El contador 2 (The Accountant 2, Estados Unidos/2025). Dirección: Gavin O’Connor. Guion: Bill Dubuque. Fotografía: Seamus McGarvy. Edición: Richard Pearson. Elenco: Ben Affleck, Jon Bernthal, Cynthia Addai-Robinson, J. K. Simmons, Daniella Pineda, Robert Morgan, Allison Robertson, Grant Harvey. Calificación: No disponible. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 132 minutos. Nuestra opinión: regular.
Las ya clásicas películas de acción de los 80 se sostenían en pocos y firmes pilares: la elección de las estrellas protagonistas, una trama medianamente ingeniosa y escenas de acción filmadas con vértigo y destreza. El contador (2016) nació con la vocación de recuperar aquel espíritu todavía analógico, sin la ambición de alcanzar grandes hitos como Duro de matar o alguno de los triunfos de Stallone o Schwarzenegger, ni de abusar de la artificialidad del CGI contemporáneo, sino como una apuesta más modesta, con aires clase B, efectiva y rendidora. Se convirtió en un éxito inesperado y casi diez años después alumbró una secuela dirigida por el mismo Gavin O’Connor, y producida y protagonizada nuevamente por Ben Affleck (O’Connor también dirigió El camino de regreso en 2020 con guion del propio Affleck).
Esta continuación de los avatares de un contador neurodivergente, que lleva los papeles de evasores fiscales y termina enredado en un enfrentamiento entre mafiosos y sicarios, elige una lectura diferente de aquel cine de héroes portadores de músculos, coraje y pistolas: la de las llamadas buddy movies -como lo fue la saga Arma mortal, la de 48 horas iniciada por Walter Hill, o la genial Tango & Cash-, todas conformadas por una pareja despareja que encarna la acción, la pesquisa y deja el espacio justo para la comedia. La decisión de El contador 2 de cambiar el tono de la primera, le permite relajar la seriedad en el tema -la trata de personas en la frontera entre México y Estados Unidos- y desplegar los ribetes cómicos en la dinámica entre Affleck y Jon Bernthal, hermanos opuestos y complementarios que consiguen buena química enfrentando a los malos de ocasión.
La historia de la original terminaba con el exilio de Chris Wolff (Affleck), un contador de negocios sucios reconvertido en informante del Tesoro en la persecución de criminales. Su pertenencia al espectro autista le brindaba habilidades mentales rigurosas y sociales deficientes, pero cuando su antiguo contacto y mandamás de la repartición de delitos financieros, Ray King (J. K. Simmons), invoca su nombre, volverá a entrar en acción. El disparador de la investigación es la desaparición de una pareja y su pequeño hijo en la fronteriza Ciudad de Juárez, y los invitados al enfrentamiento serán sicarios y proxenetas que deambulan en un telón de fondo de crimen y brutalidad que deberá combatir la nueva líder de la comisión del Tesoro, Maybeth Medina (Cynthia Addai-Robinson), junto con el reaparecido Chris y su hermano Braxton Wolff (Bernthal), cuya moral se reconfigura ante el reencuentro fraternal.
Si bien la película no pretende más que parasitar un tema sensible para el despliegue de un heroísmo que concluya en explosivas escenas de acción, consigue lo mejor en su primera parte, en la dinámica que Affleck y Bernthal construyen con soltura y humor. En cambio, a medida que avanza el relato y se estructura el misterio de la desaparición de la familia mexicana, aparecen los problemas. La escena inicial, que comienza en el exterior de un salón de bingo, se desplaza al interior de un bar para confluir en una golpiza en los baños, es la mejor diseñada, la que promete un buen ritmo y genera impacto pese a la evidente coreografía. Luego, las escenas adolecerán de esa impronta, sin conseguir una lograda planificación más allá de los cortes secos de plano a plano, que buscan hacer avanzar la acción. Por otro lado, el desarrollo narrativo de la intriga es engorroso, dependiente de varias escenas de exposición -la más extensa es la que ofrece un médico sobre un personaje clave de la trama-, y sin antagonistas atractivos que ofrezcan un contrapunto posible al heroísmo de los hermanos Wolff. En el final, la película decanta en el enfrentamiento más previsible de todos, con un despliegue visual que no destaca más allá de lo exigible para un buen espectáculo en pantalla grande.
Sin embargo, el mayor problema está en que el motor del conflicto, el tráfico de personas y las políticas de migración, que resulta un brochazo anecdótico sin personajes que importen, sin siquiera profundidad dramática que compense la esperable explotación emocional. Frente a los héroes, hay una galería de villanos anodinos e impersonales, arquetipos que no escapan a la más perezosa caracterización, que torna banal el tema y desangelada la resolución. Sin el esfuerzo y carisma de sus actores -sobre todo Bernthal que tiene más recursos expresivos que Affleck para un personaje más vistoso-, no quedaría más que una pobre secuela de una película que dio sus mejores frutos en su primera aparición.