En 1972, un grupo de físicos identificó en la mina de Oklo, en Gabón, un reactor nuclear natural que funcionó hace cerca de 2.000 millones de años. Este hallazgo, documentado por National Geographic, es la única evidencia conocida de fisión nuclear espontánea en la Tierra y ha transformado la visión científica sobre los procesos atómicos posibles sin participación humana.
Un reactor nuclear natural, como el de Oklo, es una formación geológica en la que las condiciones permitieron que la fisión nuclear se produjera y mantuviera de forma espontánea durante un largo período. La fisión nuclear es la división del núcleo de un átomo pesado, como el uranio-235, al ser impactado por un neutrón. Este proceso libera energía y más neutrones, capaces de dividir otros núcleos y generar una reacción en cadena. En Oklo, la naturaleza logró replicar este complejo mecanismo exclusivamente observado hoy en reactores artificiales, pero que ocurrió de manera natural en depósitos subterráneos de uranio.
El descubrimiento del reactor de Oklo se produjo cuando los científicos detectaron en la mina fragmentos de mineral con una proporción de uranio-235 inferior a la habitual. Normalmente, el uranio contiene un 0,720% de este isótopo; sin embargo, las muestras extraídas de Oklo presentaban solo un 0,717%. En un principio, se consideró que la fisión podría haber tenido un origen artificial, pero los análisis posteriores confirmaron su carácter natural. La única explicación plausible fue que, hace miles de millones de años, una cámara subterránea con mineral de uranio cubierto por agua permitió que se desatara y mantuviera una reacción en cadena de fisión nuclear.
El papel del agua resultó fundamental. Científicos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) señalaron en declaraciones recogidas por National Geographic: “Sin agua para frenar los neutrones, la fisión controlada no habría sido posible. Los átomos simplemente no se habrían dividido”. El agua actuó como moderador natural, absorbiendo neutrones y controlando la reacción en cadena, lo que permitió que la fisión se mantuviera de manera continua y estable, sin sobrecalentamiento ni fusión descontrolada. Esta combinación de factores geológicos y químicos, descrita por el OIEA, fue esencial para que el reactor natural de Oklo funcionara durante cientos de miles de años en una Tierra muy distinta a la actual.
La importancia científica de Oklo ha sido resaltada por expertos y medios especializados como National Geographic, que destacan su impacto en la física nuclear y en la investigación medioambiental. Estudiar este fenómeno ha permitido a los científicos obtener información clave sobre el comportamiento de los materiales nucleares en estado natural, y ha servido como referencia para la comprensión de las interacciones a largo plazo entre materiales radiactivos y su entorno. Además, el caso de Oklo ha proporcionado un modelo excepcional para analizar la seguridad y el almacenamiento de residuos nucleares, así como para explorar los límites de los procesos naturales de fisión.
El análisis del reactor natural, respaldado por el OIEA y recogido por National Geographic, ha permitido a los científicos avanzar en el conocimiento de los mecanismos que regulan la fisión nuclear natural y su importancia para la gestión de materiales radiactivos. Las explicaciones técnicas sobre el agua y la proporción de uranio-235 han sido determinantes para comprender cómo la naturaleza mantuvo un reactor activo durante un periodo tan amplio.
La importancia del fenómeno del reactor de Oklo no pierde vigencia, ya que su estudio sigue proporcionando datos esenciales para la física nuclear y para la protección medioambiental, al ofrecer un ejemplo real de cómo los materiales radiactivos interactúan con su entorno durante millones de años.