En 2025, la inteligencia artificial ganó terreno y dejó su marca: nuevos usuarios empezaron a usar estas plataformas y gigantes tecnológicos anunciaron fuertes inversiones en esta industria. Pero, ¿qué hace falta para que el impacto cruce el umbral y despegue definitivamente en 2026?
Los números de esta industria son por sí mismos muy elocuentes: ChatGPT alcanzó los 700 millones de usuarios activos semanales en julio de 2025, según una investigación realizada por la misma plataforma junto a economistas de Harvard, un número que equivale a casi al 9% de toda la población del planeta. Por su parte, Google anunció, en su informe de resultados del tercer trimestre, que su aplicación Gemini alcanzó los 650 millones de usuarios activos mensuales.
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Números de una investigación de mediados de año del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) mostraban que, los trabajadores de más del 90% de las empresas que encuestaron hacían uso regular de herramientas personales de IA para tareas laborales.
Pero los números no terminan ahí y ponen más cartas sobre la mesa: la tecnológica Nvidia anunció una inversión de hasta US$100.000 millones en OpenAI, principalmente para impulsar infraestructura y chips avanzados; por su parte, OpenAI firmó un contrato de cerca de US$300.000 millones con Oracle para comprar capacidad en la nube. Y Meta acaba de conseguir financiamiento por US$27.000 millones para financiar un data center.
A nivel global, las proyecciones de UBS -uno de los mayores bancos y grupos de servicios financieros del mundo-, aseguran que se espera que el gasto anual global en inteligencia artificial (entre infraestructura de IA, energía y recursos para la demanda de electricidad) ascienda a US$375.000 millones para el cierre del 2025. “Y se estima que en los próximos cinco años se invertirán entre 3 y 7 billones de dólares en infraestructura de IA”, agrega el economista Lucas Pussetto, profesor de Economía del IAE Business School.
Ahora bien, expertos explican que, aunque la adopción de inteligencia artificial ha crecido a lo largo del 2025, la transformación real sigue siendo limitada. De hecho, la investigación ya citada, elaborada por el MIT, reveló hace tan solo unos meses que la IA no estaba generando retorno de inversión en el 95% de las organizaciones encuestadas.
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Manejar un Fórmula 1 en un garaje
Estos números hablan de que la euforia por incorporar IA es notable, incluso fue categorizada por algunos como un momento de “burbuja”, (en los que una tecnología o activo con potencial real se mezcla con expectativas desmedidas y capital que entraba más rápido de lo que el mercado podía absorber con proyectos sostenibles). Pero los expertos advierten que todavía no se está aprovechando el verdadero potencial de la IA, principalmente porque no se integra a los flujos de trabajo. Su adopción en organizaciones podría asemejarse a la compra un auto: alguien adquiere un Fórmula 1, por el furor que estos vehículos han tenido en el último tiempo, pero se desperdician sus potencialidades reduciendo su uso a simplemente hacer traslados dentro de una ciudad. Al mismo tiempo, “si las empresas realmente lograran incorporar la inteligencia artificial de forma profunda, el impacto sería enorme”, apunta el Dr. e Ing. Carlos Arana, profesor de UCEMA y consultor.
En ese contexto, muchos se preguntan ¿qué hace falta para que la IA logre una integración sólida y genere un crecimiento sostenible? Los especialistas coinciden en que es necesario incorporar cambios culturales y organizacionales, que transformen los procesos. “La IA no es un plugin: es un rediseño profundo de cómo trabajamos, decidimos y coordinamos. Mientras las empresas no cambien procesos y roles, la tecnología no podrá generar su impacto pleno”, explica Ingrid Toppelberg, instructora de Innovación en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Belén Ortega, empresaria y especialista en inteligencia artificial, coincide con Toppelberg y destaca que la inteligencia artificial tiene que dejar de ser un parche o un “extra” y se debe incorporar al diseño de procesos. “Hay que integrar IA como parte estructural, no como accesorio”, destaca y agrega que, al cambio de mentalidad en los procesos, es necesario contar con talento capacitado para estos cambios. “Invertir en formación: sin equipos con conocimientos adecuados, sin cultura interna de uso racional, sin ética, sin capacitación, la tecnología por sí sola sirve poco”, explica Ortega.

Ángel Pérez Puletti, CEO de Baufest, profundiza en esta idea y señala que, uno de los grandes aprendizajes del año es que usar inteligencia artificial no equivale a transformarse: “Cuando la IA se aplica de manera horizontal -copilotos, chatbots genéricos, automatizaciones estándar- mejora la productividad, pero no genera una ventaja competitiva sostenible. Si todos acceden a las mismas herramientas, el impacto es parejo. La verdadera transformación ocurre cuando la inteligencia artificial deja de ser un asistente y se integra al corazón del negocio, rediseñando procesos críticos y resolviendo problemas que no tienen una solución de producto en el mercado».
Además, agrega que, para que la IA transforme de verdad a las organizaciones es necesario ir más allá del uso de modelos de terceros o de las inteligencias artificiales genéricas como ChatGPT o Copilot. “La verdadera transformación aparece cuando la inteligencia artificial se convierte en un activo digital estratégico propio, entrenado con datos, procesos y conocimiento específico del negocio”, detalla Pérez Puletti.
La especialista Ortega señala que también es importante establecer una regulación clara -normas de privacidad, protección de datos, transparencia, responsabilidad, derechos laborales, ética en decisiones automatizadas-, algo que otorgará “certidumbre y permitirá inversiones más estables y sostenibles”. En este último punto coincide Marcelo De Luca, socio fundador y COO de The App Master, y detalla que “sin buenos datos, sin políticas claras de seguridad, privacidad y uso responsable, es difícil pasar de prototipos a sistemas críticos”.
En su caso, que trabaja creando soluciones tecnológicas para empresas, revela que es frecuente que las compañías acudan a ellos diciendo: “Queremos algo con IA, porque nuestros competidores lo están haciendo”. Sin embargo, advierten que todavía no tienen claro qué problema quieren resolver ni cómo medir el impacto. En este sentido, anima a hablar menos de “IA” en abstracto y más de problemas concretos. “Empezar siempre por: ¿qué proceso queremos mejorar?, ¿qué indicador queremos mover?, ¿cómo medimos éxito?“, agrega.
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“Si logramos hacer ese giro, lo que hoy tiene forma de burbuja puede convertirse en una nueva capa de infraestructura sobre la que se apoyen empresas más eficientes, más creativas y más competitivas. Y ahí sí, el ruido se transforma en valor real”, concluye De Luca.
La próxima evolución
Frente a este panorama, hay una pregunta inevitable que emerge entre ciudadanos, expertos y empresas: ¿cuál será la próxima frontera que cruzará la IA?
Una especialista de Google buscó responder esta inquietud en el evento AI Latam que se organizó hace unas semanas en el Centro de Convenciones Buenos Aires (CEC): “Los agentes de IA son los que van a destrabar el potencial que tiene la inteligencia artificial para las actividades que hacemos todos los días», señaló Natalia Scaliter, gerenta general de Google Cloud Argentina.

En los últimos años, son muchas las empresas que han incorporado chatbots para responder a inquietudes rápidas que los usuarios pueden llegar a tener. Pero un nuevo panorama se está abriendo con los agentes de inteligencia artificial: estos tienen capacidad de interpretar intenciones de usuarios, más allá de la manera en que éste expresa su pregunta y, a diferencia de un bot tradicional, no tienen una respuesta predefinida escrita, sino que trabajan con una base de conocimiento. Esto los habilita a realizar tareas más complejas e incluso a ejecutar acciones de forma autónoma; usan la IA, pero se conectan a aplicaciones y pueden realizar tareas en nuestro nombre. Por ejemplo, pueden enviar mails, programar citas, comprar productos online o gestionar un calendario, sin necesidad de hacer cada paso manualmente y entrecruzando información de otras plataformas. Es similar a un asistente que no solo aconseja, sino que también ejecuta las tareas.
Parte de la maduración de la inteligencia artificial en 2026 parecería que se vincula con un uso cada vez más extendido de esta IA agéntica. “Tenemos que pasar de un modelo de instrucción a un modelo de autonomía. Con lo que hoy tenemos no podemos resolver los procesos existentes en empresas», añade Juan Pablo Cosentino, profesor asociado y director académico del área Operaciones y Tecnología de IAE Business School, y explica que ese cambio va a ser radical, “porque hoy pensamos linealmente los procesos, buscamos que todo cumpla un flujo ordenado e inteligible, pero con la llegada de un agente autónomo, todo cambiaría”, concluye.