El consumo de verduras crucíferas como brócoli y coliflor potencia la eficacia de la inmunoterapia en pacientes con cáncer Freepik

Un equipo de científicos franceses comunicó un avance relevante para el tratamiento del cáncer: el consumo de verduras de la familia de las crucíferas, entre ellas el brócoli, la coliflor, el repollo y el rábano, podría potenciar la efectividad de la inmunoterapia en pacientes oncológicos.

Los investigadores analizaron la relación entre la alimentación y la respuesta clínica a los tratamientos modernos, utilizando datos de personas que atravesaban diferentes tipos de cáncer y recibían inmunoterapia en centros médicos de Francia.

La investigación se centró en el papel del indol-3-carbinol, un compuesto natural presente en cantidades elevadas en las crucíferas. Los resultados muestran que este elemento actúa sobre los linfocitos T, células encargadas de la defensa inmune, lo que mejora la capacidad del organismo para combatir las células tumorales durante el tratamiento.

Investigadores franceses identifican al indol-3-carbinol como el compuesto clave que mejora la respuesta inmune durante tratamientos oncológicos (Crédito: Freepik)

El trabajo logró demostrar, en modelos preclínicos y en pacientes, que sumar crucíferas a la alimentación diaria aumenta en forma significativa la respuesta inmune facilitada por la inmunoterapia, sin añadir efectos adversos.

Según los datos publicados en Nature Communications, el efecto del indol-3-carbinol facilita la acción de los fármacos inmunoterapéuticos, los cuales estimulan a las propias defensas del paciente para identificar y destruir las células cancerígenas. Este enfoque representa una de las novedades más relevantes en el campo de la oncología de los últimos años, ya que la inmunoterapia ha cambiado el horizonte para muchos tipos de tumores antes considerados intratables.

Nutrición, microbiota y sistema inmune: una interacción compleja

De acuerdo con los autores del estudio, difundido por Le Figaro, la importancia de la alimentación durante el tratamiento contra el cáncer trasciende la simple ingesta calórica o proteica. Existen elementos específicos en la dieta que regulan de manera directa la actividad de las células inmunitarias. El indol-3-carbinol, por ejemplo, fue vinculado a una mayor activación de los linfocitos T, fundamentales para que la inmunoterapia logre eficiencia clínica.

El estudio publicado en Nature Communications demuestra que sumar crucíferas a la dieta intensifica la acción de los fármacos inmunoterapéuticos (Imagen Ilustrativa Infobae)

Según el equipo de investigación francés, el consumo habitual de crucíferas promueve un entorno favorable para la acción de los medicamentos inmunoterapéuticos. Sin embargo, los médicos advierten que la cantidad y frecuencia de consumo necesarias para alcanzar estos beneficios aún se encuentran en estudio.

De acuerdo a declaraciones reproducidas por Le Figaro, los especialistas insisten en la necesidad de ajustar las recomendaciones individuales para cada paciente, teniendo en cuenta el tipo de tumor, el estado nutricional y los demás tratamientos recibidos.

Además, el estudio relaciona los efectos del indol-3-carbinol con la salud de la microbiota intestinal. De acuerdo con los datos presentados, el compuesto estimula la diversidad de bacterias beneficiosas, lo que favorece la comunicación entre el intestino y el sistema inmune. Esta interacción fortalece la función de las defensas naturales y contribuye a la acción de los medicamentos que actúan modulando la inmunidad.

El indol-3-carbinol activa los linfocitos T, células esenciales para que la inmunoterapia logre mayor eficiencia clínica en cáncer (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los investigadores también resaltan que la integración de la nutrición como parte clave del tratamiento contra el cáncer requiere el acompañamiento de médicos y nutricionistas especializados. No toda persona bajo inmunoterapia debe modificar su dieta sin supervisión médica, ya que las necesidades nutricionales pueden variar y existen casos en que ciertos vegetales podrían interactuar con otros fármacos.

Resultados alentadores y desafíos para la medicina

Según los autores de la publicación, los pacientes que incorporaron crucíferas a su dieta durante la inmunoterapia experimentaron una intensificación en la respuesta tumoral. Sin embargo, señalan que todavía hace falta validar estos resultados preliminares en estudios clínicos de mayor escala para establecer guías alimentarias definitivas.

A pesar de la prudencia, los especialistas consideran que el avance de la investigación abre nuevas posibilidades para un tratamiento más integral y personalizado. El aporte nutricional podría sumarse como herramienta complementaria, sin reemplazar los lineamientos establecidos por la oncología convencional, pero facilitando la acción del sistema inmunitario.

La investigación vincula el consumo de crucíferas con una mayor diversidad de la microbiota intestinal y mejor comunicación con el sistema inmune (Imagen Ilustrativa Infobae)

De acuerdo con Le Figaro, el vínculo entre nutrición y actividad inmunológica ya se analizó en trabajos anteriores sobre distintos tumores. Los actuales hallazgos reafirman la necesidad de mirar la dieta del paciente con más atención, no sólo por el aporte de energía, sino por su rol en el funcionamiento de las defensas ante la enfermedad. Así, la idea de integrar hábitos alimentarios saludables con los tratamientos de alta complejidad cobra mayor fuerza entre la comunidad científica.

La evidencia científica aporta una nueva mirada sobre cómo la interacción entre dieta, microbiota y sistema inmune influye en la respuesta de los pacientes con cáncer sometidos a inmunoterapia.

Si futuros ensayos clínicos confirman estos descubrimientos, la presencia de vegetales crucíferos podría recomendarse como parte de un programa integral para optimizar los resultados del tratamiento. La colaboración entre oncólogos, nutricionistas y pacientes será clave para transformar estos avances en beneficios concretos para la salud.

El estudio fue realizado por un equipo de investigadores franceses liderado por la doctora Joëlla Maurizot y el doctor François Ghiringhelli. Los autores principales pertenecen al Centre de Recherche en Cancérologie de Lyon (CRCL), en colaboración con equipos del Centre Léon Bérard, ambos referentes en investigación oncológica en Francia. Además, participaron científicos de la Université Claude Bernard Lyon 1 y otras instituciones académicas francesas.