Abbas Araghchi, canciller del régimen iraní, anunció la visita al país de un funcionario del OIEA (Majid Asgaripour/WANA vía REUTERS)

Un alto funcionario del organismo de control nuclear de la ONU viajará el lunes a Teherán para encauzar la crisis de acceso de la agencia, sin verificaciones in situ desde junio. Pero el régimen iraní adelantó que no habrá acceso a instalaciones. “Mañana se celebrarán negociaciones con el OIEA para determinar un marco de cooperación”, escribió el canciller Abbas Araghchi en Telegram.

“Un director general adjunto de Grossi vendrá a Teherán (…) no hay planes para visitar ningún sitio nuclear hasta que lleguemos a un marco”, agregó el canciller iraní.

El viaje llega tras un quiebre: desde los ataques israelíes de junio contra complejos nucleares iraníes, en el marco de una guerra de doce días, los inspectores del OIEA no han podido entrar a las plantas. El director del organismo, Rafael Grossi, dijo que restablecer las inspecciones es su prioridad, pero reconoció que, desde los bombardeos, no hubo verificaciones sobre el terreno.

Teherán culpa al OIEA de “allanar el camino” para esos ataques al divulgar un informe el 31 de mayo. Semanas después, la Junta de Gobernadores del organismo —integrada por 35 Estados miembros y reunida en la sede del OIEA en Viena— aprobó una resolución que declaró a Irán en incumplimiento de sus obligaciones de no proliferación nuclear. Este órgano, con representación rotativa y funciones ejecutivas, es el principal foro de decisión entre los plenarios anuales del OIEA. Grossi defendió el contenido del informe y negó que hubiera servido como cobertura diplomática para una acción militar.

Imagen de satélite que muestra una vista general del Centro de Tecnología Nuclear de Isfahan, antes de ser alcanzado por los ataques aéreos estadounidenses, en Isfahan, Irán, el 16 de junio de 2025 (Maxar Technologies/Handout via REUTERS)

El régimen de Irán defiende que su programa es pacífico, niega buscar armas y reafirma su apego al Tratado de No Proliferación (TNP). Sin embargo, el país ha acumulado uranio enriquecido al 60 %, un nivel extremadamente elevado para un Estado sin armas nucleares, lo que despierta sospechas. Según la OIEA, el stock estimado alcanzó alrededor de 408 kg, suficiente para varias cabezas nucleares si se refinara más. El director general, Rafael Grossi, advirtió que “solo países que están fabricando bombas llegan a ese nivel”, y manifestó que el organismo aún no sabe si ese material fue destruido o desplazado durante los ataques: “Puede que parte haya sido destruido como parte del bombardeo, pero otra parte podría haber sido trasladada. Habrá que aclararlo en algún momento”.

La nueva normativa iraní establece que cualquier inspección futura del OIEA requerirá la aprobación del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, un filtro político que dota al régimen de un veto efectivo sobre las visitas a sitios sensibles. El Parlamento aprobó el proyecto el 25 de junio y, tras la promulgación presidencial, entró en vigor la semana siguiente.

Para el OIEA, el acceso es más urgente que nunca: la agencia debe determinar cuánto queda del inventario de uranio enriquecido hasta el 60%, y recomponer cadenas de custodia que se rompieron en junio. Sin inspectores ni monitoreo continuo, las estimaciones se vuelven menos precisas y aumenta el riesgo de percepciones erróneas.

Rafael Grossi, director general del OIEA (REUTERS/Elisabeth Mandl)

En ese contexto, el anuncio de Araghchi funciona como un tanteo. La misión del alto funcionario busca acordar un marco, pero el canciller ya fijó límites: “No hay planes para visitar ningún sitio nuclear hasta que lleguemos a un marco”. Sin claridad sobre qué incluiría ese entendimiento —reinstalación de cámaras, agendas de verificación o visitas acotadas—, el margen de actuación del OIEA continúa restringido.

Fuera de Irán, gobiernos como los de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido consideran que el cierre de acceso marca el mayor retroceso en la verificación nuclear de la última década. Washington calificó de “inaceptable” la suspensión de cooperación, mientras que Israel presiona a las potencias europeas para que activen el mecanismo de restablecimiento de sanciones previsto en el acuerdo nuclear de 2015. El retiro temporal de inspectores por razones de seguridad dejó al OIEA sin capacidad de observación directa, advirtieron funcionarios, recordando situaciones críticas vividas en crisis anteriores.

En paralelo, la diplomacia regional actúa con extrema cautela. Araghchi dijo recientemente que Irán está “abierto” a conversaciones con Estados Unidos, aunque descartó por ahora contactos directos y condicionó cualquier diálogo a los intereses de Teherán, una señal de que la puerta no está cerrada pero tampoco entreabierta.

En esta foto, publicada el 5 de noviembre de 2019 por la Organización de Energía Atómica de Irán, se muestran centrifugadoras en la instalación de enriquecimiento de uranio de Natanz, en el centro de Irán (Organización de Energía Atómica de Irán vía AP, Archivo)

El informe del 31 de mayo —en el centro de la disputa— se publicó dos semanas antes del estallido de la guerra de 12 días entre Israel e Irán. El 12 de junio, en vísperas del conflicto, la Junta de Gobernadores del OIEA declaró a Irán en incumplimiento de sus obligaciones de no proliferación, decisión que Teherán calificó de “parcial” y “políticamente motivada”. Al día siguiente, Israel lanzó una ofensiva contra instalaciones militares y nucleares iraníes, luego Estados Unido también se uniría a los bombardeos. Según cifras oficiales, los ataques dejaron más de mil muertos en Irán, entre ellos civiles y miembros de las fuerzas armadas. La respuesta iraní incluyó más de 500 misiles balísticos y un millar de drones contra territorio israelí, con un saldo de 28 muertos y miles de heridos.

El desenlace de la visita de este lunes será un termómetro. Si las partes acuerdan un marco que permita restituir pasos básicos —acceso a registros, inspecciones focalizadas y un calendario verificable—, la OIEA podría empezar a recomponer la confianza. Si fracasa, el mundo seguirá sin visibilidad sobre un programa que, sin inspecciones, resulta más difícil de medir y más fácil de malinterpretar, con todos los riesgos que ello entraña para la estabilidad regional.