“No estudiamos literatura, no aprendimos con exactitud la sintaxis del pluscuamperfecto. El eco de las declinaciones en latín, terra, terrae, terrae, terram, nos resuenan apenas como un recuerdo lejano, como un ladrido blanco y peludo de nuestra perra, bautizada con el primer vocablo de la declinación, terra. Un intento amoroso de nuestra madre de redimir el ordinario Terry que habíamos propuesto, infundiéndole una nueva envergadura». Este fragmento un recuerdo, sí, y es también parte del prólogo que Romina Bodoc escribió para El hilo de oro, un libro que recopila las enseñanzas de taller literario de su madre, la gran escritora Liliana Bodoc, que se murió de golpe en 2018, a los 59 años. Lo publica EDIFYL, la editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Y tiene otro prólogo, escrito por Claudia Piñeiro.
El libro se titula El libro de oro porque en algún momento Bodoc dice: “Los escritores tenemos que aprender a distinguir el hilo de oro. Cuando encontramos un lugar en donde el texto palpita con mucha verdad”. Es un libro práctico y teórico. Para pensar cómo escribir, para escribir. Para escribir mejor.
Para armarlo tuvieron que contactarse con quienes habían pasado por ese taller literario y pedirles sus recuerdos y sus notas. Para sorpresa de muchos, la mayoría tenía frescos los recuerdos y guardados los cuadernos. Tabmién grabaciones hechas con celulares: la transcripción de esa voz es el corazón del libro. Así, sumando notas, fotos, recuerdos, la voz, se hizo el libro.
La presentación oficial de este volumen se hizo este martes en la Biblioteca Nacional. Hablaron Galileo Bodoc, hijo de la escritora y promotor de su obra, junto a Gustavo Zonana -Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo- y el equipo editorial responsable de la edición,: Mariana Guzzante, directora de EDIFYL, Inti Bustos, Coordinadora del Área de Vinculación y Cultura y Federica Distefano, editora en EDIFYL. Hacia el final de la actividad, llamaron al escenario a Patricia Kolesnicov, periodista de Infobae y coordinadora de Leamos, su editorial digital.

En el público estaban, entre otros, Laura Leibiker, editora de parte de la obra de ficción de Bodoc, Hugo, el hermano de la escritora y la autora mendocina Mercedes Araujo.
Galileo, Galo, sacó una de las sillas de atrás de la mesa que se había instalado en el escenario y la puso cerca del público: “Descubrimos esta capa que es la Liliana maestra. Maestra me gusta, me encanta esa palabra, me parece que es la que mejor define su rol. Y así fue Liliana, la capa del dolor, la capa de la poesía, la capa del teatro, la capa de lo doméstico, la capa de ser madre. Luego la capa de la Liliana narradora, que comienza a ser pública y que se expande y se expande con su palabra tan comprometida y tan amorosa”.
El hijo de Liliana Bodoc agregó: “Ella no impartía un taller. Porque no creía en eso, no creía de ninguna manera que el conocimiento descienda. Ella creía que el conocimiento era para compartir, se compartía. Y en ese compartir se modificaba, se acrecentaba, se diversificaba. Entonces, sus talleres no son un magisterio. Son una experiencia,mmás parecidos a una ceremonia de medicina, a un temazcal, a un tambor sonando de un médico brujo o a una charla de amigos o a todo eso y un acto de magia, pero no se parece mucho a un magisterio formal».
El público asentía. Acompañaba. Y Galileo -Galo- no se olvidó de agradecer a todo el equipo de la Facultad y, en particular a la directora de EDIFYL, Mariana Guzzante: “porque es el motor, la persona que soñó con esta epopeya compleja y nunca dudó. Se puso al hombro de esto y condujo toda esta voluntad colectiva, supo tejerla y supo sacar lo mejor de cada uno”.
Galo no lo dice ahora pero, al final, Guzzante contará que ese trabajo que parecía imposible terminó sacando a la luz tanto material que ya hay otros dos volúmenes de El hilo de oro en preparación.

En el taller
Zonana arranca su intervención no con la voz de un decano sino poniéndose en el lugar de un tallerista. Cuenta que decidió hacer uno de los ejercicios del taller: describir una cocina medieval. “Un batallón tenaz se entrevera con faisanes, rogallos, perdices, palomas salvajes y cisnes. Ollas, asaderas y hornos aguardan impacientes. Ugolino viene de la cámara anterior”, lee y ya no estamos en la Biblioteca Nacional sino en otra parte. “Se trata de un ejercicio fundamental que nos obliga a salirnos del yo, el aquí y el ahora. Nos permite ir más allá de lo dicho. Relatar historias y atribuir pensamientos a quienes nos rodean son procesos fundamentales de la cognición social que implican la capacidad de entender estados mentales, intenciones y comportamientos”. dice. “El universo imaginario de Liliana Bodoc celebra ese valor cognitivo y ese placer estético de la narración en cada párrafo. El hilo de oro, un camino hacia la escritura creativa, expone cómo trabajar sistemáticamente en la configuración de mundos imaginarios. De allí su importancia capital”.
“Es muy difícil la tarea de las universidades públicas hoy en día”, arranca Inti Bustos. “Tenemos que ser muy audaces para poder cazar al vuelo voces como la de Lili. Que siguen latiendo adentro de las instituciones”. Y avanzó: “Siento que El hilo de oro es, es Lili pasando por los cuartos y prendiendo una luz en cada habitación».

“Nunca fui a un taller de Liliana, porque cuando ella daba esos talleres no vivía en Mendoza, pero a través de grabaciones, de apuntes, de notitas, de devoluciones, pude encontrarme con ella. Entonces, espero que, que puedan leerla y leer su ternura a través de las páginas de este libro”, dijo Distefano. Una palabra que retomaría, más tarde, Kolesnicov.
Guzzante, la directora de EDIFYL, sumó otro costado. “Es un libro que se imprimió en el taller de la facultad que le entregó a Liliana su honoris causa, donde Liliana hizo su licenciatura en Literaturas Modernas. El hecho de que el libro salga de ese taller, que ha revivido a causa de este libro, para nosotros es un acto simbólico hermoso. Y, como dice Liliana no es un acto de generosidad, sino un acto de justicia”.
Luego invitó a subir a la periodista, quien contó de las noches en el Laberinto de Borges de San Rafael, cuando grababan el programa Conversaciones en el laberinto, que conducía Claudia Piñeiro y del que Kolesnicov era guionista. Invitaron a Bodoc para hablar sobre “Borges y los mitos”. “Acá se habló de ternura, y eso traía Liliana Bodoc, una ternura que hoy resulta contracultural”, dijo. “Ella nos salía siempre con un pensamiento transversal, inesperado. Llegó a la finca Los Álamos, donde se filmaba, y contó que ella de joven no quería saber nada de Borges, que le parecía ‘un viejo de derecha’, pero que se topó con unos versos, y eso la hizo cambiar. Y recitó, de memoria: ‘Pensando bien la cosa, supondremos que el río/ era azulejo entonces como oriundo del cielo/ con su estrellita roja para marcar el sitio/ en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron”. Entonces se rió: ‘Qué me importaba lo que pensaba ese señor’. El resto del programa fue con sensibilidad y, justamente, ternura».
Luego llamaron a Susana Soto Pérez, directora de la Biblioteca Nacional, que había dado lugar al encuentro.
Final con abrazos y mucha gente llevándose el libro bajo el brazo. Para escuchar otra vez, un poco, la voz de Liliana Bodoc.