Un grupo de científicos de España, Irlanda y Países Bajos descubrió que la microbiota del intestino juega un papel clave e inesperado en la relación entre el ejercicio físico y la memoria.
No alcanza con moverse: la cantidad y la intensidad importan, y es la microbiota intestinal la que determina el verdadero impacto en el cerebro.
Con la investigación se detectó que solo el ejercicio físico moderado puede potenciar al máximo la memoria. Publicaron los resultados obtenidos a partir de experimentos en animales en eBioMedicine, del grupo de revistas The Lancet.
Afirman que entrenar durante 40 minutos a ritmo medio produce los mayores beneficios para las capacidades cognitivas y favorece la generación de nuevas neuronas.
También advirtieron que si se supera el límite de intensidad o duración, los efectos positivos desaparecen y pueden volverse negativos.
Esta respuesta sigue una curva llamada «hormesis», cuyo “punto de inflexión” marca el momento donde el ejercicio deja de ser beneficioso.
“El secreto está en no excederse: hay una dosis justa de actividad desde la que el cuerpo y el cerebro logran mejoras. Superar esa cantidad no ayuda, puede anular los beneficios”, detalló Elisa Cintado, autora principal del trabajo e investigadora del Centro de Neurociencias Cajal (CNC-CSIC) en España.
Es decir, mantener la regularidad y la moderación demostró ser fundamental.
El estudio fue liderado José Luis Trejo y colaboraron investigadores del Colegio Universitario Cork de Irlanda y Centro Médico de la Universidad de Amsterdam, en Países Bajos.
¿Qué es la microbiota y para qué sirve?
La microbiota está formada por miles de microorganismos que viven en el intestino. Ayuda a digerir los alimentos, defiende al cuerpo de infecciones y colabora en la maduración del sistema inmune.
Cada persona cuenta con una microbiota única, que depende de su alimentación, la genética, el entorno y el nivel de actividad física.
Los investigadores se habían propuesto establecer si la diversidad bacteriana que surge gracias a la práctica de ejercicio moderado explica los beneficios observados en la memoria y la aparición de nuevas células nerviosas.
Así fue el experimento y esto se descubrió
El equipo de científicos realizó experimentos en ratones. Los sometió a rutinas de ejercicio de diferente intensidad: moderada, prolongada y alta.
Todos los animales se mantuvieron bajo condiciones controladas para analizar cambios claros en la microbiota y el cerebro.
Los ratones que trotaron a ritmo medio durante 40 minutos desarrollaron la mayor diversidad bacteriana y mostraron mejor memoria.
También aumentaron la producción de neuronas nuevas en el hipocampo, una región esencial para el aprendizaje.
Al examinar la microbiota intestinal, los investigadores hallaron géneros como Acetatifactor y especies de Lachnospiraceae relacionados con mejores resultados en las pruebas cognitivas. Esta relación fue más allá de la coincidencia.
Para comprobar si estas bacterias generan los beneficios, el equipo realizó trasplantes de microbiota fecal. Al transferir microbios de ratones entrenados moderadamente a animales sedentarios logró que también mejoren su memoria y su neurogénesis.
En cambio, las bacterias de animales sometidos a ejercicio intenso o prolongado no produjeron esos efectos. Solo la microbiota de los que hicieron ejercicio moderado permitió los avances en memoria.
Otras observaciones mostraron que el ejercicio moderado ayudan a mantener la integridad de la barrera hematoencefálica y del epitelio intestinal, ambos vitales para la salud. El ejercicio intenso alteró esas defensas.
Las asociaciones entre niveles de bacterias intestinales y los marcadores de nuevas neuronas confirmaron que la microbiota es clave para la plasticidad cerebral.
“Las correlaciones estadísticas entre los niveles de ciertas bacterias intestinales y los marcadores celulares de neurogénesis fueron consistentes, lo que refuerza la hipótesis de que la microbiota intestinal actúa como moduladora de la plasticidad cerebral”, indicó José Luis Trejo.
Nuevos horizontes para la salud y la prevención
Aunque los experimentos fueron en animales, los investigadores señalaron implicancias directas para la salud humana.
“El impacto del ejercicio sobre el cerebro depende profundamente del tipo, duración e intensidad del mismo, y personalizar el ejercicio físico según las características fisiológicas y microbianas del individuo podría maximizar sus beneficios”, comentaron.
“Deberíamos replantearnos la idea que más ejercicio no siempre es mejor. Una práctica moderada, constante y adaptada a cada persona puede ser más eficaz tanto para el cuerpo como para el cerebro”, resumió el doctor Trejo.
En el futuro, los tratamientos podrían incorporar a la microbiota y la personalización de los entrenamientos para prevenir o tratar trastornos cognitivos.
El estudio recibió subsidio del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de España.