Wanda Nara, Mauro Icardi, sus dos hijas y el Chateau Libertador. Protagonistas principales y escenario palaciego y con aroma francés para una jornada que pasará a la historia de los grandes escándalos mediáticos en la Argentina. Jueces, abogados, funcionarios, policía, médicos y una atribulada vecindad completaron el reparto de diez horas de tensión e incertidumbre. Dos posiciones encontradas, nadie dispuesto a ceder, y en el medio, dos niñas de 8 y 10 años como principales e indefensas víctimas.
En la mañana de un soleado y frío viernes de invierno, Mauro Icardi debía encontrarse con las niñas luego de casi seis meses y de tres instancias fallidas. La autorización del juez se extiende hasta el viernes 4 de julio, y consigna que los primeros días disfruten de tiempo a solas con su padre. En los días subsiguientes, su novia Eugenia la China Suárez podría sumarse paulatinamente a las actividades. Todo parecía claro y conciso, firmado y sellado, pero terminó en un escándalo transmitido casi en cadena nacional. Y a decir verdad, no sorprendió a casi nadie.
El futbolista llegó minutos antes de las 11, manejando su camioneta y con sus abogadas Elba Marcovecchio y Lara Piro. Según el protocolo, debía aguardar en la cochera del subsuelo para reencontrarse con las niñas en la planta baja, quienes debían bajar con sus mascotas y en compañía de una niñera, ya que Wanda y Mauro no pueden estar cara a cara. En su cabeza, Mauro proyectaba estar un par de horas más tarde junto a las niñas, en su casa de Nordelta, mientras la empresaria tenía planeado un viaje laboral a los Estados Unidos.
Pero los minutos pasaban cada vez más lentos y la impaciencia empezó a ganar el ambiente. El tumultuoso ingreso de Icardi esquivando las cámaras y los curiosos fue lo último que ocurrió de acuerdo a lo dictaminado por el juez. A partir de entonces se dispararon todo tipo de versiones de lo ocurrido entre el departamento de Nara y la cochera del subsuelo, mientras que las afueras del edificio se agolpaban policías, una ambulancia del SAME, intimaciones judiciales, una nutrida guardia periodística y un país en vilo de una trama privada que, a falta de ficción en la tele, hizo su novela favorita.
A la hora estipulada, Fernanda Mattera, representante del Ministerio Público Tutelar, subió al departamento para buscar a las niñas, quienes aguardaban con los bolsos listos y sus mascotas preparadas para pasar una semana con su padre. Pero allí pasó algo que entorpeció los pasos acordados. Según contó Ángel de Brito, las niñas no querían encontrarse con el futbolista y las versiones apuntaron a su actual pareja. «La que más se resiste es la mayor de las nenas, que no quiere saber nada, la menor se puso a llorar y dijo que no quería ir”, expresó el conductor. De acuerdo a su versión, la niña alegó que no pasaba bien con el entorno de la China Suárez, pareja actual de su padre. “No quiero convivir con toda esa gente”, habría señalado.
Desde el entorno de Icardi calificaron como “circo” la conducta de Wanda Nara, cuyos gritos trascendían las paredes del departamento. El temor de la empresaria radicaría en que su exmarido se lleve a las niñas a Turquía, donde pronto se reintegrará a los entrenamientos del Galatasaray. Las horas pasaban y había dos posturas marcadamente opuestas: él no estaba dispuesto a irse sin las chicas y ella no parecía dispuesta a entregarlas. Y las niñas se mostraban reacias a irse con su padre.
Luego de una hora de negociación, realizaron una videollamada con el juez donde le plantearon un escenario con un estatus de encrucijada. ¿Cómo obligar a las niñas a hacer algo que no querían? Según contó en A la tarde (América) Ana Rosenfeld, amiga y abogada de Nara, el único requisito de las menores era que no estuviera la China Suárez en la cita con su padre, que se oponía a lo que expresaba por escrito la resolución judicial.
También trascendió que Wanda habría ofrecido que, en lugar de irse a Nordelta, Mauro pase esta semana con sus hijas en la casa de Santa Bárbara con la condición de que en ningún momento los visite la China. En total fueron cuatro las videollamadas de las que también participó el defensor de las chicas, Marcelo Jalil, actor clave para destrabar la negociación.
A las 15:46, dos patrulleros, con tres policías varones, aparecieron en el barrio de Núñez. Ingresaron por la puerta de la calle Montañeses con la intimación del juzgado civil 106 para que Wanda entregue a las niñas y se las dé a Mauro. “Bajo apercibimiento en caso de incumplimiento de disponer en el día de la fecha la intervención de la fuerza pública, con personal femenino no uniformado, con facultades de ingresar a la vivienda, violentando en su caso cerraduras y también de requerir presencia del SAME de resultar necesario», decía la letra fría del escrito. Pero esto tampoco iba a ser suficiente. Atrincherada en su casa y en su postura, Nara insistía en que quería tener por escrito y firmada la garantía de que las nenas no iban a salir del país.
Un rato después, arribó un móvil de la superintendencia de violencia de familiar y de género a un escenario que ya contaba con el comisario, agentes de civil y el personal de seguridad del Chateau. Y con los vecinos, extras involuntarios de una historia que recién promediaba su desenlace y que, con el arribo del SAME, ya se parecía a una toma de rehenes. “Esto es un secuestro”, escucharon gritar una y otra vez a Piro. También expresaron su descontento por su vecina más mediática, cansados de ser una vez más el foco de la opinión pública. “Si supieran cuánto pagamos de expensas…”, se quejó una de ellas. Otros se apiadaron de Icardi y le acercaron comida y bebida hasta el subsuelo. Al menos en el interior del Chateau, la grieta que divide a la farándula parece tener un claro ganador.
Los ascensores del Chateau trabajaron a destajo, en un incesante ir y venir de abogados y funcionarios. El futbolista permaneció las diez horas en la cochera, un rato en compañía de sus abogadas, pero la mayor parte del tiempo en soledad. Marcovecchio fue la encargada de llevar las gestiones en el departamento, mientras Piro iba y venía con información para el futbolista, que, para hacer más dramática la situación, no contaba con buena señal en las catacumbas del chateau. Por el lado de Wanda, estuvo su equipo de abogados encabezado por Nicolás Payarola, y en ningún momento se produjo un diálogo entre las partes.
En el departamento de Wanda, además del personal, había un grupo de amigas que filmaban la escena. También lo hicieron las representantes de Icardi. Ambas partes quisieron tener todo documentado, un corpus multimedia que se completará con las cámaras de seguridad del edificio y lo que puedan aportar periodistas y curiosos. Y allí empezará otra historia.
El caso escaló a tal nivel que intervino la jefa de violencia familiar y de género de la policía porteña, quien terminó de persuadir a Wanda para que ceda. La clave fue la insistencia de Jalil, que apeló a la salud mental de las niñas, que vienen soportando el tironeo de sus padres desde principios de año, y a una máxima que se parece demasiado al sentido común. Si dos niñas no pueden decidir si quieren estar con su papá o con su mamá, lo tiene que hacer la Justicia.
A las 21.08, más de diez horas después de su arribo, Mauro Icardi dejó el Chateau Libertador otra vez a bordo de su camioneta, pero esta vez sin sus abogadas y con sus hijas menores en el asiento trasero. En sus ojos vidriosos, transmitía una mezcla de felicidad por una victoria que había costado demasiado y un dejo de esas miradas llenas de agradecimiento con sus abogadas que parecieron durar una eternidad.
Así terminaba una jornada emitida casi en tiempo real, entre guardias periodísticas, trascendidos, filtraciones, fuerzas públicas y opiniones de todos los colores. Ahora empieza otro capítulo, el del reencuentro de un padre con sus hijas, en sus habitaciones plagadas de regalos, abrazos que esperaron mucho tiempo y sonrisas que vale cada segundo de espera. Y que desean que se extienda, al menos, durante una semana.