“Ya tenemos una moción sobre la mesa”. Con esa frase, John G. Roberts Jr., presidente del Tribunal Supremo de Estados Unidos y canciller de la Institución Smithsonian, frenó la presión interna para acatar la orden de Donald Trump de destituir a la directora de la National Portrait Gallery. El episodio, revelado por The New York Times, expone la tensión entre la autonomía de las instituciones culturales y la injerencia política en uno de los museos más emblemáticos de Washington D.C..
La controversia se desató cuando Trump anunció en redes sociales que había despedido a Kim Sajet, entonces directora de la galería gestionada por la Smithsonian. El anuncio generó dudas inmediatas sobre la legalidad de la medida, ya que la autoridad para cesar a la directora reside en la junta directiva del museo, no en el presidente del país. Sajet continuó asistiendo a su puesto hasta que presentó su renuncia formal, lo que subrayó la incertidumbre institucional provocada por la intervención presidencial.
La presión para ejecutar la destitución no solo vino de la Casa Blanca. Carlos Gimenez, representante republicano por Florida y miembro de la junta, exigió que se cumpliera la orden de Trump. Fue entonces cuando Roberts intervino con su negativa, reafirmando el procedimiento interno y la independencia de la junta. Este gesto resultó decisivo para frenar la escalada y preservar la gobernanza del museo.
La respuesta formal de la junta directiva fue contundente. Emitió una resolución en la que estableció que solo la propia junta tiene la potestad de despedir a los directores de sus museos. Al mismo tiempo, el texto incluyó un compromiso: la Smithsonian otorgaría a sus directores “un plazo razonable para realizar los cambios necesarios que garanticen la imparcialidad de los contenidos, y deberán informar a la junta sobre los avances y sobre cualquier cambio de personal que se requiera en función del éxito o fracaso en la implementación de dichos cambios”. Esta resolución buscó equilibrar la autonomía del museo con la presión política.
El trasfondo de la crisis se remonta a una orden ejecutiva de Trump emitida a comienzos de año, en la que acusó a la Smithsonian de haber “caído bajo la influencia de una ideología divisiva centrada en la raza”.
En la publicación donde afirmó haber despedido a Sajet, el expresidente la calificó como “una persona altamente partidista y una firme defensora de la DEI”. Estas declaraciones intensificaron el escrutinio sobre la gestión de la galería y alimentaron el debate sobre el papel de la diversidad, la equidad y la inclusión en las instituciones culturales estadounidenses.
El clima de presión y vigilancia sobre el contenido de las exposiciones tuvo consecuencias inmediatas. La semana pasada, la artista Amy Sherald canceló la presentación de su muestra retrospectiva en la National Portrait Gallery. La decisión se debió a que le solicitaron retirar de la exposición un retrato de una mujer trans posando como la Estatua de la Libertad.