Bajo la majestuosa cumbre del Monte Everest, un drama silencioso comienza a desplegarse. Durante décadas, los glaciares han sido los guardianes silenciosos de los cuerpos de aquellos que perecieron en sus pendientes. Sin aviso ni ceremonias, el lento deshielo ocasionado por un cambio en la temperatura comienza a liberar estos secretos.
El Everest, conocido como Sagarmatha entre los nepalíes, refleja la crisis climática global. A altitudes cercanas a los 9.000 metros, donde la vida apenas puede sostenerse, el calentamiento de la Tierra ha propiciado la aparición de cadáveres que durante años permanecieron atrapados bajo el hielo. Las imágenes son impactantes: manos ennegrecidas, mochilas congeladas, trajes que aún parecen nuevos, y ojos que quizás soñaron eternamente con la cima.
A menudo, guías y escaladores encuentran estos restos por azar, tropezando con una bota asomando entre las rocas o con huesos que apuntan al cielo. Estos cuerpos, detenidos en el instante de su muerte, son historias de gestas y fracasos. Silenciosos, el hielo los mantuvo como esperando ser vistos una última vez.
Frente a esta situación, el Ejército de Nepal ha comenzado a realizar operaciones cuidadosas para recuperar los restos. Sin embargo, no todo es posible de rescatar; algunos cuerpos están demasiado entrelazados con el paisaje, perdidos en el tiempo o frágiles para mover. La creciente presión internacional y la consciencia del cambio obligan a actuar.
El deshielo también revela la otra cara del descuido humano: basura. Bolsas de oxígeno, cuerdas partidas, tiendas semienterradas y restos plásticos se acumulan, todos testimonios de décadas de expediciones. Un guía local lo resumió al describir al Everest como una casa que quedó, tras una fiesta de setenta años, con invitados que nunca volvieron.
Desde el Campo Base, a más de 5.300 metros sobre el nivel del mar, militares y voluntarios observan un paisaje cubierto por los restos. En este lugar, la muerte no encuentra sepultura, encuentra altitud, coordenadas, y una eternidad en la memoria de quienes desafían estas alturas.
Cuerpos como hitos de ruta: las señales del silencio
En las inhóspitas alturas del Everest, donde la nieve se disipa y el aire es apenas respirable, no existen señales ni brújulas. Lo que hay son cuerpos que se convirtieron en insignias de ruta. Uno de los más conocidos es el de un escalador al que llaman “Botas Verdes”, por sus inconfundibles botas, visibles como dos faros en el hielo, desde que en 1996 su cuerpo quedó recostado en una pequeña cueva de piedra junto a la ruta noreste. Durante años, su figura sirvió de referencia: cruzar por su lado indica estar a mitad de camino.
A lo largo del trayecto hay otros cuerpos igualmente emblemáticos. El que saluda desde una pendiente, o “El Saludador”, y quien yace boca arriba con los brazos abiertos, conocido como “La Bella Durmiente”. Otro, apodado “El Hombre del Pasamanos”, permanece como una advertencia silenciosa. En este entorno, los alpinistas miden su progreso mediante la presencia de aquellos que no lo lograron.
Uno de los casos más debatidos es el de David Sharp, muerto en 2006. Tras sentarse a descansar junto a “Botas Verdes”, nunca se levantó. Aunque varias expediciones lo encontraron aún vivo, decidieron continuar hacia la cima, priorizando su avance frente a la escasez de oxígeno. Este dilema, el de quedarse para ayudar o seguir ascendiendo, ha dejado una profunda cicatriz en la ética del alpinismo. Se plantea una compleja pregunta: ¿hasta dónde se debe ayudar? ¿Cuánto se debe sacrificar por alcanzar la cima?
Cifras de fallecimientos y causas
Desde las primeras expediciones modernas, el Everest ha sido escenario de al menos 280 a 300 muertes, de acuerdo con datos de BBC y otros medios internacionales. Solo en 2023, se registraron entre 17 y 18 fallecimientos; en 2024, murieron nueve personas; y hasta mayo de 2025, ya se habían confirmado al menos cuatro muertes. Las causas más frecuentes incluyen avalanchas, caídas, mal de altura agudo, hipotermia y agotamiento extremo. En la “zona de la muerte”, situada por encima de los 8.000 metros, la carencia de oxígeno deteriora el cuerpo humano minuto a minuto.
La masificación también ha agravado la situación. En 2023, Nepal emitió 479 permisos, cifra récord que coincidió con un alto número de fallecimientos. Hay indicios de que se sub notifican muertes, en particular entre sherpas y trabajadores locales, por motivos políticos y económicos.
Los cuerpos permanecen en la montaña no por elección, sino por la imposibilidad de recuperarlos. Mover un cadáver que puede pesar más de 100 kilogramos en condiciones de hipoxia, frío extremo y terreno inestable representa un desafío logístico y físico extremo. Además, según estimaciones citadas por la BBC, el costo de una recuperación oscila entre 40.000 y 80.000 dólares.
El proceso puede requerir hasta doce sherpas especializados, grandes cantidades de oxígeno y, en algunos casos, helicópteros. Para muchas familias, cubrir estos costos es inviable. A ello se suma el deseo expresado por algunos montañistas de que sus restos permanezcan en la montaña, vista como lugar sagrado o el escenario de su último desafío.
El ejército nepalí ha tomado un rol cada vez más activo en la limpieza y recuperación de cuerpos. El comandante Aditya Karki ha encabezado misiones que han logrado rescatar cinco cuerpos y retirar 11 toneladas de residuos. Estas operaciones implican una logística compleja, incluyendo la localización, liberación del hielo y transporte hasta el Campo II (6.400 metros).
El costo humano también es alto. “Vomité agua agria muchas veces. Otros no paraban de toser y otros tenían dolores de cabeza porque pasamos horas y horas a una altitud muy elevada”, contó Tshiring Jangbu Sherpa al medio británico.
Nuevas regulaciones a partir de septiembre de 2025
Ante la presión internacional, Nepal implementará un conjunto de medidas orientadas a mejorar la seguridad y reducir el impacto ambiental:
- Experiencia previa obligatoria: haber coronado al menos una montaña de más de 6.500 metros en Nepal.
- Aumento de tarifas: de 11.000 a 15.000 dólares por permiso para la ruta sur.
- Seguro obligatorio: cobertura para búsqueda, rescate y recuperación de cuerpos.
- Gestión de residuos: eliminación del depósito reembolsable, reemplazado por tasa ambiental fija; obligación de transportar los desechos humanos en bolsas especiales.
- Prohibición de ascensos en solitario: se requerirá al menos un guía por cada dos escaladores.
- Uso obligatorio de tecnología de rastreo: chips para facilitar rescates.
Estas disposiciones, según BBC Mundo, reflejan la necesidad de adaptar la gestión del Everest a una realidad donde las muertes son inevitables y los costos, tanto humanos como económicos, deben ser asumidos de forma compartida.