
Un Boeing 767 de Air Canada pasó a la historia el 23 de julio de 1983, cuando logró aterrizar sin una gota de combustible y sin causar víctimas. El incidente, conocido como el caso del “Gimli Glider”, fue consecuencia de una insólita cadena de errores humanos y técnicos, así como de un cambio reciente en el sistema de medición de Canadá.
La hazaña del capitán Bob Pearson y el copiloto Maurice Quintal, que salvaron la vida de 69 personas, sigue siendo admirada en la aviación mundial.
Un fallo de cálculo y una cadena de errores

El vuelo AC143 de Air Canada había despegado de Montreal con destino a Edmonton, haciendo una escala en Ottawa. A bordo viajaban 61 pasajeros y ocho miembros de la tripulación. Sin embargo, antes de despegar, el sistema automático de medición de combustible (FQIS) del Boeing 767 presentó fallas. Los tres indicadores de los depósitos no funcionaban, y pese a ello, el despegue fue autorizado.
“El sistema de medición no funcionaba y la MEL (lista de equipamiento mínimo) no daba instrucciones claras para este modelo, recién incorporado”, explicó Daniel Murias en Motorpasión. El capitán Pearson, con más de 15.000 horas de vuelo, decidió confiar en una medición manual durante la escala en Ottawa. El procedimiento consistía en utilizar una varilla que medía el combustible en centímetros, pero había un detalle crucial: era el primer modelo de la marca que utilizaba el sistema métrico decimal.
La confusión surgió porque el repostaje se realizaba en litros, pero para planificar el vuelo se necesitaban calcular los kilogramos de combustible, ya que la masa es un dato más fiable que el volumen. Sin embargo, la tripulación y el personal de tierra aplicaron el factor de conversión erróneo: utilizaron 1,77, válido para convertir litros a libras, en vez de 0,803, que correspondía a la conversión de litros a kilogramos. Así, en vez de los 22.300 kg requeridos, cargaron solo 10.000 kg, es decir, 22.300 libras.
La raíz del problema estaba en el cambio de sistema de medición que Canadá había implementado ese mismo año. “Ya vemos venir el fallo, grande como un Boeing”, ironizó Murias. Sin embargo, advirtió el error antes del despegue.
El momento crítico: sin combustible a 12.500 metros

A mitad de camino, sobre Red Lake, Ontario, una alarma advirtió problemas de presión en el motor izquierdo. Los pilotos reiniciaron la bomba, pero minutos después, la advertencia apareció en el motor derecho. En cuestión de segundos, ambos motores se apagaron a 41.000 pies de altura, es decir, 12.500 metros.
“Solo tuvieron unos segundos para decidir qué hacer”, relató Murias. Pearson, también piloto, sabía cómo maniobrar un avión sin motores. El aeropuerto más cercano, Winnipeg, estaba a 75 millas, pero la altitud descendía rápidamente. Entonces, Quintal recordó la antigua base aérea de Gimli, donde él mismo había servido. Lo que desconocían era que ya no era una base militar, sino un circuito automovilístico, y que ese día se celebraba una carrera con público y vehículos en pista.
La situación era extrema: la pista estaba ocupada, había guardarraíles metálicos e incluso el avión estaba demasiado alto para un descenso convencional. Pearson recurrió a una maniobra de planeo en la que debió descender el avión “de lado”, como se hace con un planeador, para perder altitud rápidamente y alinearse a último momento.
Un aterrizaje de película y un récord imposible de igualar

El 767 aterrizó prácticamente en silencio, sin motores ni radio para alertar a los presentes. Solo los frenos del tren de aterrizaje podían detenerlo. Debido a la velocidad y el calor, el tren delantero colapsó, el morro del avión se arrastró por la pista y rompió los guardarraíles, causando una gran conmoción entre el público.
“Todo terminó sin que se produjeran lesiones graves entre los pasajeros ni la tripulación”, destacó Murias. La profesionalidad de Pearson y Quintal fue elogiada, aunque la aerolínea recibió críticas por su manejo deficiente del sistema métrico y la supervisión del proceso de repostaje. Pearson fue suspendido seis meses, pero posteriormente reincorporado como capitán.
El incidente dejó lecciones claves sobre la importancia de la conversión de unidades y la necesidad de procedimientos claros en la aviación. Se intentó recrear el vuelo en simuladores de la compañía, pero nadie logró repetir la hazaña.