, que es Dios en la obra y espectacular; Juli, con quien tenemos un vínculo hermoso. Me cerraba por todos lados. Y, sobre todo, lo más lindo me parece que es el mensaje y el humor que tiene. Las canciones también son divertidísimas.

Flor ocupa el rol protagónico junto a Juli Castro, quien también se sube a las tablas el próximo 15 de julio

¿Y cómo fue tu acercamiento al personaje? ¿Te viste reflejada en algún momento por lo que atraviesa?

Me siento súper identificada con Susana. Con esa valentía y esa motivación que le transmite al resto para animarse a hacer lo que tiene ganas. En una de las últimas escenas, tengo un monólogo importante. Lo ensayaba sola en mi casa y me emocionaba. Me vi reflejada en esa Florencia que se motivaba a sí misma cuando no había nada de lo que hay hoy. Cuando decidí dejar la carrera, enfrentar a mis viejos y dedicarme a bailar, que no prometía nada. Como cualquier carrera artística. Y cuando me hice cargo de que estaba enamorada de una mujer, lo que generó un malestar familiar grande. Era una sorpresa que ellos no esperaban. Y, sin embargo, me hice cargo porque era algo tan grande que no podía dejar pasar. Susana tiene ese espíritu. Motiva, te empuja a hacerte cargo de lo que sentís. A intentarlo, al menos. Pero jamás a darse por perdido.

¿Alguna vez te imaginaste que la religión y la cultura pop se podían combinar?

—Jamás. Y creo que esa es una de las razones por las que acepté el proyecto. Me encanta cómo combina la comunidad LGBT con la religión, con la fe, con hacerse cargo de lo que te dice esa llamada interna cuando sucede. A veces, lo que uno escucha de sí mismo genera miedo. No siempre es racional ni conveniente. Pero cuando uno toma ese camino, las cosas se acomodan. Y después entendés que tomaste el camino correcto. Porque te la jugaste por lo que te latía adentro.

¿Te parece importante que una obra como esta toque temas como identidad, libertad y descubrimiento personal?

. Primero, porque es para un público de todas las edades. Y segundo, porque siempre me gustó ver algo que me deje un mensaje. Me acuerdo cuando era chica y fui con mi mamá a una obra en Avenida Corrientes. No sé cómo llegué ahí, pero me habló directamente. Era un mensaje parecido al de La Llamada. Es como un respiro, una caricia. Cuando tenés un deseo grande y un llamado del alma a cambiar decisiones, hay miedo, soledad. Sentís que vas a perder lo que construiste, a la gente que te conocía como eras. Entonces, me llena de orgullo formar parte de una obra que hable de corazón a corazón. Que sea una caricia para quien está desesperado, que ya no es feliz con su vida actual y necesita cambiar. Eso es un acto de valentía total.

¿Fue un gran paso tomar esta decisión de bajar tu participación en el streaming y volver al baile con esta propuesta?

—Obvio que me dio miedo. Pasé muchas veces por estas crisis donde lo que me funcionaba dejó de funcionarme. Por suerte, ya me conozco. Pero sí, temía que no aceptaran que estuviera menos días. Nunca nadie lo había hecho. Siempre que alguien dejaba el proyecto, dejaba del todo. Pero por suerte Nico (Occhiato) y los directivos entendieron que uno para estar bien y dar lo mejor, también tiene que estar bien. Yo ya no me sentía bien en esa rutina. Necesitaba un cambio.

Y los ensayos, ¿cómo fue encontrarte con figuras como César Banana Pueyrredón, tan de otra generación?

Estoy súper contenta. Todos venimos de recorridos diferentes: Mariano viene del under, Leti de las tiras, César nunca hizo teatro antes… pero todos tiramos para el mismo lado. En Luzu estoy súper cómoda, pero no siempre hay tan buen clima. Acá sí. Juanse es amoroso en su dirección. Es un gran aprendizaje y un gran desafío.

En la piel de Susana Romero y María Casado, la dupla de Peña y Castro se sumerge en un campamento de monjas y música pop

¿Te parece importante que tu público, especialmente quienes te siguen desde el streaming, pueda ver la obra y reflexionar con ella?

—Sí. Me parece que hay que invitar a toda la sociedad. Porque más allá de las diferencias, todos nos encontramos tarde o temprano con ese llamado interno. Ese deseo que te grita. Así que es una obra para todos.

¿Qué esperás que se lleven quienes vayan a verla?

Ojalá se vayan con el pecho inflado. Lleno de valentía y esperanza. Como me pasó a mí de chica con aquella obra. A veces, lo que deseás parece una fantasía. Creés que no puede ser real. Pero ver artistas felices, con un mensaje hermoso, invita a soñar. Eso es súper importante, más en estos tiempos.

¿Tenés otros proyectos en paralelo?

—Sí. Además de este proyecto, sigo en Luzu martes y jueves. Y además, estoy como artista invitada en Fuerza Bruta. Pronto, por lo que estoy chocha. Tuvimos dos ensayos espectaculares. Me encanta invitar a la gente a moverse, a liberar el cuerpo. Una locura hermosa donde voy a estar con colegas y amigos con los que ya trabajé. Así que feliz con todo mi presente laboral.

Hay decisiones que se toman con la cabeza. Otras, con el cuerpo. Pero las más importantes se toman con el corazón. Flor no dejó el streaming, no abandonó los estudios ni le soltó la mano a quienes la siguen día a día. Lo que hizo fue mucho más profundo: eligió responder un deseo que la llevó a subirse a las tablas con un proyecto que tiene a sus fanáticos inquietos por ver en primera fila. A ese impulso silencioso que no pide likes, pero que transforma. En un mundo donde todo pasa rápido y se olvida aún más rápido, ella decidió parar, escucharse y volver a empezar. Desde otro lugar porque, a veces, la verdadera revolución empieza con una llamada. Y esta vez, Flor atendió.

Crédito de fotos: @joynixmedia y @agenciacoralok.