Juan Manuel Abal Medina y un libro que es historia.

Por décadas, Juan Manuel Abal Medina fue una figura inevitablemente asociada al regreso de Juan Domingo Perón del exilio, al drama de los años setenta, a los Montoneros, a la violencia política y a los laberintos del peronismo. Su muerte, ocurrida este lunes, vuelve a poner en primer plano una vida que cruzó la historia argentina en uno de sus momentos más convulsos. Pero también reactiva el interés sobre un testimonio que dejó por escrito poco antes de morir: Conocer a Perón, un libro donde no solo recupera sus años de cercanía con el General, sino que revela los pliegues de una relación política y emocional con uno de los líderes más decisivos del siglo XX en América Latina.

En 1970, Abal Medina tenía apenas 26 años y una vida profesional en ascenso. Pero dos golpes sucesivos lo arrastraron al centro de la escena política. El primero fue el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, ejecutado por Montoneros el 1 de junio. El segundo, la muerte de su hermano Fernando, abatido por la policía en septiembre de ese mismo año.

En el velorio, el joven abogado pronunció un discurso encendido. Fue su ingreso al ruedo público. Juan Domingo Perón, desde su exilio en Madrid, lo mandó a llamar. Abal viajó a Puerta de Hierro y, en cuestión de días, se convirtió en un hombre de confianza del líder justicialista. De ese vínculo se nutriría luego su libro, un texto vibrante que, medio siglo después, sigue arrojando luz sobre las decisiones, vacilaciones y estrategias del Perón que volvió.

El líder cansado y su entorno

El gran valor de Conocer a Perón no es solo el relato político sino la crudeza con la que retrata a un Perón anciano, enfermo, dependiente de su entorno. “Estaba claramente desmejorado y tenía un hablar menos vivaz”, escribe Abal al recordar un encuentro en marzo de 1973. La escena es íntima: el General, tras una operación prostática, expresa su alivio por tener cerca a José López Rega, el “loco” que no dormía para cuidarlo. Esa debilidad física del líder, que contrasta con su omnipotencia simbólica, ayuda a entender cómo personajes sin trayectoria ni legitimidad política —como López Rega— llegaron a tener poder real en la maquinaria del retorno peronista.

Juan Manuel Abal Medina, Cámpora y Perón

Abal Medina, sin decirlo explícitamente, deja entrever cómo la fragilidad de Perón empujó a que otros —con agendas propias— ocuparan el vacío operativo. Esa visión aporta un matiz inédito a las versiones más difundidas del período, centradas en un Perón calculador, siempre en control.

El desencuentro con la izquierda

Uno de los ejes del libro es la tensión entre Perón y los sectores de izquierda de su propio movimiento. La relación fue ambigua desde el principio, pero Abal Medina la cuenta desde adentro, desde las conversaciones privadas. Por ejemplo, relata cómo Perón desalentó la visión de John William Cooke, quien proponía alinearse con la revolución cubana. “La Argentina no es Cuba”, le dijo el General, y argumentó que los trabajadores argentinos no eran marxistas sino justicialistas, sin el nivel de conciencia para una lucha armada.

Conocer a Perón, un libro fundamental.

El punto de quiebre, según Abal Medina, fue el asesinato de José Ignacio Rucci en 1973. Para Perón, fue un golpe personal. Lo vivió como una traición. Había intentado integrar a los jóvenes revolucionarios, pero tras ese crimen se convenció de que no había modo de contenerlos. El desencanto fue definitivo.

Armas, custodios y una época incendiada

Otro de los pasajes impactantes del libro es el que retrata con precisión la naturalización de las armas en la política setentista. En una escena reconstruida con detalles, Abal Medina viaja escoltado por un pequeño ejército personal: pistolas, ametralladoras, fusiles. “Parecía exagerado, pero meses después lo asesinaron a Rucci”, dice un custodio. El dato muestra cómo la violencia estaba instalada incluso en los gestos más cotidianos. La política argentina era una zona de guerra.

A diferencia de otros textos fundamentales sobre los años 70 —Los soldados de Perón de Richard Gillespie, La soberbia armada de Pablo Giussani, Recuerdos de la muerte de Miguel Bonasso—, el libro de Abal Medina no se concentra en los márgenes de la historia sino en su centro: Perón. Su salud, su ideología, sus dudas. Su humanidad.

Juan Manuel Abal Medina, en marzo de 1973.

Una de las revelaciones del libro tiene que ver con la transición entre Cámpora y Perón. Según Abal Medina, el primero se resistía a dejar el cargo. Finalmente, Perón debió presionar para que renunciara. El vicepresidente tampoco asumió. En su lugar, se eligió a Raúl Lastiri, yerno de López Rega, como presidente provisional. Este dato, apenas mencionado en otras fuentes, da cuenta de las maniobras internas que rodearon al regreso definitivo de Perón. Y permite comparar con otros momentos del peronismo: presidentes interinos, delegados obedientes, herencias problemáticas.

Una moraleja de otro tiempo

Al final del libro, Abal Medina rescata un gesto que considera clave: la carta de Perón a Ricardo Balbín en 1970, en la que le propone superar el enfrentamiento histórico entre peronismo y radicalismo. “Somos seguramente los culpables de que eso no haya sido así”, dice el General. Para el autor, ese mensaje sigue siendo vigente. “Hay que volver a unir a los argentinos”, escribe. No es una frase vacía. Lo dice un hombre que conoció de cerca los costos del odio político, que vivió en carne propia las consecuencias de la violencia y que, en sus últimos días, escribía con un tubo de oxígeno al lado.

Juan Manuel Abal Medina murió a los 80 años. Más allá de sus opiniones, su libro es una pieza clave para entender la historia argentina reciente. No solo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta: con la intensidad de quien estuvo allí, con la serenidad de quien puede mirar hacia atrás, y con la honestidad de quien no necesita ser mártir ni héroe. Solo testigo.