Los alemanes son un pueblo reflexivo. Después de todo, su idioma le dio al mundo la palabra angst (angustia). Después de cinco años llenos de problemas, algunos incluso podrían estar sintiendo niedergeschlagenheit (abatimiento). A la pandemia del Covid le siguió, en 2022, la guerra en Ucrania, el aumento de los precios de la energía y la disminución de la demanda china de productos alemanes. La economía más grande de Europa creció por última vez en términos interanuales en el primer trimestre de 2023, y solo un modesto 0,2%.
Ahora, Donald Trump podría retirar las tropas estadounidenses que han garantizado la seguridad alemana durante 80 años e imponer aranceles a las exportaciones del país. La elección celebrada el 23 de febrero resultaría en una coalición centrista que tomará el poder bajo el liderazgo del conservador Friedrich Merz. Pero los votantes alemanes han otorgado a los partidos de extrema izquierda y extrema derecha suficientes escaños en el Bundestag para bloquear las reformas constitucionales necesarias para liberar el gasto en defensa y otras inversiones públicas muy necesarias.
En medio de esta oscuridad, un grupo ha estado sintiendo lo opuesto a niedergeschlagen: los inversores en las empresas más importantes de Alemania. El índice DAX 40, que rastrea a las empresas más destacadas, ha subido casi un 50% en los últimos dos años. Al otro lado del Atlántico, el Promedio Industrial Dow Jones ha aumentado solo un tercio en el mismo período.
La divergencia entre la economía alemana y sus grandes empresas no es tan misteriosa. Las empresas del DAX generan alrededor del 80% de sus ingresos en el extranjero, incluido un 24% en el dinámico mercado norteamericano. Lo más intrigante en un país famoso por sus ingenieros es la fuente del ascenso del DAX. Hay que olvidarse de los gigantes industriales como BMW y BASF. Desde Adidas y Allianz hasta Zalando, la sonriente nueva cara de Deutschland AG son sus empresas de servicios y consumo.
Hace una década, el DAX estaba dominado por fabricantes de autos y compañías químicas, que juntas representaban el 30% del índice. Hoy, su participación combinada ha bajado a alrededor del 10%, mientras que las empresas de tecnología, telecomunicaciones y finanzas representan casi la mitad. SAP, una firma de software empresarial con un valor de mercado de US$350.000 millones, hoy vale más que Mercedes-Benz, Porsche, BMW y Volkswagen juntos. Solo una de las cinco empresas más grandes del DAX, Siemens, representa las fortalezas industriales tradicionales de Alemania. E incluso ese gigante de la ingeniería obtiene una buena parte de sus ingresos de los servicios.
Impacto industrial
Sin duda, la serie de calamidades que ha afectado a Alemania desde 2020 ha sido particularmente desastrosa para sus gigantes industriales. Sus productos intensivos en energía se volvieron más costosos de producir después de que Rusia cerrara la canilla del gas natural en respuesta a las sanciones europeas por su invasión a Ucrania. La desaceleración de la economía china necesita menos de sus bienes de capital y los automovilistas chinos, más inclinados hacia lo eléctrico, requieren menos de sus motores de combustión interna. Los vendedores de productos más intangibles están menos expuestos a estos vientos en contra, ya sea que ofrezcan software (SAP), telefonía (Deutsche Telekom), pólizas de seguro (Allianz y Munich Re), préstamos (Deutsche Bank y Commerzbank), comercio electrónico (Zalando) o credibilidad callejera de tres rayas (Adidas).
Sin embargo, el declive relativo de la industria pesada es solo parte de la historia. Las nuevas estrellas del firmamento corporativo alemán han eclipsado no solo a sus rivales de la vieja economía local, sino también a los competidores directos en el extranjero. SAP ahora vale más que Salesforce, un titán estadounidense del software, y se está acercando a Oracle, otro rival de Silicon Valley. El precio de las acciones de Deutsche Bank ha subido el doble desde principios de 2020 que el de JP Morgan Chase, el banco más grande de Estados Unidos, y el de Commerzbank casi el triple. En términos de creación de valor, Adidas le está dando varias vueltas a Nike. Deutsche Telekom ha generado mayores retornos para los inversores en los últimos dos años que cualquier otra empresa de su sector, incluida la más valiosa, T-Mobile, un gigante estadounidense del que es propietaria mayoritaria. El 26 de febrero, la empresa alemana anunció dividendos récord después de reportar fuertes resultados anuales.
Parte de este crecimiento puede ser visto como un rebote desde un piso bajo. A principios de este siglo, Deutsche Bank primero intentó convertirse en una potencia bancaria global y luego vivió años de tasas de interés negativas a nivel local que hicieron difícil a la entidad ganar dinero. A principios de 2020, el precio de sus acciones había caído más del 90% desde su máximo en 2007. La reciente racha de buena fortuna de la empresa tiene mucho que ver con el hecho de que “ya no es una desgracia”, resume un analista. SAP también se estaba quedando detrás de sus rivales estadounidenses, especialmente en computación en la nube, hasta que Christian Klein, su CEO, llevó a cabo un audaz cambio de rumbo a fines de 2020. Eso inicialmente causó una venta masiva que eliminó US$40.000 millones de su valor de mercado en un día. Sin embargo, era necesario para asegurar el crecimiento futuro, recuerda Sebastian Steinhaeuser, quien entonces era el jefe de gabinete de Klein y ahora es el director de Operaciones.
Trump y el empuje
La postura antagónica de Trump hacia Europa podría forzar más la reinvención corporativa alemana. “Alemania necesitaba una patada para salir de su estancamiento”, observa un ejecutivo del DAX.
Los inversores parecen estar llegando a esa conclusión. Si el trumpismo está destinado a ser una bendición para el mercado de valores estadounidense, también parece ser para la Bolsa alemana. Desde las elecciones estadounidenses en noviembre, que coincidieron con el colapso de la coalición de centro-izquierda en Berlín que desencadenó las elecciones, el DAX ha subido un 20%. Ha superado no solo al Dow, donde el peso igualitario de sus componentes puede ocultar los valores en alza de los titanes tecnológicos, como Apple, Microsoft y Nvidia, sino también al S&P 500, que tiene en cuenta la capitalización de mercado.
El ánimo se ha contagiado a los rezagados activos industriales de Alemania. El precio de las acciones de Volkswagen también ha subido un 20% desde noviembre. Rheinmetall, un fabricante de armas, casi ha duplicado en valor. Aun así, pasará un tiempo antes de que los históricos gigantes industriales eclipsen a las nuevas estrellas alemanas de los servicios.