Un manifestante porta un paraguas con la leyenda

El Frente de Reformas de Irán pidió este domingo suspender de forma voluntaria el enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento total de las sanciones internacionales. La propuesta, difundida en un comunicado citado por el diario Shargh, plantea además retomar la supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), interrumpida tras la guerra de doce días con Israel y los ataques israelí-estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes. Para los reformistas, estas medidas serían el primer paso hacia la reconstrucción de la confianza nacional y la reintegración del país en la comunidad internacional.

El enriquecimiento de uranio debe suspenderse como una oportunidad única para reconstruir la confianza nacional, resolver las tensiones internacionales y devolver a Irán al lugar que le corresponde”, aseguró el comunicado. La declaración refleja un intento explícito de marcar distancia respecto de la línea dura del régimen, que sigue defendiendo su “derecho inalienable” a desarrollar energía nuclear incluso después de los ataques que dañaron parte de su infraestructura atómica.

ARCHIVO - Esta imagen difundida el 5 de noviembre de 2019 por la Organización de Energía Atómica de Irán muestra centrifugadoras en las instalaciones Natanz de enriquecimiento de uranio en el centro de Irán (Organización de Energía Atómica de Irán vía AP, archivo)

El Frente de Reformas, que respaldó la candidatura de Masud Pezeshkian en las elecciones presidenciales de 2024, también propuso liberar a los presos políticos, promulgar una amnistía para activistas civiles y revisar las leyes que discriminan a las mujeres. “Este es el momento de tomar una gran decisión para abrir las puertas de un futuro diferente. Mañana puede ser demasiado tarde”, concluyó el texto, que busca presentarse como una hoja de ruta para evitar un colapso gradual del país.

El contexto internacional refuerza el dramatismo de este llamado. Francia, Alemania y Reino Unido han advertido que reactivarán el mecanismo de restablecimiento automático de sanciones contemplado en la resolución 2231 de Naciones Unidas si Irán no alcanza un acuerdo antes de septiembre. La medida incluye embargos de armas, congelación de activos y restricciones financieras, sin posibilidad de veto en el Consejo de Seguridad.

ARCHIVO Mujeres iraníes, algunas sin llevar el velo islámico obligatorio, caminan por el centro de Teherán, Irán, el sábado 9 de septiembre de 2023 (Foto AP/Vahid Salemi, Archivo)

Este mecanismo se ha convertido en la carta más fuerte de los europeos frente a un régimen que insiste en mantener sus centrifugadoras activas. Según la Agencia Internacional de Energía Atómica, Irán ha llegado a enriquecer uranio hasta el 60 %, apenas un paso técnico por debajo del umbral necesario para fabricar armas nucleares. Estados Unidos, por su parte, ha reiterado que mantiene la vía diplomática abierta, aunque no descarta “otras opciones” si Teherán prolonga el pulso atómico.

Las divisiones internas en el sistema iraní se han hecho más visibles desde la guerra con Israel, que dejó más de mil muertos, entre ellos decenas de altos mandos militares y científicos nucleares. La ofensiva dañó instalaciones clave y obligó al país a reorganizar su programa en condiciones de mayor clandestinidad, al tiempo que reforzó a los sectores más conservadores, decididos a mantener el desafío a Occidente.

Después del conflicto, el OIEA intentó retomar canales de diálogo con Irán. En junio, su director general, Rafael Grossi, insistió ante el Consejo de Seguridad de la ONU en la necesidad de que “los inspectores regresen a los sitios nucleares” para verificar las reservas de uranio y advirtió que, de no hacerlo, el régimen de no proliferación corre riesgo de colapsar. Mientras tanto, la Unión Europea expresó su respaldo al OIEA y exigió el regreso de las inspecciones.

Esta imagen satelital proporcionada por Maxar Technologies muestra la planta de enriquecimiento de uranio de Fordo en Irán el 24 de enero de 2025 (Maxar Technologies vía AP)

La presión interna añade urgencia al debate. El país atraviesa una crisis económica que combina inflación desbordada, desempleo creciente y un deterioro de la infraestructura energética e hídrica. La frustración social se refleja en protestas recurrentes, reprimidas con violencia por las autoridades. En este clima, la propuesta reformista busca no solo un alivio internacional, sino también una reconciliación con una ciudadanía cada vez más desconfiada del sistema.

El dilema es profundo: ceder a la supervisión internacional y detener el enriquecimiento podría interpretarse como un signo de debilidad frente a Estados Unidos e Israel, pero mantener la confrontación amenaza con llevar al país de regreso al aislamiento absoluto.

Para Occidente, el tiempo apremia. Si Irán no acepta un acuerdo antes de septiembre, las sanciones podrían volver con toda su fuerza, asfixiando aún más a un país que ya depende del contrabando energético y del apoyo de socios como Rusia y China. La pregunta es si el régimen está dispuesto a sacrificar su programa nuclear en nombre de la supervivencia, o si persistirá con la línea de resistencia que lo ha llevado una y otra vez al borde del abismo.