El consumo de cigarrillos electrónicos se disparó en la última década y hoy representa un desafío sanitario internacional. Según el Global State of Tobacco Harm Reduction, un informe internacional que evalúa cada dos años el avance de los productos de nicotina alternativos y su impacto en la salud pública, en 2021 había 82 millones de usuarios de vapeadores en el mundo, una cifra que alcanzó los 114 millones en 2023.
Entre los adolescentes y jóvenes adultos, el crecimiento ha sido sostenido, impulsado por la facilidad de acceso, la variedad de sabores y la percepción de bajo riesgo. A modo de ejemplo, en Estados Unidos, la Encuesta Nacional de Tabaco en Jóvenes de 2024 registró que el 5,9% de los estudiantes de secundaria utilizaba cigarrillos electrónicos de manera habitual, lo que marca una caída respecto a años anteriores, pero confirma la magnitud del fenómeno.
En tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que estos productos son dañinos, adictivos y que no deben ser recomendados como estrategia de cesación tabáquica a nivel poblacional.
Qué identificó la investigación
La revista Tobacco Control publicó la revisión más amplia realizada hasta el momento sobre el impacto del vapeo en adolescentes. Se trata de una «revisión paraguas» —síntesis de 56 revisiones sistemáticas que en conjunto abarcaron más de 380 estudios internacionales—, coordinada por investigadores de la Universidad de York y la London School of Hygiene & Tropical Medicine.
El hallazgo central es claro: los adolescentes que vapean tienen tres veces más probabilidades de comenzar a fumar cigarrillos tradicionales que quienes no usan cigarrillos electrónicos. La revisión también identificó asociaciones consistentes con problemas de salud física y mental, entre ellos asma, bronquitis, neumonía, cefaleas, mareos y síntomas depresivos.
“A través de estudios internacionales, identificamos que los jóvenes que usan cigarrillos electrónicos tienen más probabilidades de fumar en el futuro. Estos hallazgos refuerzan la necesidad de políticas de salud pública más estrictas para proteger a los adolescentes a nivel mundial”, señaló Su Golder, profesora de la Universidad de York y coautora de la investigación.
Los autores advierten, no obstante, que la mayor parte de la evidencia es observacional, lo que impide establecer causalidad definitiva. Aun así, el patrón de asociaciones fue considerado “consistente y preocupante”.
Debate científico y voces críticas
Aunque el consenso en torno a los riesgos es amplio, existe discusión sobre la magnitud del efecto. Investigadores como Emma Beard, del University College London, han sostenido que calificar al vapeo como una “puerta de entrada” directa al tabaquismo puede ser prematuro. Sus estudios poblacionales en Inglaterra encontraron que el aumento del vapeo juvenil no siempre se tradujo en más fumadores, aunque no descartan efectos en determinados grupos.
El King’s College London publicó en 2022 un informe que afirmaba que, en adultos fumadores, cambiar completamente a cigarrillos electrónicos puede reducir la exposición a tóxicos en comparación con fumar, pero que los riesgos en adolescentes justifican medidas restrictivas. El equilibrio entre daño relativo y prevención en jóvenes sigue siendo objeto de debate en la comunidad científica.
Qué dicen los organismos de salud
La OMS mantiene una postura de precaución: considera que los cigarrillos electrónicos son dañinos para la salud y adictivos, y desaconseja su uso como herramienta para dejar de fumar.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos coincide: afirma que los jóvenes que consumen cigarrillos electrónicos se exponen a riesgos neurológicos y de dependencia a la nicotina, y no obtienen beneficios de salud.
En la misma línea, Mayo Clinic advierte que la adolescencia es una etapa de alta vulnerabilidad para la adicción, dado que la nicotina puede alterar el desarrollo cerebral, afectar la concentración y aumentar la propensión a la ansiedad y la depresión.
Cómo funcionan los cigarrillos electrónicos
Estos dispositivos operan mediante la vaporización de líquidos que contienen nicotina, propilenglicol, glicerina y distintos aromas. A diferencia del tabaco tradicional, no generan alquitrán ni monóxido de carbono. Sin embargo, la exposición a nicotina y a otras sustancias químicas plantea interrogantes de largo plazo, especialmente en cerebros en desarrollo.
Diversos estudios han detectado además compuestos tóxicos como formaldehído y metales pesados en algunos líquidos y dispositivos, lo que incrementa la preocupación sobre sus efectos respiratorios.
Respuesta regulatoria internacional
El crecimiento del vapeo juvenil impulsó la adopción de medidas restrictivas en varios países:
- Reino Unido: prohibió la venta de cigarrillos electrónicos desechables desde el 1 de junio de 2025.
- Francia: implementó una prohibición similar en febrero de 2025.
- Brasil: mantiene desde 2024 la prohibición total de producción, importación y comercialización.
- Estados Unidos: la edad mínima de compra es 21 años; varios estados prohibieron sabores atractivos para jóvenes.
- Australia: desde 2024 solo se accede a vapeadores mediante receta médica, bajo un esquema farmacéutico estricto.
- España: reforzó las campañas de prevención y no reconoce a los cigarrillos electrónicos como herramienta válida de cesación.
- Argentina: la agencia regulatoria argentina prohíbe desde 2011 la importación, venta, publicidad y distribución de cigarrillos electrónicos; en 2023 extendió la medida a los productos de tabaco calentado, y en 2025 un proyecto en el Congreso Nacional busca endurecer sanciones y prohibir toda forma de promoción, con especial foco en la protección de menores.