El aumento global de dióxido de carbono (CO2) generado por la industria es uno de los principales motores del cambio climático. La búsqueda de soluciones tecnológicas para frenar estas emisiones se volvió prioritaria, especialmente en sectores como la producción de cemento y fertilizantes, donde la reducción total resulta difícil con los métodos convencionales.
Desde la remota isla de Øygarden, en la costa noruega del Mar del Norte, Northern Lights se convirtió en el primer puerto del mundo dedicado al envío y almacenamiento de carbono. La terminal ya recibe toneladas de CO2 capturadas de fábricas europeas, las cuales se inyectan a más de dos kilómetros bajo el fondo marino.
Este proyecto surge respaldado por el gobierno noruego y por empresas como Shell, Equinor y TotalEnergies, con el objetivo de presentar un modelo replicable de captura y almacenamiento de carbono, tecnología ampliamente señalada como clave en la lucha climática. Según informó The Washington Post, el avance marca un punto de inflexión en el manejo de emisiones industriales y puede abrir el camino a una nueva era de “descarbonización” en sectores críticos.
Northern Lights: una alternativa global para la captura y almacenamiento de carbono
El proyecto responde a un escollo geológico; muchas regiones no poseen formaciones aptas para almacenar CO2 bajo tierra de manera segura. Por eso, la terminal noruega permite recibir el gas capturado en distintos países y transportarlo por barco para su confinamiento bajo el Mar del Norte. El objetivo anual es enterrar hasta 5 millones de toneladas de CO2, cerca del 10% de las emisiones noruegas.
La obra, respaldada principalmente por ingresos del sector petrolero y gasífero de Noruega, suma la participación de multinacionales energéticas que buscan adaptarse a un escenario donde la reducción de emisiones será diferencial.
Asimismo, este modelo pretende servir de base para otras naciones; por ejemplo, Japón y Corea del Sur ya negocian acuerdos para almacenar carbono en países con la geología adecuada, como Indonesia y Malasia.
Logística desde el cemento de Brevik al fondo del mar
La primera planta en enviar CO2 a Øygarden fue la fábrica de cemento Heidelberg Materials en Brevik (Noruega), responsable de abastecer a la mayoría de las ciudades del país. Allí se incorporó tecnología de captura que permite enfriar los gases calientes de los hornos, tratarlos con aminas para atrapar el dióxido de carbono y, mediante el uso de calor residual, liberar el gas puro, que se comprime y enfría hasta volverse líquido.
Con este proceso, la planta espera capturar hasta 400.000 toneladas de CO2 al año (el equivalente a retirar más de 90.000 automóviles de circulación), aunque representa solo la mitad de sus emisiones totales debido a los límites energéticos y económicos del sistema.
Anders Petersen, gerente del proyecto en Heidelberg Materials, explicó que ampliar la capacidad requeriría duplicar el gasto energético: “La expansión de esta tecnología depende de la disponibilidad de energía y de los costos asociados”.
El transporte se realiza mediante el Northern Pioneer, el mayor buque cisterna de dióxido de carbono del mundo, de 131 metros, equipado con tanques refrigerados y tecnologías para reducir su huella, como el uso de gas natural licuado y una vela rotatoria para aprovechar la energía eólica. Por cada 100 toneladas de CO₂ transportadas y almacenadas bajo el mar, la logística emite alrededor de tres, un factor que aún se busca optimizar.
Europa se suma entre subsidios y desafíos económicos
El impacto de Northern Lights ya traspasa fronteras. Empresas europeas como Ørsted (Dinamarca), Yara (Países Bajos) y Stockholm Exergi (Suecia) confirmaron que enviarán CO2 desde plantas de bioenergía y fertilizantes, impulsados por subsidios públicos y de la Unión Europea.
Los expertos consultados por The Washington Post recalcaron que la viabilidad económica depende en gran medida de estos apoyos: con regulaciones más estrictas y un precio creciente por emitir carbono, la instalación de sistemas de captura empieza a ser atractiva.
Aun así, Sarah Saltzer, directora del Centro de Almacenamiento de Carbono de la Universidad de Stanford, advirtió: “¿Cuál es el incentivo para que alguien invierta 500 millones de dólares en adaptar una planta para capturar carbono? Seamos realistas”.
Tecnología, monitoreo y futuro del almacenamiento subterráneo
Una vez en Øygarden, el dióxido de carbono líquido pasa a tanques temporales y luego a un oleoducto que lo conduce a más de 2.400 metros bajo el mar, donde queda atrapado por una capa de esquisto de 120 metros. Noruega lleva casi tres décadas almacenando CO2 en estas formaciones, siempre bajo control sísmico y sin fugas documentadas.
El plan de Northern Lights prevé monitoreo en tiempo real durante 25 años. Jennifer Wilcox, profesora de la Universidad de Pensilvania, enfatizó: “Debemos asegurarnos de que podemos rastrear el carbono y garantizar la seguridad y fiabilidad de estos métodos para evitar accidentes”.
Por otro lado, el desafío económico sigue siendo considerable, dado que Noruega financió el 80% de la primera fase (USD 1.000 millones) y la expansión sumará otros USD 714 millones más un subsidio europeo de USD 150 millones. El director de Northern Lights, Heijn, resumió la situación del mercado: “No está claro cuánto más está dispuesto a pagar el mercado si logras descarbonizar completamente tus productos”.
De este modo, el primer puerto mundial de CO2 no solo almacena carbono; también inaugura una etapa en la que la colaboración internacional, la regulación estricta y la innovación tecnológica deberán converger si la humanidad espera avanzar hacia una industria realmente sostenible.