El InterAmerican Institute for Democracy, un think tank comprometido con la promoción de la democracia, la libertad, los derechos humanos y la institucionalidad en las Américas, organizó este miércoles el foro “¿Quiénes sostienen la dictadura de Cuba?”, donde expertos evaluaron las décadas del régimen castrista y los pilares que le han permitido fortalecerse.
Con 66 años, la dictadura de Cuba es la más longeva de toda Latinoamérica y una de las de mayor relevancia en la región. Su permanencia, a pesar del paso de los años, responde a tres factores -el crimen, la complicidad y la indiferencia de la comunidad internacional-, que permiten a Miguel Díaz-Canel mantener viva su narrativa al interior del país y fuera de sus fronteras.
El evento contó con la participación del historiador Marco Antonio Ramos, la periodista y directora del Diario Las Américas, Iliana Lavastida; el abogado y ex candidato presidencial de Chile, Ricardo Israel; el periodista Luis Galeano; el presidente del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela en el exilio, Antonio Marval; el periodista cubano Iván García Quintero; la periodista e investigadora Darcy Borrero; y Carlos Sánchez Berzaín, director del Instituto, mientras Francisco Endara Daza ofició de moderador.
Para responder la interrogante planteada, Ramos, quien estuvo a cargo de la apertura del foro, enfatizó en las estrechas alianzas de La Habana con países aliados, que hoy se ven con claridad en los casos del socialismo español, Nicaragua, Bolivia y Venezuela, pero que se remontan a sus inicios, con la Unión Soviética. Pese a la incorporación de nuevos actores, lo que no ha cambiado desde entonces es el engranaje de esta red en la que la isla recibe recursos y asistencia clave de países a los que, a su vez, sostiene y utiliza como plataforma para la expansión de su narrativa.
Es así como su propaganda de revolución ha devenido en el proyecto del Socialismo del Siglo XXI, sus mecanismos de terrorismo de Estado y sus organizaciones transnacionales de crimen organizado y guerrillas.
“El fundamento principal del sostenimiento de la dictadura cubana es el crimen (…) Cuba es el primer narcoestado de la región”, señaló en ese sentido Sánchez Berzaín, quien recordó el histórico vínculo entre Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Pablo Escobar, Fidel Castro y Díaz-Canel, pero remarcó también la extensa lista de denuncias por abusos contra la población que pesan sobre el castrismo.
Otros actores clave en el sostenimiento del régimen son los Estados para dictatoriales, como Brasil con Luiz Inácio Lula da Silva, Colombia con Gustavo Petro, Honduras con Xiomara Castro, y México con Claudia Sheinbaum, que ponen sus territorios al servicio de Díaz-Canel y quedan unidos por “un pacto de poder para someter a los pueblos”, como lo describió Marval.
A ellos se suman también los medios de comunicación, organismos y la comunidad internacional que, por medio de su indiferencia, su trato diplomático y la falta de implementación de mecanismos jurídicos, han mantenido una postura de tolerancia y pasividad durante décadas y se han vuelto cómplices de esta estructura.
“No ha habido una estrategia coherente ni en la OEA ni en Europa para tratar de frenar este cáncer que yo creo que afecta a todo y es también el causante de lo que ocurre en Bolivia, Colombia, El Salvador… todo viene de Cuba”, sentenció García Quintero.
Inclusive, sumó Israel, recientemente el presidente chileno, Gabriel Boric, expuso esta situación cuando optó por tomar distancia de Venezuela por las agresiones de Maduro pero “de su boca, al igual que de su gobierno, no ha salido crítica alguna a Cuba”.
A su vez, al interior de las fronteras, las olas de detenciones arbitrarias, los juicios amañados, el hostigamiento, la vigilancia digital y la prohibición de convocatorias a protestas pacíficas han instalado un clima de autocensura y miedo, favorable para el autoritarismo de La Habana.
“La represión en Cuba no tiene límites y el disentimiento se paga caro, a menudo con la libertad y otras veces hasta con la vida”, lamentó Galeano, al tiempo de Labastida insistió en que “la dictadura se sostiene porque no han escatimado en medios para conseguirlo”.
Cerca de tres millones de cubanos en el exterior es el saldo de este esquema dictatorial que, a su vez, logró convertir a la diáspora en otra de sus grandes fuentes de ingresos y asistencia.
Las remesas en dólares o los envíos de insumos para suplir las faltas a las que las autoridades no dan respuesta le permiten al régimen mantener su aparato represivo activo, eludir el impacto de las sanciones y hacer de estos migrantes los “proveedores de quienes los obligaron a abandonar su país”.
“El régimen reduce el bienestar ante la pérdida de ingresos, pero ante mejores condiciones económicas no lo prioriza”, denunció en ese sentido Borrero, explicando que las sanciones extranjeras tampoco han funcionado como estrategia.
El foro del Inter-American Institute for Democracy dejó al descubierto, por tanto, que para responder a la pregunta “¿Quién sostiene a la dictadura de Cuba?” es fundamental también analizar a quiénes sostiene el régimen La Habana y qué obtiene de ellos, y trabajar en una estrategia amplia y coordinada, tanto desde el exterior como desde el interior.