La Universidad de Tasmania pidió disculpas públicas y retiró los restos humanos de la exhibición en 2018 - (Universidad de Tasmania)

Hasta hace poco, el Museo de Patología R. A. Rodda de la Universidad de Tasmania era prácticamente desconocido fuera del ámbito académico y médico. Sus vitrinas, diseñadas para formar a generaciones de estudiantes y profesionales de la salud, escondían no solo conocimientos anatómicos, sino también historias humanas marcadas por la ausencia de consentimiento.

El reciente descubrimiento de restos humanos conservados y exhibidos sin autorización familiar detonó una crisis institucional y social cuyas repercusiones todavía se sienten en toda Australia.

El informe que trajo el pasado al presente

Los primeros indicios de este escándalo emergieron en 2016, cuando el entonces curador del museo comunicó su preocupación por la presencia de especímenes cuya incorporación no contaba con el aval adecuado. Estas inquietudes dieron pie a una investigación exhaustiva liderada por el forense Simon Cooper.

El resultado fue un informe histórico de la Magistrates Court of Tasmania, que reveló que el museo almacenó 177 restos humanos entre 1966 y 1991, sin el conocimiento o consentimiento de sus familias ni de las autoridades forenses. Tanto The Guardian como la Australian Associated Press siguieron de cerca el caso, que rápidamente cobró relevancia en la agenda pública.

El Museo de Patología R. A. Rodda exhibió restos humanos sin consentimiento familiar durante 25 años - (Imagen Ilustrativa Infobae)

El informe señala que durante veinticinco años la práctica se mantuvo oculta y que muchos funcionarios de la época desconocían la procedencia o el destino final de los especímenes. Además, el documento destaca una falla contundente: los estándares nacionales para la gestión ética de restos humanos, establecidos en 2002, nunca fueron implementados en Tasmania, lo que permitió que casos como este pasaran inadvertidos durante tanto tiempo.

Procesos de reconciliación y búsqueda de justicia

Tras hacerse público el caso, el museo retiró los restos humanos de la exhibición en 2018. La oficina del forense destinó años a reconciliar los registros, investigar el origen de cada espécimen y, sobre todo, tratar de identificar a las víctimas.

En enero de 2025, tras extensos trabajos, se publicaron en línea los nombres de 126 personas cuyos restos pudieron ser identificados, con la esperanza de contactar a sus familias y permitirles recuperar a sus seres queridos.

Simon Cooper detalló que se pudieron atender los deseos de 100 familias, mientras que 77 restos no identificados recibieron una disposición respetuosa en función de las posibilidades existentes. “El descubrimiento de que se extrajeron restos humanos de la autopsia y no se devolvieron al cuerpo ha sido motivo de dolor para muchas familias”, sostuvo el forense en palabras recogidas por The Guardian.

Disculpas, reflexión institucional y una promesa de cambio

La Universidad de Tasmania reaccionó de inmediato. El vicerrector adjunto de salud, profesor Graeme Zosky, ofreció disculpas públicas y comenzó un proceso de diálogo personal con las familias involucradas, buscando respuestas y ofreciendo apoyo en un proceso difícil y sensible.

La falta de estándares éticos en Tasmania permitió que la práctica pasara inadvertida hasta 2002 - (Imagen Ilustrativa Infobae)

Zosky expresó: “Lamentamos profundamente la tristeza y el dolor causados”, y aseguró que la institución analizará con detalle el informe del forense antes de tomar futuras decisiones. También explicó que los restos en cuestión fueron recolectados en autopsias forenses, práctica que quedó en desuso hace décadas.

La investigación también determinó que la mayor parte de los restos ingresó al museo por medio de un patólogo forense ya fallecido, lo que complica la atribución individual de responsabilidades.

En su balance final, Cooper se abstuvo de emitir recomendaciones formales, aunque calificó la retención sin consentimiento como una acción ofensiva para los estándares contemporáneos y resaltó el carácter casi inimaginable de que la práctica se extendiera hasta 1991.

Repercusiones políticas y un debate que no se agota

El efecto en la clase política fue inmediato e intenso. La diputada independiente Meg Webb calificó el caso como “espantoso” y “profundamente impactante”, al tiempo que argumentó que corresponde analizar posibles compensaciones para las familias afectadas y tomar medidas contra quienes sean responsables, tanto a nivel individual como institucional.

Durante años, el Museo de Patología R. A. Rodda fue un pilar central en la formación de profesionales de la salud en Australia, por la riqueza de su colección de tejidos y especímenes humanos. Sin embargo, la revelación de estas prácticas pone en cuestión no solo la ética médica del pasado, sino la propia relación entre instituciones, ciencia y la sociedad.