En algún momento iba a pasar. Y está ocurriendo. Después de más de una década de funcionamiento bajo un régimen de alta inflación –bordeando la híper en diciembre de 2023– y restricciones operativas por doquier que condicionaban toda su actividad, las empresas argentinas enfrentan una nueva realidad. Desafiante desde todos los ángulos y sin mucho tiempo para adaptaciones.

Con un mercado cerrado a competidores extranjeros por la falta de dólares y aranceles a la importación más altos durante el último gobierno de Alberto Fernández, la principal preocupación de los productores locales era conseguir los insumos para poder producir, mientras la inflación creciente disimulaba ineficiencias y corroía los planes de mediano y largo plazo. En un año de gestión de Javier Milei, el alza de precios bajó fuertemente a poco más del 2% mensual –un nivel todavía alto, pero que corrió la preocupación de la agenda diaria- y arrancó un proceso de desregulación llevado adelante por el ministro Federico Sturzenegger que está eliminando normativas en muchos sectores para agilizar la operatoria y alentar la competencia. Un terreno de juego diametralmente opuesto que demanda otras estrategias.

¿Están preparadas las empresas argentinas para competir en este escenario? ¿Qué están haciendo para acomodarse a las nuevas condiciones y bajar costos, sabiendo además que la agenda de reformas estructurales para ganar competitividad llevará tiempo, si finalmente ve la luz? Los cambios impositivos –bajar impuestos como reclamo urgente- y laborales permitirán reducir el “costo argentino”, junto con una mejora en la infraestructura, pero su velocidad depende de la política. Mientras tanto, los importados ejercen presión a la producción local (como ya puede verse en automóviles, electrodomésticos o alimentos) y el esquema cambiario sigue encerrando incógnitas.

“Hasta diciembre de 2023 las empresas tenían dos objetivos: que la macro no se las lleve puestas –y ahí el gerente de Finanzas era una pieza fundamental– y sortear todas las dificultades micro que le generaba el sector público: registros, importaciones, SIRA”, describe Dante Sica, director de la consultora Abeceb –muy ligada a la economía real– y exministro de Producción durante el gobierno de Mauricio Macri. “Todo lo demás, en una economía desanclada con alta inflación y precios máximos, perdía sentido. Si se iba la paritaria dos puntos no importaba, porque lo tiraban contra la inflación. O si tenían un problema de calidad, tampoco importaba, porque todos los productos valían lo mismo. La mayoría de la utilidad de las empresas en ese período era financiera, no operativa”, completa.

Dante Sica, director de Abeceb:

Hoy, gestionar un negocio en una economía más estable, con baja inflación y menos regulaciones es un gran reto para quienes venían acostumbrados a la situación anterior, señala Sica. Quedó en evidencia en el primer trimestre de 2024, cuando al liberarse los precios muchas empresas perdieron la sensibilidad del mercado y no supieron en qué nivel ubicarse en medio de la convulsión inicial con el dólar, adelantándose (cuando creían que el tipo de cambio podía llegar a $2000) o atrasándose, indica el exfuncionario.

Con el correr de los meses, el mundo empresarial tomó conciencia de que los cambios regulatorios y la estabilidad macro no eran pasajeros, y empezó a revisar procesos puertas adentro, cuentan cerca de las empresas. “Hay compañías que no trabajaban sobre la competitividad en serio casi desde los años 90, con intervalos”, afirma Gonzalo Santamarina, socio fundador de la consultora MAP, de trato frecuente con empresas multinacionales y locales de diferentes sectores. “El cambio está pasando y hay un proceso de crecimiento en la toma de conciencia por parte de las empresas, pero sin mucha claridad todavía sobre qué hacer frente a las nuevas reglas de juego. Hace muchos años que no piensan en cómo ser más competitivos”, afirma.

Así como la recuperación de la economía es heterogénea, con diferencias entre actividades, también dentro de cada sector pueden observarse realidades distintas, aclaran los especialistas. “Todas tenían problemas de competitividad interna y hoy se dan cuenta de que vuelve a ser importante el gerente de calidad, el de compras, el de comercialización. Y que una mala paritaria te saca del mercado, como le pasó al sector de la pesca, que tiene un convenio colectivo de hace 30 años”, pone como ejemplo Sica.

Gonzalo Santamarina, socio fundador de la consultora MAP:

“Si estamos hablando de una industria mano de obra intensiva que no ha recibido inversiones en tecnología, probablemente tenga que acelerar su proceso de reconversión para sobrevivir”, advierte José María Segura, economista jefe y socio de PwC Argentina. Sin embargo, dentro de cada industria pueden existir nichos con potencial competitivo, aclara. “El mercado argentino es limitado en términos de escala, y eso hace que algunas industrias no puedan ser competitivas si no buscan abastecer mercados externos”, explica Segura. En este sentido, la apertura económica puede ser una herramienta si logran transformarse. “Si no, corren el riesgo de incluso perder el mercado doméstico”, alerta.

No hay otro camino que invertir en tecnología para bajar costos, pero es preciso hacerlo de manera “quirúrgica”, con sentido para el negocio, recomienda Santamarina. Ese pensamiento estratégico quedaba diluido en la nominalidad de la inflación descontrolada, donde nada parecía importar.

“El gran impulsor del cambio y la mejora de la competitividad va a ser la tecnología, la inteligencia artificial, la incorporación de sistemas. Hay mucho de eso, dentro de la etapa de buscar las ineficiencias internas, que son muchas más de lo pensado”, insiste Sica.

Para Segura, “costos impositivos y flexibilidad del mercado laboral son dos factores sumamente importantes para que las empresas puedan ganar competitividad, no artificialmente, sino estructuralmente”.

“La industria es muy heterogénea. Evidentemente hay algunos sectores que salen muy beneficiosos y hay otros que realmente en el corto plazo la pueden pasar mal”, comparte Lucas Pussetto, docente del MBA del IAE Business School. A pesar de los desafíos iniciales, el académico sostiene que, a mediano y largo plazo, la apertura económica puede fortalecer a la industria: “Exponer a la economía a la competencia internacional también facilita la importación de bienes de capital y tecnología, y esto te da una ventaja importante para volverte más eficiente y más productivo”.

José María Segura, socio de PwC Argentina.

Negocios en revisión

Las multinacionales fueron las primeras en reaccionar y desde las casas matrices bajaron instrucciones a sus filiales locales para trabajar en mejoras de gestión y eficiencia. Entre firmas nacionales, muchas de ellas pymes, también comenzó un análisis introspectivo para ver qué consecuencias trajo el nuevo escenario importador.

Según señalan fuentes cercanas a las empresas, las primeras reacciones son revisar la estructura de planta, el mix de producción y evaluar si hoy conviene más dejar de producir alguna línea para pasar a importarla en forma completa.

“Los productos importados se están viendo cada vez más. En el caso de los lavarropas, la importación está llegando a niveles del 50% de participación del mercado. Pero los tiempos que la industria necesita para reconfigurarse no están en línea con la velocidad de apertura que estamos viviendo”, afirma Eduardo Zimmermann, presidente y cuarta generación al frente de Longvie, fabricante local con más de 100 años, tres plantas y 640 empleados.

Para el productor de más de 200 modelos entre termotanques, cocinas y lavarropas, el año último terminó con una caída del 15% en las unidades producidas respecto de 2023. “El arranque de 2025 por suerte está siendo mejor, aunque veníamos de números muy malos en 2024”, dice Zimmermann.

Eduardo Zimmermann, presidente de Longvie

“Estamos a favor de la apertura, porque entendemos que trae beneficios. Pero nosotros tenemos que hacer todos los deberes para reconfigurar nuestro negocio, bajar costos, lograr productividades nuevas y que la demanda traccione la producción”, opina sobre el cambio de contexto y agrega: “Hoy tenemos una incidencia de entre 30 y 35% de impuestos en el costo de cada producto. Si el Estado logra bajarnos 15 puntos de esa incidencia, ya estaríamos en los niveles de países como Brasil o México. El resto lo tenemos que hacer nosotros, encontrando la productividad e invirtiendo para eso”.

Longvie acaba de anunciar una inversión de US$1 millón para modernizar su planta de Paraná, Entre Ríos, donde produce termotanques. “Muchos me dijeron que estaba loco por invertir en este contexto, y mi respuesta fue muy simple: si no hacemos el intento de mejorar la competitividad, luchar contra China va a ser imposible”, sentencia el empresario que también tiene en estudio ampliar alianzas con empresas extranjeras e incluso complementar la producción con importaciones estratégicas.

Ignacio Tanzi, presidente de la empresa homónima, fabricante de maquinaria agrícola

Actualmente, la empresa mantiene convenios con el grupo Haier, a través de la marca Candy, fabricando lavarropas en la Argentina desde 2015, y con la mexicana Rotoplas, para la producción de termotanques de alta gama desde 2020. “Estamos analizando detenidamente cada línea de productos para determinar cuáles pueden beneficiarse de la importación sin afectar nuestra producción nacional. El futuro es la complementariedad”, explica.

“Si van a venir nuevos jugadores, ¿por qué no ser la puerta de entrada de esos jugadores?”, plantea Santamarina como una de las respuestas que pueden ensayar productores locales para amortiguar el impacto y, de paso, abrir una nueva línea.

El sector metalúrgico fue uno de los que advirtió a fines del año último sobre el efecto que las importaciones podrían generar con la actual estructura impositiva. Un reciente informe de la Fundación Observatorio Pyme alertó que el 23% de las pymes industriales perdió participación de mercado el año último contra la competencia importada.

Dentro de ese mundo, la industria de maquinaria agrícola está atenta al nuevo escenario. “Hicimos inversiones muy grandes para salir a competir al mundo con tecnología, innovación y nuevos desarrollos”, asegura Ignacio Tanzi, director de la empresa santafesina homónima, que apostó a la modernización para mantenerse competitiva.

Lucas Pussetto, profesor de IAE Business School

La empresa inaugurará próximamente una nueva planta industrial en Arequito, Santa Fe, con una inversión superior a los US$20 millones, que contará con procesos robotizados y tecnología de punta. “Este año viene muy bien porque hay una muy buena cosecha en la mayoría del país, aunque el precio de algunos commodities como la soja no acompaña del todo, pero sí en otros como el maíz”, explica Tanzi. A pesar de estos factores, la compañía proyecta un incremento de ventas del 10 al 15% para 2025.

Una de las estrategias de Tanzi fue enfocarse en nichos específicos del mercado y en la diferenciación de sus productos. “Las grandes multinacionales importan máquinas fabricadas masivamente, que muchas veces no se adaptan a los requerimientos de nuestros clientes”, señala el empresario, que no deja de advertir sobre las dificultades que impone el costo argentino a la hora de exportar. La compañía mantiene una fuerte presencia en el mercado externo, exportando a países como Bulgaria, Rumania, Uruguay y España.

El empresario también destaca que la globalización obliga a repensar la relación con los proveedores. “Antes buscábamos proveedores a 200 kilómetros a la redonda y ahora tenemos la posibilidad de salir a buscar al mundo. Necesitamos que todos nuestros proveedores sean más competitivos en sus precios”, afirma el director de la compañía que emplea a 150 personas y espera llegar a las 200 para fin de año.

Con los ojos en Vaca Muerta

Como parte del proceso de revisión interna para bajar costos, hay empresas dedicadas a una actividad que salieron a buscar oportunidades de reconversión como proveedores de otro sector con mayor futuro, como petróleo y gas en Vaca Muerta o minería, señala Santamarina. Puede ser el caso de una metalmecánica que abastece a una automotriz y ahora explora cómo integrarse a otra cadena de valor. “Por eso es clave entender el contexto y qué pasará con el sector en el que estás, además de tener claro el modelo de negocios”, afirma.

La necesaria búsqueda de competitividad –la palabra que más se escucha por estas horas en cámaras empresarias– llevará a un proceso de adquisiciones y consolidación en muchos sectores, evalúa Sica: “En una economía más integrada, competitividad también es escala. Este año veremos mucha compra de activos por parte de empresas. Hay firmas locales muy buenas, de tercera o cuarta generación, que necesitan invertir capital propio [para adaptarse al nuevo marco] y tal vez prefieren vender. Y del otro lado puede aparecer una multinacional del mismo sector que compra y consolida el negocio”.

Otra prueba de la nueva realidad que va cobrando forma.