El 20 de abril de 1906, un grupo de estudiantes del entonces internado del Colegio San Gabriel, dirigido por la Compañía de Jesús en el centro histórico de Quito, fue testigo de un evento que cambiaría para siempre la historia religiosa del Ecuador. Según los testimonios recogidos, mientras cenaban en el refectorio, uno de los jóvenes notó que la imagen de la Virgen Dolorosa colgada en una de las paredes abría y cerraba los ojos. “Fue algo que conmocionó profundamente a la comunidad educativa de entonces. No es natural que una imagen tenga movimiento”, explicó a Infobae el padre Jorge Lasso S.J., rector actual de la Unidad Educativa San Gabriel.
Lo que comenzó como una observación curiosa de un estudiante pronto reunió a los 35 alumnos presentes, así como a varios sacerdotes y hermanos jesuitas que confirmaron el fenómeno. Muchos cayeron de rodillas, rezaron el rosario y contemplaron, entre el asombro y la devoción, cómo los párpados de la imagen se abrían y cerraban repetidamente durante aproximadamente quince minutos.
La Iglesia actuó con cautela. “Frente a este tipo de manifestaciones, la institución siempre ha sido muy rigurosa. Se abre un proceso de investigación que incluye entrevistas, exámenes científicos e incluso psicológicos, para descartar cualquier otra causa”, explicó el padre Lasso. En efecto, la autoridad eclesiástica de la época —encabezada por el entonces Vicario Capitular de Quito, Monseñor Ulpiano López Quiñónez— ordenó entrevistar a cada uno de los testigos, analizar la imagen y el espacio físico, e incluso evaluar si se trataba de una posible histeria colectiva.
Los resultados fueron concluyentes: las versiones coincidían, no existían alteraciones físicas en la imagen ni mecanismos ocultos, y todos los estudiantes fueron evaluados como emocionalmente estables. A la luz de estas evidencias, el 31 de mayo de ese mismo año, la Iglesia declaró que el hecho había sido “materialmente cierto y no atribuible a causas naturales”. Se autorizó entonces el culto a la Virgen Dolorosa en su advocación del Colegio.
El reconocimiento a esta devoción llegó incluso al más alto nivel de la Iglesia universal. En 2015, durante su visita apostólica a Ecuador, el Papa Francisco –primer Pontífice jesuita de la historia– rindió un especial homenaje a la Virgen Dolorosa en Quito. El Papa Francisco quiso detenerse a orar unos minutos ante la imagen milagrosa, que para entonces se encontraba en el altar de la iglesia jesuita de La Compañía de Jesús (en el centro de la ciudad).
Visiblemente conmovido, el Papa dejó a los pies de la Virgen un arreglo floral y rezó en silencio, para luego celebrar allí mismo la Eucaristía. Días más tarde, aquella querida pintura mariana presidió la multitudinaria misa campal ofrecida por el Santo Padre en el Parque Bicentenario de Quito, habiendo sido llevada en procesión hasta el altar como “invitada de honor”. La imagen de la Dolorosa, que una vez parpadeó ante unos pocos niños asombrados, fue entonces venerada por cientos de miles de personas, incluyendo al propio Sucesor de Pedro –un momento cumbre que subrayó el profundo arraigo de esta devoción en la fe ecuatoriana.
Para el Colegio San Gabriel, el milagro de 1906 no es solo un recuerdo histórico, sino un pilar vivo de su identidad institucional. Lejos de ser una anécdota del pasado, la presencia de María Dolorosa inspira cotidianamente el quehacer educativo y espiritual en el campus. “Yo creo que resulta natural en un colegio católico promover la devoción a la Virgen María”, afirma el padre Lasso.
Para el sacerdote, el significado de ese suceso no solo fue espiritual, también fue simbólico, pues ocurrió en un momento histórico en que se debatía intensamente el rol de la religión en la educación. Para el sacerdote la mirada de la Virgen fue una forma de recordar que la fe sigue acompañando el camino de la juventud, incluso en los momentos de mayor tensión social o política: “Por eso es la patrona de la educación católica en Ecuador”, aseguró.
A 119 años del prodigio, la imagen original se conserva en una capilla del colegio, hoy ubicado en el norte de la capital ecuatoriana. Aunque el suceso no es el centro del proyecto pedagógico, sigue siendo una referencia espiritual importante. La fecha del 20 de abril se conmemora cada año con actos litúrgicos y actividades formativas.
Para el rector del San Gabriel, el impacto del prodigio no se comprende plenamente sin considerar su relación con la misión educativa de la Compañía de Jesús. “San Ignacio nos enseñó que debemos buscar la mayor gloria de Dios en todo lo que hacemos. Por eso, la educación que promovemos aquí no solo se enfoca en lo académico. También busca formar en la fe, en la justicia, en la reconciliación y en el compromiso social”, señala.
Actualmente, el colegio apuesta por una pedagogía integral que incluye proyectos interdisciplinarios, actividades artísticas, deporte competitivo y formación espiritual. La presencia de la Virgen Dolorosa en la vida escolar es constante y permanece arraigada la devoción incluso en los ex alumnos de la institución.
“No queremos formar personas solo con un alto rendimiento intelectual. Queremos que nuestros estudiantes tengan también capacidad de discernir, de servir, de mirar al otro con compasión. Y en eso, la figura de María es una guía”, dice Lasso. La historia de la institución lo comprueba, al menos cuatro presidentes del Ecuador realizaron sus estudios secundarios en el Colegio San Gabriel, entre ellos Jamil Mahuad, quien dolarizó Ecuador y firmó la paz con el Perú, terminando así un conflicto armado limítrofe de décadas.
El suceso de 1906 permanece, entonces, como una referencia histórica y espiritual que ha acompañado generaciones. No es solo un hecho extraordinario conservado en la memoria religiosa del país; es también un símbolo de cómo la espiritualidad puede convivir con la razón y enriquecer uno de los proyectos educativos más reconocidos del país.