Cada tanto, la realidad supera la ficción y los crímenes más antiguos pueden encontrar respuesta de la forma menos esperada.
El caso del escalofriante asesinato de Joseph Mulvaney es ejemplo de cómo la persistencia y el avance de la ciencia, sumados al interés colectivo impulsado por la televisión, consiguieron romper 40 años de silencio y dolor alrededor de una familia marcada por el misterio. Lo que empezó como un simple favor entre vecinos terminó exponiendo un crimen que permanecía oculto tras identidades cambiadas, un baúl cerrado por décadas y secretos guardados celosamente.
La historia inicia en Thermopolis, Wyoming, una localidad tranquila donde la vida transcurría sin mayores sobresaltos, hasta que un hallazgo macabro cambió la rutina de una familia y movilizó a la policía local.
El caso se transformó en un rompecabezas para los investigadores, mientras la identidad de la víctima y la causa de su muerte se convertían en fuente de rumores, teorías y un dolor inconmensurable para quienes esperaban respuestas desde hacía años.
El baúl de Newell Sessions
En 1986, Newell Sessions aceptó guardar un gran baúl militar que le confió un vecino al que todos en el barrio conocían como “Gabby”, aunque su nombre real era John David Morris. El pedido que hizo Morris antes de abandonar la ciudad de un día para el otro parecía inocente y no levantó sospechas. Pero, los años pasaron y el baúl siguió allí, acumulando polvo y preguntas.
No fue sino hasta una noche de Halloween de 1992, cuando la curiosidad y la incomodidad pudieron más que la cautela. Sessions decidió finalmente abrirlo, usando un soplete para romper el candado oxidado. Lo que encontró superó cualquier suposición: un esqueleto humano envuelto en un trozo de plástico, acompañado por un cinturón y una bolsa de supermercado deteriorada. Fue su esposa quien los incentivó a llamar a la policía, según informó la cadena de televisión Fox 2.
Inmediatamente, el sheriff del condado de Hot Springs, John Lumley, acudió al lugar. El impacto fue inmediato: dentro de aquel baúl había restos óseos con claros signos de violencia, incluido un disparo en el cráneo. El uniformado confiscó el baúl y trasladó la evidencia al laboratorio forense de Wyoming, sabiendo que se enfrentaba a un caso fuera de lo común. El hallazgo desencadenó una investigación que reabriría heridas en dos estados y que parecía condenada al olvido.
Pese a los avances, los peritos solo pudieron determinar que la muerte había ocurrido décadas antes y que el arma utilizada era una pistola semiautomática Colt calibre 25, fabricada a principios del siglo XX. El único indicio contextual era una bolsa de supermercado Hy-Vee, originaria de Iowa, un dato importante, ya que esa cadena no existía en Wyoming.
“Misterios sin resolver”, el programa que ayudó a resolver el crimen
Todo cambió cuando el caso llegó a las pantallas de miles de hogares gracias a la serie Misterios sin resolver, emitida por la cadena NBC. El episodio, que reconstruía con dramatizaciones los hechos principales, puso el foco en la figura de “Gabby” y en la incógnita detrás de aquel cadáver anónimo que había permanecido guardado durante décadas.
La exposición mediática disparó decenas de llamadas y logró lo impensado: reactivar la investigación, darle esperanza a una familia y sumar nuevas pistas al expediente. Entre los televidentes estaba Shelley Statler, una joven de Iowa que reconoció en la reconstrucción detalles inquietantes sobre su propia familia.
Su padre reforzó la sospecha: “Creo que este es tu abuelo”, le confesó, según relata Fox 2, refiriéndose a Joseph Mulvaney, quien había desaparecido misteriosamente en 1963 y de quien nunca se hizo una denuncia formal.
A partir de ahí, Statler emprendió una búsqueda tenaz. Reunió documentos, contactó a autoridades en Wyoming y, por sobre todo, insistió en que se comparara el ADN de su madre Kathy Mulvaney con el de los huesos hallados en el baúl. En 2017, cinco décadas después de la desaparición, llegó la confirmación oficial: la coincidencia genética era del 99 %. Los restos pertenecían a Joseph Mulvaney.
El programa de televisión no solo aportó visibilidad: movilizó recuerdos, sacudió viejas culpas y dio impulso a familiares que sentían que el tema había quedado sepultado. Sin esa emisión, la conexión final entre la víctima y el baúl nunca hubiese salido a la luz.
Quién era Joseph Mulvaney
Joseph Mulvaney nació el 3 de enero de 1921 en Mattoon, Illinois. De joven se alistó en la Guardia Nacional de Illinois, donde sirvió en la Segunda Guerra Mundial en el 130º Regimiento de Infantería de la 33ª División.
Su paso por el ejército lo llevó a Australia y Filipinas, en el marco de una travesía bélica que marcaría para siempre su carácter. En casa le esperaban sus padres, aunque su madre falleció mientras combatía, y su padre lo hizo poco antes de que Joseph desapareciera, hechos que profundizaron su aislamiento.
Ya retirado del frente, Mulvaney se estableció en California y luego en Iowa, donde encontró trabajo en el sector ferroviario. Se casó con Mary Alyce McLees, con quien tuvo tres hijos y ayudó a criar al hijo de su esposa, John David Morris. Sin embargo, la vida familiar nunca fue sencilla.
Según relató su nieta, las peleas entre Joseph y su esposa, así como la tensa relación con su hijastro John, marcaron la cotidianeidad de la casa. “Nunca se llevaba bien con ninguno”, resumía la propia Statler de acuerdo con el informe de la cadena televisiva estadounidense. Un día de 1963, Joseph desapareció sin dejar rastro; su esposa apenas mencionó que había regresado a California, pero nunca se hizo una denuncia por persona desaparecida.
Décadas después, la familia intentó reconstruir los hechos y sanar las heridas causadas por la ausencia paterna, que impactaron profundamente en la hija de Joseph, quien debió crecer en un ambiente dominado por el miedo y la incertidumbre.
Recién con el hallazgo y la identificación de los restos, la familia pudo realizar una ceremonia militar y darle a Joseph Mulvaney el homenaje que le debían: un entierro digno y una historia finalmente contada.