Una novedad clave ocurrió en las últimas horas en uno de los casos más escalofriantes de la historia reciente.
El 27 de julio por la madrugada, en una casa de la calle 39 en la zona de Berisso, Nicolás Ángel Castro, preso con arresto domiciliario y una tobillera electrónica, acusado de homicidio calificado, con un juicio pendiente en el Tribunal N°1 de La Plata, según la acusación en su contra, mató de dos tiros a su pareja, Yésica Duarte, también con una tobillera electrónica del Servicio Penitenciario Bonaerense, a quien había conocido en la cárcel. La casa donde ocurrió el crimen era el lugar que ambos aportaron para cumplir sus prisiones domiciliarias.
En las últimas horas, la DDI de La Plata de la Policía Bonaerense detuvo a Adriana Oviedo, de 64 años, la madre del asesino.
El crimen fue descubierto por una alerta que llegó al 911 aquella madrugada. Al llegar a la casa, los policías de la Comisaría 3° de la zona encontraron al acusado, un hombre de 30 años, que sangraba y temblaba, pero estaba consciente. Un tiro rasante lo había cruzado desde el cuello hasta el costado de la cabeza. Se había intentado quitar la vida.
Una mujer que decía ser su madre lo acompañaba y les señaló hacia el fondo de la propiedad. “Allá está la mujer de mi hijo”, aseguró, mientras aseveraba que un grupo de hampones había intentado robarles.
Desde ya, la madre mentía. En la escena del crimen, Policía Científica encontró tres vainas servidas, calibre 9 milímetros.
Sin embargo, Oviedo, en una causa en su contra a cargo de la fiscal Ana Medina, no cayó por encubrimiento. El razonamiento es elemental: de acuerdo a la ley argentina, la mujer no puede declarar contra su propio hijo.
El relato de la madre se desmoronó más todavía cuando la Sub DDI de Berisso -que depende de la DDI de La Plata- allanó su casa.
En el domicilio ubicado a pocas cuadras de la escena del crimen, horas después del asesinato de Duarte, los detectives hallaron un revolver calibre .32 largo, con cuatro balas en su tambor, así como una pistola Bersa Thunder .380. Ninguna -tenían su numeración intacta- registraba un pedido de secuestro.
Sin embargo, Oviedo tampoco tenía los papeles correspondientes. Así, fue detenida por tenencia ilegal de armas. La DDI platense la encontró mientras se refugiaba en la casa de una de sus hijas.
Sin embargo, el arma calibre 9 milímetros con la que Castro -se sospecha- mató a Duarte sigue sin ser encontrada hasta hoy.
El femicida se recuperó tras su intento de suicidio. En los últimos días, fue trasladado a una cárcel común, la Unidad N°9 de La Plata, aseguran fuentes del caso a Infobae.
Poco después del femicidio, la hija de Duarte declaró ante los investigadores. Fue ella quien desmoronó la coartada de la madre de Castro.
La chica aseguró que su hermano de 7 años se encontraba en la casa y que un vecino llevó al chico hasta ella. El hombre le relató a la joven que Castro la baleó dos veces a su madre y “después se disparó en la cabeza”, según la transcripción de su testimonio.
Según el vecino, la pareja había peleado durante todo el día. Un intento de Castro de quitarle el celular a Duarte fue el punto de no retorno.
La hija siguió con su declaración y aseguró que Castro era un hombre irascible, acostumbrado a portar armas, que su madre sufría violencia de género de su parte y que amenazaba a sus vecinos.