Un nuevo capítulo en la larga campaña contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) se abrió el pasado martes 19 de agosto, cuando las fuerzas del Comando Central de Estados Unidos (CENTCOM) llevaron a cabo una operación terrestre en el norte de Siria, que culminó con la muerte de un alto mando del grupo yihadista.
Según un comunicado oficial del CENTCOM publicado el 21 de agosto desde Tampa, Florida, “las fuerzas del Comando Central de Estados Unidos condujeron con éxito una incursión en el norte de Siria el 19 de agosto, matando a un miembro senior de ISIS y financiero clave que planificaba atentados en Siria e Irak”.
El comandante del CENTCOM, almirante Brad Cooper, afirmó: “Continuaremos persiguiendo a los terroristas de ISIS con una determinación inquebrantable en toda la región. Junto con nuestros socios y aliados, el Comando Central se mantiene firme en nuestro compromiso de garantizar la derrota duradera de ISIS y la protección del territorio de Estados Unidos”.
Aunque el nombre del líder fue omitido en los comunicados, medios como Fox News informaron que el individuo había sido considerado un posible sucesor del “Emir de ISIS en Siria”. No se reportaron bajas civiles ni entre las fuerzas aliadas.
Esta operación se inscribe en el esfuerzo continuo por neutralizar el resurgimiento de ISIS, a pesar de haber perdido su último bastión territorial en 2019. Desde entonces, el grupo se ha transformado en una amenaza difusa, operando a través de células radicalizadas, atentados aislados y redes de financiación clandestinas en zonas remotas como el desierto sirio y las montañas iraquíes.
Según el Institute for the Study of War, la operación ocurrió justamente en la localidad de Atimah, en la provincia de Idlib, cerca de la frontera con Turquía, una zona que ha sido escenario de incursiones y tensiones desde 2025.
El trasfondo es complejo. En julio, otra operación similar en Al-Bab, Alepo, ya había neutralizado a un líder local de ISIS, demostrando que, aunque el grupo no retiene territorio, conserva la capacidad de ejecutar ataques selectivos.
Además, en mayo de 2025, el grupo realizó atentados con coches bomba en el sur de Siria, como en Tulul al‑Safa, dirigido al nuevo gobierno sirio. Se sospecha que estos ataques formaban parte de una campaña para retomar visibilidad y restablecer sus redes.
El contexto humanitario también alimenta la amenaza. Un informe de junio por parte del Congreso de EEUU resaltó que unos 2.000 combatientes de ISIS siguen activos en Siria e Irak, otros 8.000 están detenidos en instalaciones kurdas y 20.000 en cárceles iraquíes. Además, unos 34.000 desplazados internamente —muchos en condiciones frágiles— podrían ser objeto de reclutamiento.
Frente a ese escenario, el enfoque declarado por el CENTCOM y los países aliados combina disuasión —a través de operativos como este— y la estabilización local mediante repatriación, desradicalización y fortalecimiento de las fuerzas de seguridad locales.
El derribo del líder financiero puede ser significativo. El financiamiento ha sido siempre vital para ISIS, permitiéndole reclutar, pagar atentados e influir localmente. Interrumpir esas finanzas perjudica su estructura operativa, aunque el vacío podría ser rápidamente cubierto por redes persistentes.
Sin embargo, operar en zonas fragmentadas como Idlib o Al-Bab no está exento de riesgos. La presencia de fuerzas turcas, las milicias sirias, los kurdos y los propios servicios de inteligencia árabes convierte esas áreas en puntos de confluencia de intereses contrapuestos, donde cada movimiento geopolítico puede alterar el equilibrio.
La operación muestra que, pese a los golpes recibidos en los últimos años, el grupo conserva capacidad para reorganizarse y proyectar ataques, obligando a Estados Unidos y a sus aliados a mantener la presión constante en la región