
El ambiente artístico de la Argentina amaneció envuelto en un halo de conmoción. Jorge Lorenzo, el actor recordado por su interpretación del guardiacárcel Capece en la exitosa serie El Marginal y su spin-off En el barro, murió en las últimas horas del miércoles. La noticia cayó como un golpe repentino en ese universo televisivo, donde cada personaje deja una huella imborrable. “Murió un hombre de otra época”, diría después uno de sus más cercanos colegas, Gerardo Romano, quien interpretó a su jefe, el inescrupuloso Antín.
Apenas trascendió la noticia, las redes sociales reflejaron el dolor de quienes compartieron con Lorenzo no solo escenas, sino momentos de vida. Romano, protagonista también de En el barro, eligió un fragmento de video en sus historias de Instagram para decir adiós. “Compañero querido”, escribió, dejando suspendido en la pantalla un corazón partido, símbolo de un duelo íntimo e irreversible.
En la ficción encabezada por Valentina Zenere, los dos actores no ocuparon roles principales, pero se cruzaron en la recta final de la primera temporada. Fue apenas un momento, una intervención que, aunque secundaria, se tornó esencial para el rumbo de la trama. ¿Quién podría prever que ese cruce sería uno de los últimos?

La noticia de la muerte le llegó a Romano por boca de Elena, amiga del propio Lorenzo. “Ayer me enteré, me llamó Elena, una amiga suya, y me contó”, relató el actor con la voz quebrada por la emoción, en una charla exclusiva con Teleshow. El dolor vivo se desliza en cada palabra, en cada silencio que apenas disimula la nostalgia. “Estoy muy triste porque era un tipo buenísimo. Era un señor travieso… Lo conocí en El Marginal”, rememoró al dejar asomar la figura de Lorenzo desde el recuerdo de la serie ideada por Sebastián Ortega.
¿Quién fue realmente ese hombre que ahora falta? Romano lo describió sin rodeos: “Era un tipo muy sereno, muy tranquilo. Buen compañero. Muy buen tipo, muy buena persona. No parecía una persona de esta época, de esta sociedad. Pedazo de alma. Tranquilo. Respetuoso”. Frases cortas, precisas, como si temiera que las palabras, de tan largas, rompieran el hechizo de la memoria. “Murió un hombre de otra época”, repitió, y pareció que el tiempo se hubiera detenido, ajeno al ruido de la pantalla.
El teatro unía también a Romano y Lorenzo. Ambos compartían la pasión por el escenario, ese terreno donde los vínculos y las emociones se labran fuera del guion. “Nos gustaba mucho el teatro a los dos. Lo iba a ver siempre. Y él también a mí”, recuerda. Había aún más: Lorenzo, apasionado por la obra de Tato Pavlovsky, dio vida sobre las tablas a monólogos intensos. “Creo que hizo Potestad y Rojos globos rojos”, enumeró Romano, al sumar otro punto de contacto. “Como yo era muy amigo de Tato, se propagaba que le contase historias de Tato de hace cincuenta años”, reveló, en esos lazos que surgen entre los artistas y que no tienen demasiada explicación más allá de la magia que sucede cuando las luces se apagan y comienza la función.

Christian Forteza fue quien dirigió a Lorenzo tanto en Potestad como en Rojos globos rojos, además de Póker Indio, obra que actualmente se encontraba en cartel.
En una reciente charla con Infobae, el director sumó su testimonio para entretejer esta historia de encuentros atemporales: “Pavlovsky marcó mi manera de hacer teatro. La primera vez que lo vi actuar a Tato, fue en Potestad, allá por los noventa, en el mítico teatro Babilonia, en el Abasto. Una experiencia fundadora para mí. Pero en ese momento, más que el relato de la obra, me habían quedado sensaciones corporales que no podía definir. Con el tiempo me di cuenta de que había quedado afectado por su manera de actuar. Una actuación no del todo realista. Un ‘teatro de estados’, un ‘realismo exasperante’, eso era lo que lo diferenciaba de otros actores: una estética propia».
“Ahí comenzaron mis ganas de hacer una obra de él. Mucho tiempo pasó hasta que hice una versión de Potestad en que dirigí a Jorge Lorenzo. Esta versión nació como homenaje a Tato en vida, en el año 2013, en el teatro el Ópalo», concluyó.
A partir de hoy no habrá más guion para Lorenzo. Queda el eco de sus personajes, el testimonio de quienes lo conocieron y lo quisieron. El último acto ya fue interpretado; el telón cae. Pero, ¿cómo se despide a un compañero, a un amigo, a un hombre que, según Romano, no era de esta sociedad? ¿Qué consuelo encuentra el arte cuando pierde a uno de los suyos?