El opositor Lee Jae-myung se perfila como el próximo presidente de Corea del Sur después de que las proyecciones de las principales cadenas televisivas lo declararan ganador en las elecciones presidenciales extraordinarias celebradas el martes, marcando el regreso del bloque progresista al poder tras meses de crisis política.
“Si el resultado se confirma tal como está, rindo homenaje a la gran decisión del pueblo”, declaró Lee en la medianoche del martes frente a su domicilio en el distrito de Gyeyang, Incheon, mientras las primeras proyecciones lo colocaban como claro vencedor de los comicios.
Las cadenas KBS, MBC y SBS consideraron como “segura” la elección de Lee a las 23:40 hora local, basándose en sus proyecciones y los sondeos de salida que le otorgaban el 51,7% de los votos, superando en 12,4 puntos porcentuales al conservador Kim Moon-soo del Partido del Poder del Pueblo, quien obtuvo un 39,3%.
Un triunfo que cierra una crisis sin precedentes
La probable victoria de Lee representa un cambio de rumbo político fundamental para Corea del Sur y el retorno del liberal Partido Democrático al poder tras la destitución del conservador Yoon Suk-yeol, quien fue removido del cargo por su fallida imposición de ley marcial en diciembre pasado.
“Haré todo lo posible por cumplir con la gran responsabilidad y misión que me fue encomendada para no defraudar las expectativas de nuestro pueblo”, prometió Lee ante los reporteros, antes de partir rumbo a Yeouido, en Seúl, sede del parlamento surcoreano.
El candidato del Partido Democrático, de 60 años, asumirá el cargo sin período de transición, como estipula la ley en comicios extraordinarios, con la investidura prevista para este miércoles, pocas horas después del anuncio oficial de los resultados.
De la pobreza al poder: el ascenso de Lee Jae-myung
Nacido en 1964 en Andong, en el centro-este del país, Lee creció en la pobreza tras mudarse con su familia a Seongnam, ciudad dormitorio de Seúl. Su historia personal refleja el sueño surcoreano de superación: tras una infancia difícil, completó estudios de Derecho con una beca y trabajó como abogado de derechos humanos antes de ingresar a la política en 2004.
Su carrera política lo llevó a ser alcalde de Seongnam entre 2010 y 2018, y posteriormente gobernador de Gyeonggi, la provincia más poblada del país. Durante estos cargos se destacó por sanear las finanzas públicas y lanzar programas sociales innovadores, incluido un ingreso básico universal para los jóvenes.
Tras perder por un estrecho margen las presidenciales de 2022 frente a Yoon, Lee relanzó su carrera política con un enfoque más conciliador. Fue nominado oficialmente candidato presidencial del Partido Democrático el 27 de abril con un abrumador 89,77% de apoyo, días después de que el Tribunal Constitucional destituyera a Yoon.
La sombra judicial que persigue al nuevo líder
Sin embargo, Lee comenzará su mandato bajo la sombra de un juicio penal que amenaza con convertirse en su mayor obstáculo político. El Tribunal Supremo ordenó en mayo reabrir un juicio contra él por supuesta falsedad en declaraciones vinculadas a un proyecto urbanístico en Daejang-dong, con una nueva audiencia prevista para el 18 de junio.
Sus adversarios lo vinculan a un presunto esquema irregular de reparto de beneficios en dicho proyecto, en el que un funcionario implicado, Kim Moon-ki, fue hallado muerto en 2021. Aunque fue absuelto en segunda instancia, el Supremo anuló el fallo.
La situación legal presenta un dilema constitucional: mientras la Constitución surcoreana establece que un presidente no puede ser procesado penalmente durante su mandato salvo por insurrección o traición, los expertos discrepan sobre si los juicios iniciados antes de la investidura pueden continuar.
Un perfil renovado y moderado
Durante la campaña electoral, Lee moderó considerablemente su discurso y se movió hacia una posición “centrista-conservadora”, reduciendo su lenguaje combativo y enfocándose en propuestas económicas y tecnológicas concretas.
Aunque mantiene su compromiso histórico con la justicia social, ahora plantea también la creación de un Ministerio de Clima y Energía y políticas de estímulo industrial y digital. En materia de igualdad de género, evitó confrontaciones ideológicas y se comprometió a expandir el Ministerio de Igualdad de Género y Familia, contrastando con sus rivales conservadores que abogan por su abolición.
En política exterior, Lee ha mantenido un perfil bajo pero ha reafirmado su intención de restablecer el diálogo intercoreano como vía para reducir tensiones. Su equipo de campaña promete una diplomacia “pragmática y de beneficio mutuo”, basada en el diálogo racional y transparente.
Desafíos en un país polarizado
El nuevo presidente se encontrará con una sociedad profundamente marcada por las brechas ideológicas y de género, además de enfrentar desafíos inmediatos en política exterior, incluida la negociación con Estados Unidos en el contexto de los aranceles establecidos por el presidente Donald Trump.
En su último acto de campaña, celebrado el lunes en Seúl, Lee prometió que con su mandato “comenzará el cumplimiento de una revolución luminosa” y se comprometió a “encontrar sin falta a los responsables de la insurrección” relacionada con la imposición de ley marcial.
“Si el pueblo une sus fuerzas, lograremos que se frene la violencia de los poderosos y se proteja a los débiles, una gran nación armoniosa donde todos vivamos juntos y con esperanza”, declaró ante miles de seguidores.
Con el país aún marcado por la segunda destitución presidencial en apenas tres ciclos electorales y en un clima de alta polarización, Lee ha repetido en sus discursos que su objetivo es cerrar la era del enfrentamiento y abrir una nueva de unidad y esperanza.
El conteo oficial de votos continuaba en la madrugada del miércoles, con Lee Jae-myung manteniendo una ventaja de aproximadamente 6,4 puntos porcentuales sobre su rival conservador cuando se había contabilizado el 54,1% de los sufragios.
La confirmación oficial de los resultados se espera en las próximas horas, antes de la ceremonia de investidura que marcará el inicio de una nueva era política en Corea del Sur.