El dólar es una variable clave de la Argentina, que afecta los precios, los ingresos, el ahorro y las expectativas de la población. Con un escenario externo de mayor tensión, con disputas comerciales y devaluación de las monedas emergentes, el Gobierno estrenó este mes su política cambiaria modelo 2025. En la mira: la dinámica inflacionaria y las reservas del BCRA.

“Claramente el Gobierno está profundizando lo que ya hizo, en clave electoral, en el sentido de que necesita que la inflación baje rápido para tener un triunfo en las elecciones de medio término que le dé más volumen legislativo”, dice Gabriel Caamaño, de Outlier. En esa suerte de “plebiscito de gestión”, la búsqueda inmediata del Gobierno es profundizar la baja de la inflación, empleando nuevamente al dólar oficial como ancla.

En ese camino se orienta el cambio en el ritmo de ajuste del crawling peg que administra el Banco Central que desde febrero subirá al 1% mensual, la mitad del ritmo devaluatorio que trajo la ‘tablita’ del programa económico en curso desde 2024. De hecho, el Gobierno confirmó la decisión de ajustar la velocidad de devaluación del tipo de cambio aun cuando la inflación de diciembre (2,7%) superó la pauta que había fijado el presidente Javier Milei para ajustar el crawl (tres meses de IPC menor al 2,5%).

“El número fue mayor y lo cambiaron igual. Queda explícito que si bien el pilar fundamental del programa es fiscal, el ancla cambiaria es complementaria. Y si el tipo de cambio no baja la nominalidad, se adelanta y es su causa, porque la meta es traer lo más rápido posible la inflación a ese 1%”, dice Matías Surt, economista de Invecq, quien proyecta un IPC del 2,3% para enero.

Para esa convergencia de la inflación, el Gobierno apuesta a que el promedio de ajuste de los bienes (fundamentalmente alimentos, bebidas e indumentaria), que en los últimos meses se movió debajo del 2% del tipo de cambio oficial, rápidamente caiga al 1%. Más complejo es el escenario entre los servicios (promedian 4,4% en el último trimestre de 2024). De ahí también se explica el tope de aumento que el Gobierno aplicó para tarifas de servicios públicos (luz, agua, gas), incluyendo contradicciones y “errores” con las resoluciones publicadas en el Boletín Oficial, y las negociaciones salariales.

Es que en la medida en que el ritmo de aumento de los precios no caiga al ritmo de la devaluación, el esquema continuará la tendencia a la apreciación del peso que marcó a 2024. Así lo refleja el índice el tipo de cambio real multilateral que elabora el BCRA, y compara el precio relativo de bienes y servicios de la Argentina con los 12 principales socios comerciales del país. El índice perforó los 80 puntos y se ubica apenas por encima del nivel que tenía a fines de 2015. Es el factor que está detrás del boom de turistas argentinos en el exterior, o del récord de consumo en dólares con tarjetas de crédito.

En una columna que envió a La Nación el viernes último, Milei negó que exista hoy atraso cambiario. “Toda vez que el tipo de cambio (TCR) real empieza a caer, igual que un disco rayado, los economistas comienzan a dar alarmas de atraso cambiario sin siquiera considerar el caso de una apreciación del peso”, sostuvo el mandatario y describió las diferencias del momento actual con el pasado.

El ministro Luis Caputo apuesta a que la inflación baje rápidamente al 1% mensual

Hay una dinámica de atraso y en la medida que la inflación no converja rápidamente a niveles del 1%, el dólar seguirá atrasándose. Y la pérdida de competitividad será mayor si, además, el dólar se fortalece globalmente”, plantea Melisa Sala, economista jefa de la consultora LCG, en relación al contexto global, que amenaza con un escenario adverso para países emergentes como la Argentina. “Hoy hay indicios sobre que el dólar está atrasado o se percibe atrasado: la cuenta corriente cambiaria suma siete meses al hilo en déficit, el gasto en turismo en el exterior trepa a niveles de 2017/18, el financiamiento en dólares con tarjetas de crédito superó los US$800 millones en enero y las compras netas del BCRA crecen más por la oferta que surge de la liquidación de préstamos y colocaciones corporativas”, agrega la analista.

Este último punto es una variable clave del esquema en curso, donde el Gobierno luce cómodo sin tener a la acumulación de reservas como una prioridad, al menos en el corto plazo. La entidad suma divisas fundamentalmente a partir de la expansión del crédito en dólares (préstamos y emisión de ON) por el ingreso de capitales al sistema financiero local, mientras espera que se despierte la oferta de los agroexportadores tras la baja de retenciones. Pero, al mismo tiempo, se desprende de dólares por el déficit de turismo y servicios, intervenciones en el mercado financiero para contener la brecha cambiaria y pagos de deuda, cuya renovación en el mercado financiero luce cerrada en esta coyuntura, dado el nivel del riesgo país. Es por eso que, si bien acumula compras por más de US$22.000 millones desde el inicio de la gestión, las reservas netas del organismo siguen negativas en torno a US$5000 millones.

Esto explica que el nivel de reservas caiga en negativo en simultáneo a la remonetización de la economía y muestra los límites del programa monetario: la contracara de la compra de dólares fue la emisión de pesos. Y esos pesos quedan en la economía, el Tesoro compra los dólares para pagar deuda o los usa para intervenir en la brecha. Pero esto es viable solo en un contexto de ancla cambiaria”, dice Marina Dal Poggetto, directora de EcoGo, quien advierte a su vez por los riesgos de “un mundo que va a un dólar fuerte y tasas de interés más alta”.

“Desde septiembre, el Tesoro no obtiene refinanciación neta de sus vencimientos de deuda y usa los pesos en la cuenta del BCRA para cubrir el desfasaje de su programa financiero. Por ese lado, el programa es expansivo. En ese sentido, el superávit fiscal es condición recontra necesaria para la estabilización, pero si se mantiene el dólar blend, la cuenta de dólares es menos holgada”, completa la economista.

La apuesta oficial es seguir sosteniendo el flujo de divisas por los dólares del blanqueo, mientras espera que se pongan en marcha las exportaciones de agroexportadores, tras el incentivo generado por la baja en las retenciones. La expectativa, en este punto, es asegurarse un ingreso de hasta US$5000 millones.

En ese camino, el Gobierno se aferra a un esquema de devaluación controlada que construye, según describe Dal Poggetto, el “balizamiento” para las principales variables macro para 2025 y sostiene el esquema de carry trade con el que el programa económico busca sostener las posiciones en pesos. Es que mientras el BCRA determina el tipo de cambio oficial y se esfuerza en controlar la brecha, la tasa de interés en pesos, aun con la última baja aplicada a comienzos de este mes, es positiva frente a la suba del dólar y la inflación que espera el Gobierno. “El diferencial de tasa en dólares se incrementó significativamente, es decir que el premio por estar en pesos se incrementó. Y eso se suma a mayor intervención para mantener acotada la variación de los paralelos. Por ese lado, es un endurecimiento del esquema”, dice Caamaño, sobre otro de los factores de la estabilidad: mientras el dólar sube un 1% por mes, la tasa en pesos es del 2,4%.

En ese sentido, advierte por los “riesgos” exógenos e internos del programa. “Los externos por ahora están acotados, porque los precios de los commodities, si bien están en niveles históricamente bajos, no han caído más, y la soja se recuperó un poco. El interno, que todavía es acotado porque es algo que recién empieza, es que acumules un desequilibrio por el lado cambiario, y después te encierres, no lo quieras resolver y empieces a procrastinar eternamente. Pero tal vez recién después de las elecciones, el Gobierno hace un movimiento pragmático y habiendo confirmado su fortaleza, cambia”, plantea Caamaño.

El papel del Fondo

La política cambiaria y el nivel de las reservas es, también, factor central en las discusiones entre el Gobierno y el FMI. Si bien elogia el equilibrio fiscal y la baja en la inflación, en reiteradas ocasiones el organismo advirtió por la apreciación del peso, las intervenciones del BCRA en el mercado y la evolución de su activo. En efecto, la acumulación de reservas fue la única meta que el Gobierno incumplió entre los objetivos pautados por el programa que expiró en 2024. El equipo económico, en tanto, se aferra a su esquema cambiario con el objetivo de lograr una baja de la inflación, y apuesta a la afinidad política entre la Casa Blanca y la Casa Rosada para lograr un acuerdo con nuevos desembolsos por parte del FMI. “No va a haber ninguna devaluación por el acuerdo con el Fondo”, se esforzó en ratificar esta semana el ministro Caputo, mientras funcionarios de Economía y el BCRA continúan las gestiones con el staff del Fondo.

Por eso, en el mercado descuentan que no habrá una gran apertura del cepo al menos en el corto plazo. “Puede llegar a haber algún anuncio, más marketinero que otra cosa, pero el Gobierno irá con el cepo a full como lo tiene hoy, porque de esta manera solo se tiene que preocupar por si salta la brecha, donde puede intervenir. El Gobierno quiere evitar el 2018 de Macri, en términos de que se dispare el tipo de cambio. Al Fondo no le gusta, y probablemente no haya acuerdo hasta las elecciones o haya algún acuerdo light para dar una señal al mercado, acompañando con fondos para calzar los vencimientos que se vienen”, analiza Surt.

Las tensiones derivadas del dólar, mientras tanto, también aparecen en el lado productivo. La batalla del Gobierno contra el encarecimiento en dólares de bienes y servicios incluye facilitar las compras en el exterior (vía puerta a puerta y Courier) y una mayor competencia de las importaciones, en rubros como la ropa o los alimentos. Galletitas de España, latas de choclo de China, limones de Egipto, pan de Brasil o cerveza de Alemania son ejemplos de una tendencia que amenaza con profundizarse y ya tiene en alerta al aparato productivo.

“No hay una lluvia o boom de importaciones por el momento, pero se está empezando a ver la preocupación entre empresarios: en el industrial que produce algo que puede venir importado o el que exportaba servicios y ve que los salarios le quedaron carísimos en dólares”, explica Surt, sobre las preocupaciones en diferentes rubros de la economía y la discusión sobre el nivel del tipo de cambio, que hoy tiene como protagonistas al Gobierno y al sector privado. “El Gobierno defiende la sostenibilidad cambiaria con la idea de que como no hay déficit fiscal y emisión monetaria, esto es más sostenible. Eso es verdadero, pero es abstracto y macroeconómico. Porque hasta que eso se traduzca en que puedas bajar impuestos para ser competitivo, a la micro no lo toca. Para la empresa, el equilibrio fiscal no entra en su estructura de costos”, explica Surt.

En la mirada del Gobierno, el nivel del dólar no es un problema macroeconómico, y la búsqueda de competitividad llegará por desregulaciones y reformas (impositiva, laboral, sectorial). En paralelo, en cada sector se abren negociaciones por la búsqueda de mayor eficiencia y la baja de costos. La variable clave será el tiempo y la velocidad de esos resultados. Como plantea Surt: “Muchas reformas que plantea el Gobierno demoran años, y ahí se mete el problema del timing, de cómo las empresas pueden aguantar. Si hay mucho daño micro, podemos repetir experiencias del pasado”.