La mañana asomó suave, con una luz tenue filtrándose entre las cortinas. Era la primera después del viaje, y Wanda Nara compartió detalles íntimos de su llegada a Punta del Este, al abrir la puerta a ese mundo privado donde el tiempo parece ir más lento. El dormitorio principal sirve de escenario: el desorden de las sábanas beige marcaba el final de la noche y el inicio de una jornada sin apuros. Un celular sobre la mesa de luz, una lámpara blanca encendida y pequeños objetos dispersos retratan ese instante en que la rutina se confunde con el deseo de pausa.

En el centro de la imagen, la frase “Amo mi vida” se posa, casi como un lema. ¿Es un simple adorno o la clave con que la empresaria decide abrir y cerrar cada capítulo de su historia, en medio de tantos rumoros a su alrededor? Esa declaración resume, en dos palabras, el espíritu de estas horas: elijo vivir así.

La secuencia continúa y la cámara parece respirar con ella: las cortinas beige se encuentran desplazadas hacia los costados. La claridad invade la habitación y ese mar a lo lejos, a través de la puerta corrediza, manda todo mensaje posible de escape y libertad. Afuera, el césped verde se dispersa hasta el límite azul del agua, con el cielo parcialmente nublado custodiando el paisaje. Junto a la entrada, una valija negra y unas zapatillas blancas esperan, mudos testigos de la llegada reciente y del olvido momentáneo de las obligaciones lejanas.

Wanda Nara y el impactante ramo de flores del que alardeó

¿Cómo es la vida cuando nada apremia? La respuesta aparece en el exterior: una piscina rectangular de agua azul se convierte en el epicentro de la calma, rodeada por cuatro reposeras blancas perfectamente alineadas y una mesa baja que reposa a la espera de algún libro, bebida o confidencia. Aquí, el lujo y la serenidad se fusionan sin estridencias, al dejar que el aire salino y el panorama se encarguen del resto.

Pero no todo se queda afuera. La postal final viaja al interior. Parada junto a un sofá de cuero marrón, Wanda sostiene un ramo de flores fucsia entre los brazos, evidencia de una bienvenida o un gesto de cariño que queda sin palabras. La tarjeta blanca, apenas visible, sugiere saludos y afectos reservados solo a quienes importan. Elige para este cuadro un look distendido, con remera estampada y jean claro. Su expresión serena no deja dudas: hay gratitud, hay disfrute, hay un ahora que vale oro.

Nada de esto es casual. Las imágenes narran más que un entorno cuidado y placentero. Cuentan lo que significa para Wanda Nara el valor de un espacio propio, del silencio y del descanso en Punta del Este. Cada detalle, desde el desorden de una cama hasta el reflejo del mar, se une para mostrar el lado más humano de una figura acostumbrada a los focos, pero también atenta a la sencillez de los instantes privados.

Pese a que en las imágenes se muestre sola, aunque deja pequeñas señales de su compañía, lo cierto es que en las últimas horas del jueves se supo que la empresaria viajaría hacia Uruguay junto con Martín Migueles, a quien en un principio presentó como su personal trainer.

Están yendo en este momento a Punta del Este. Viajan en primera con Zaira y con una amiga”, detalló Yanina Latorre la noche del jueves. “Ella tiene un fetiche. Quiere que le compren algunas personas sesenta prendas de una conocida marca deportiva”, contó Majo Martino. “¿Eso la calienta?“, indagó, intrigada la conductora. ”Le gusta, pero este no entra en ese target», señaló la panelista, mientras las preguntas sobre cuál era el trabajo de la pareja de Wanda continuaban.

Del lado de Wanda Nara me cuentan que están a punto de blanquear. O sea, que en realidad lo único que falta es la propuesta. Que los dos se digan ‘Che, ¿somos novios?’. Ellos se empezaron a conocer por amigos de Nordelta, entre asadito va y asadito viene», destacó la panelista.