El ronroneo felino ayuda a reducir la ansiedad y la tristeza (Imagen ilustrativa Infobae)

Una persona que vive sola y enfrenta una enfermedad mental puede sentirse atrapada entre la ansiedad, la tristeza o el aislamiento. En ese contexto, la compañía de un gato puede resultar mucho más que una presencia afectuosa: puede convertirse en un recurso terapéutico.

Como explicó The Conversation, la cercanía de estos animales, su comportamiento silencioso y su capacidad de generar confort emocional los posiciona como aliados valiosos en contextos terapéuticos y también en la vida cotidiana.

Lejos de ser solo mascotas adorables, los gatos están ganando protagonismo en el terreno de las terapias asistidas por animales. Según The Conversation, el simple gesto de acurrucarse junto a un felino, observarlo dormir o escuchar su ronroneo puede ayudar a reducir los niveles de ansiedad y tristeza, y mejorar el estado de ánimo de personas en situaciones de vulnerabilidad psíquica o emocional.

Efectos fisiológicos y emocionales de convivir con gatos

Varios estudios demostraron que acariciar a un gato, jugar con él o simplemente estar en su compañía activa áreas cerebrales asociadas al placer, como la liberación de oxitocina, conocida como la hormona del bienestar.

Al mismo tiempo, disminuyen los niveles de cortisol, la hormona vinculada al estrés. Esta combinación produce una sensación de calma y contención, especialmente valiosa en personas con trastornos mentales graves.

Según informó The Conversation, los efectos positivos de los gatos también impactan en otras funciones fisiológicas: ayudan a reducir la presión arterial, mejoran el sueño y pueden disminuir el riesgo de alergias y asma en niños que crecen en hogares donde hay felinos.

Incluso en contextos institucionales como hospitales o residencias, su presencia ha demostrado efectos beneficiosos en pacientes con enfermedades crónicas o en procesos de rehabilitación.

Gatos fortalecen vínculos y empatía en terapias con niños y adultos mayores (Imagen ilustrativa Infobae)

En el plano social, los gatos también actúan como catalizadores de interacciones. Fortalecen vínculos, despiertan la empatía y son bien valorados en terapias con niños, adultos mayores y personas privadas de la libertad.

Un animal terapéutico sin entrenamiento formal

A diferencia de otros animales de asistencia, como los perros, los gatos no requieren un adiestramiento especializado para cumplir funciones terapéuticas. Muchos de ellos, simplemente por su temperamento, se muestran atentos, tranquilos y sensibles a las emociones humanas.

The Conversation remarcó que, se acercan si notan tristeza, acompañan sin invadir y regalan presencia sin exigir demasiado, señalando que su equilibrio entre independencia y afecto los convierte en compañeros ideales para personas que necesitan interacciones suaves y no invasivas.

Además, su comportamiento silencioso, su piel cálida y su capacidad para establecer vínculos significativos sin palabras hacen de su compañía un recurso accesible y eficaz. Observar a un gato jugar, dormir o simplemente existir puede tener un efecto casi hipnótico, útil para calmar pensamientos acelerados o episodios de ansiedad.

El ronroneo como herramienta de sanación

El ronroneo felino, un sonido de baja frecuencia que emiten los gatos cuando están relajados, fue objeto de investigaciones por sus efectos fisiológicos. Según el medio, este sonido contribuye a la mejora de la regulación de la presión sanguínea.

Además, la interacción física con los gatos estimula regiones del cerebro como la corteza prefrontal inferior, lo cual mejora la empatía, el reconocimiento emocional y la comunicación no verbal.

Estas cualidades hacen que los gatos sean especialmente efectivos en terapias dirigidas a personas con autismo, trastornos afectivos o trastornos del desarrollo, quienes suelen preferir vínculos más previsibles y menos intensos que los que ofrecen otras especies.

Gatos y perros: distintas formas de consuelo

Aunque los gatos suelen asociarse con personas más introspectivas, sus beneficios emocionales trascienden cualquier perfil psicológico.

Como explicó The Conversation, los llamados amantes de los gatos “tienden a ser más introvertidos y abiertos a nuevas experiencias”, pero su utilidad terapéutica se extiende a muchas otras personas, incluyendo aquellas con depresión, estrés crónico o ansiedad generalizada.

En entornos donde no es viable trabajar con perros, ya sea por razones de espacio, recursos o miedo hacia ellos, los gatos ofrecen una alternativa accesible y menos demandante, que se adapta a múltiples contextos. Así, su presencia ya ha sido incorporada en escuelas, hospitales, cárceles y residencias geriátricas, donde contribuyen a mejorar el bienestar, fomentar la responsabilidad y facilitar la socialización.

Gatos, una alternativa accesible en terapias donde los perros no son viables (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las terapias asistidas con gatos están consolidándose como una herramienta poderosa para el bienestar emocional, pero incluso fuera de un marco clínico, la convivencia cotidiana con un gato puede convertirse en un vínculo reparador.

Por último, The Conversation indica que, al final del día, la relación con un gato no es solo compañía, es una forma de cuidado mutuo, una alianza silenciosa y serena que recuerda que, a veces, lo que más se necesita es algo tan simple —y tan profundo— como un ronroneo.