Hace años que Donato de Santis marca presencia y estilo propio en el universo culinario, tanto en la Argentina como en el exterior. Conocido por sus constantes proyectos, su energía y su papel destacado como jurado en certámenes como MasterChef, el carismático chef italiano acaba de sorprender a todos sus seguidores al embarcarse en una experiencia tan arriesgada como inspiradora: decidió empezar de cero y trabajar de incógnito como cocinero en un restaurante con tres estrellas Michelin, en Francia.
La noticia la compartió el propio Donato a través de su cuenta de Instagram. En un posteo que generó inmediato revuelo, relató: “Estoy solo, con mi maletín y las ganas intactas. Acá, nadie sabe quién soy, nadie me conoce. Y eso se siente liberador”. Así, sin apelar a su reconocimiento, eligió regresar al escalón más bajo de una cocina profesional, para vivir la esencia pura del oficio: sudar, correr, equivocarse, sentirse vital. Luego, Donato explicó con sinceridad el sentido de este reto: “Sentí la necesidad de volver a sentir esa adrenalina inicial, la emoción de explorar nuevos sabores y seguir el vértigo de una cocina de alto nivel”.
En ese mismo posteo, Donato sumó: “Todo transpirado, oloroso… y sin embargo, tengo más ganas que nunca de volver mañana. Porque esto es ser cocinero”. Su decisión tuvo repercusión inmediata entre sus seguidores, que comenzaron a acompañarlo día a día en esta singular travesía a través de las redes sociales.
Lejos de cualquier pose glamorosa, el cocinero compartió sin filtros sus primeras horas en territorio francés: “Menisco medio roto, la valija quedó varada en Roma, ansiedad nivel ataque de caspa y mañana arranca la aventura. No tengo ropa, pero tengo mi cuchillo. Así que voy con lo puesto: misma remera, mismo calzón, firme como soldado. Esto no es glam. Esto es real. Esto es ser cocinero”, aseguró en uno de sus primeros videos, dejando claro que el brillo de la alta gastronomía exige entrega total, humildad y pasión.
Lo que Donato no contó abiertamente, pero sí se pudo advertir por detalles de sus publicaciones, es que el restaurante elegido fue Mirazur, el prestigioso local dirigido por el chef argentino Mauro Colagreco, ubicado en Menton, en la elegante Riviera Francesa. Mirazur obtuvo en 2019 su tercera estrella Michelin, alcanzando el máximo galardón internacional que puede recibir un establecimiento gastronómico y posicionándose ese mismo año en el número uno del mundo. Un auténtico templo culinario, dirigido por un argentino y visitado por comensales de todo el planeta.
En ese escenario de excelencia, Donato se sumó al staff sin revelar su identidad. Solo Colagreco estaba al tanto de quién era realmente: “Mauro me conoce, claro. Pero el resto del equipo no sabe quién soy. Y está bien así. No quiero trato especial. Quiero ganarme mi lugar. Limpiando pescado, ordenando, escuchando, aprendiendo… como cualquier aprendiz. Y mientras tanto, lo miro a Mauro cocinar con una delicadeza que no le quita sabor, al contrario… lo eleva”, reveló el italiano.
La propuesta de Colagreco combina técnicas francesas, sensibilidad italiana e identidad argentina, y exige de su equipo un nivel de profesionalismo extremo. Por su parte, el chef italiano expuso en sus relatos la intensidad diaria del trabajo, el aprendizaje constante y el valor de cada paso en la cocina, lejos de flashes y distinciones, y más cerca del sacrificio silencioso.
La decisión de volver a las raíces, de “empezar de cero” y desafiarse a sí mismo, emocionó a quienes siguen cada movimiento de Donato en redes. Los mensajes de apoyo no tardaron en aparecer: “Qué lujo ver a dos potencias”, “Sos increíble”, “Sos lo más, Dona”, “Es una hermosa aventura gastronómica”, “La humildad de los grandes”, “Sos un crack, Donato”, fueron solo algunos de los cientos que dejaron los fans en sus publicaciones.
Lejos de los reflectores, de las cámaras y de la pompa, Donato se sumerge cada día, con cuchillo en mano y ropa prestada, en el vértigo de la alta cocina internacional, decidido a vivir la experiencia desde el esfuerzo, el anonimato y la pasión intacta. Una aventura que, más allá de las estrellas Michelin, lo conecta otra vez con el primer motor de todo cocinero: la posibilidad de crecer, disfrutar, equivocarse y volver a empezar.