El salmón salvaje es esencial para la salud ecológica de los ríos y la conservación de la biodiversidad acuática (Peces.org)

Fuerte, ágil y astuto, el salmón salvaje es desde hace siglos uno de los grandes protagonistas del mundo pesquero. Sus migraciones —capaces de cubrir miles de kilómetros desde el océano hasta los ríos donde nació— lo han convertido en símbolo de resistencia y abundancia, además de ser codiciado en restaurantes de alto nivel. Pero debajo de esa imagen dorada, hoy se libra una batalla crucial por su supervivencia: la disminución de ejemplares salvajes es tan acelerada que ni la tecnología ni los avances de la industria han conseguido revertir la tendencia.

Un símbolo de la pesca global, en riesgo

El salmón salvaje forma parte de la identidad de decenas de regiones: es el centro de tradiciones indígenas en Alaska, inspiración para festivales en Escocia y hasta figura en la heráldica de ciudades europeas. Sin embargo, como señala The Guardian, la sobrepesca, la pérdida de hábitat y los efectos del cambio climático han reducido drásticamente su población.

En el Atlántico Norte, apenas dos millones de salmones regresan cada año a los ríos para reproducirse, frente a los estimados 600 millones de ejemplares que produce la acuicultura a nivel mundial, según datos de The Conversation y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Mientras la industria mundial de la acuicultura genera más de 300.000 millones de dólares anuales y abastece los mercados con producto de criadero, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ya considera al salmón del Atlántico como “especie en peligro” en el Reino Unido y alerta sobre un declive sin freno en buena parte del hemisferio norte.

Científicos coinciden en que la restauración de hábitats y la eliminación de barreras migratorias son claves para salvar al salmón salvaje (EFE/Gloria Nieto)

El espejismo de la acuicultura: ¿rescate o amenaza?

Para compensar la drástica baja de ejemplares en libertad, numerosos países han implementado programas de liberación de salmones criados en cautiverio. Noruega, Canadá y Escocia —potencias históricas de la pesca— se han volcado a la industrialización de la cría, según reportó The New York Times. Sin embargo, la evidencia científica más reciente indica que esta estrategia tiene un techo biológico insuperable.

Una investigación sobre el salmón de Saimaa en Finlandia, difundida por The Conversation, revela que los peces criados incluso durante apenas un año en estanques muestran asimetría física y menor capacidad de adaptación al entorno natural en comparación con sus pares salvajes. Las alteraciones incluyen aletas y mandíbulas menos desarrolladas, rasgos cruciales para la supervivencia en ríos de corrientes fuertes y dietas impredecibles.

El estudio va más allá: incluso con la inclusión de refugios y la variación de flujos de agua, los criaderos no logran simular las condiciones de la naturaleza. Además, la introducción de peces de criadero puede debilitar el acervo genético de las poblaciones silvestres, volviéndolas más vulnerables a enfermedades o cambios ambientales inesperados. Décadas de análisis citados por BBC News han mostrado que, aunque la acuicultura previene extinciones inmediatas, reduce la viabilidad de restauración a largo plazo y erosiona el valor ecológico de la especie.

El caso del salmón de Saimaa y el mensaje de la ciencia

La situación del salmón Saimaa, una población endémica y críticamente amenazada de Finlandia, es paradigmática. Aislada desde la última glaciación, la destrucción de hábitats de desove por represas y deforestación llevó a que su única esperanza fuera la producción en criaderos. Pero el reciente estudio demuestra que el único método que evitó las deformidades fue liberar a los alevines apenas eclosionan, reduciendo al máximo su tiempo en cautiverio. Caso contrario, los peces no desarrollan las características necesarias para sobrevivir en ríos complejos y se encuentran en desventaja frente a las amenazas naturales.

El salmón salvaje enfrenta una drástica disminución de ejemplares debido a la sobrepesca, la pérdida de hábitat y el cambio climático (EFE/Gloria Nieto/Archivo)

“La naturaleza del criadero —por muy cuidadosamente que se gestione— no puede reemplazar a la naturaleza”, señalan los autores del estudio. El consenso entre científicos de Reino Unido y Estados Unidos, recogido por The Guardian, es rotundo: la única vía sustentable para que el salmón salvaje no solo sobreviva, sino que logre recuperar su esplendor, es restaurar de manera integral los hábitats y resolver las causas originales de su disminución, desde la contaminación hasta las rutas migratorias bloqueadas por infraestructura.

El trofeo que queremos preservar

La humanidad ha desarrollado sistemas para reproducir y abastecer el mercado de salmón en volúmenes nunca antes vistos. Pero el verdadero valor del salmón salvaje reside en su capacidad para desafiar los elementos, mantener la salud ecológica de los ríos y conservar la riqueza genética que lo hizo legendario. La tecnología, por avanzada que sea, tiene límites claros: solo la recuperación de los hábitats naturales puede garantizar la supervivencia del mayor trofeo de los ríos.

El salmón salvaje, mucho más que un plato de lujo o un negocio millonario, es un recordatorio viviente de los desafíos y responsabilidades que implica conservar lo irreemplazable. Restaurar los ríos, asegurar el libre flujo de sus aguas y proteger sus territorios de desove no es solo un deber ecológico, sino la única manera de preservar para futuras generaciones la grandeza de un pez que simboliza la fuerza de la naturaleza y la fragilidad de su equilibrio.