NUEVA YORK.- La inflación de alimentos y bebidas se viene enfriando a toda velocidad, pero Tamira Flamer, de 27 años, dice que no lo nota: para ella, lo que importa es que los platos descartables y la carne siguen siendo más caros que hace un par de años.
“Lo que siento es que la situación está muy complicada”, dice Tamira, madre de dos hijos y chofer de Amazon, frente a un local de Dollar General cerca de su casa en Norristown, Pensilvania.
El caso de Tamira, una votante todavía indecisa cuya mayor preocupación es la situación económica, deja el descubierto el desafío que enfrenta la vicepresidenta Kamala Harris de cara a las inminentes elecciones presidenciales en Estados Unidos.
En las encuestas, los votantes dicen tener puesto el foco en la economía y manifiestan una visión bastante deprimente de sus recientes resultados, algo que podría perjudicar a Harris y ayudar su contrincante, Donald Trump.
Pero ese pesimismo sostenido también es una especie de misterio: el mercado laboral sigue mejorando, aunque más lentamente, la economía en general viene creciendo a un ritmo saludable, y la inflación ha vuelto a sus niveles más o menos habituales. Se espera que los datos que se difundirán hoy jueves muestre un incremento de precios de apenas el 2,1% interanual.
A medida que la inflación fue bajando, el índice de confianza de los consumidores norteamericanos empezó a recuperarse, pero sigue muy por debajo de como estaba la última vez que la economía era tan sólida como lo es actualmente. Y así lo confirman tanto el índice de confianza elaborado por la Universidad de Michigan como la medición de The Conference Board, una organización de investigaciones económicas y empresarias.
La explicación de ese fenómeno tiene varias aristas. Estas son algunas.
Los consumidores tal vez le presten más atención al nivel de los precios que a la inflación
Existe una razón simple que explica por qué mucha gente sigue sintiendo que la economía está mal: el shock de remarcación.
Aunque ahora los precios suben mucho más lentamente, el costo de bienes esenciales, como alimentos y vivienda, actualmente es mucho más alto que hace apenas unos años, y cuando tienen que pagar sus facturas, muchos hogares sienten que se les va el sueldo.
De hecho, las encuestas muestran que los consumidores entienden perfectamente que la inflación está bajando. Tanto la medición de expectativas de inflación de la Universidad de Michigan como la elaborada por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York muestran que las expectativas de los consumidores sobre la inflación a futuro lentamente fueron disminuyendo.
Pero a la gente también le molesta que los precios sean más altos que antes de la pandemia, y que haya inflación, aunque no aumente tanto como antes.
“No es que la gente haya perdido contacto con la realidad”, señala Joanne Hsu, directora de encuestas de consumidores de la Universidad de Michigan, al explicar por qué en los sondeos los consumidores suelen plantear la cuestión del aumento de precios. “El nivel de precios sigue pesando mucho sobre la economía personal de la gente, y eso genera frustración.”
En el caso de muchos consumidores, sus salarios subieron incluso más rápido que los precios, pero no es así en todos los casos, y la gente tiende a ver el aumento de sueldo como algo que se ganó, mientras que los aumentos de precios son percibidos como algo que les están haciendo, tal vez incluso injustamente.
El acceso a la vivienda también está complicado
El supermercado no es el único lugar donde todo aumentó muchísimo: el costo de la vivienda también trepó mucho en los últimos años. Y para los que esperan comprar su primera casa, poder pagarla se ha vuelto mucho más difícil desde la pandemia.
En parte, eso se debe a la política monetaria de la Reserva Federal. En 2022 y 2023, los bancos centrales subieron drásticamente sus tasas de interés para restringir la demanda y controlar la inflación. Esos elevados costos del endeudamiento oficial se traducen en tasas hipotecarias más altas.
Y aunque en septiembre la Reserva Federal redujo sus tasas de interés y se espera que vuelva a hacerlo al menos una vez más en lo que queda del año, los analistas no esperan que las reduzca a los niveles mínimos de 2020 o de principios de la década de 2010.
Las razones de esa baja de tasas son positivas: implica que la economía de Estados Unidos anda bien. Por más que en las encuestas los consumidores manifiesten su malestar, también han mostrado voluntad de seguir gastando, y el crecimiento actual de Estados Unidos es mucho más fuerte que el que están experimentando países como Alemania o China. Teniendo en cuenta eso, para mantener la actividad a flote la Reserva federal tal vez no necesite fijar tasas a niveles históricamente bajos, como tuvo que hacer en otras ocasiones.
“Las tasas hipotecarias del 3% no vuelven más, y hasta un 4% es una quimera”, apunta Greg McBride, analista financiero en jefe de Bankrate. “La trayectoria de las tasas de interés hipotecarias dependerá del crecimiento económico y la inflación, pero la nueva normalidad en los próximos años serán créditos con entre un 5% y un 6% de interés.”
Ni las tasas hipotecarias ni el precio de las vivienda son parte del índice de inflación —sí el valor de los alquileres—, pero para el típico hogar norteamericano, la vivienda es el mayor gasto y su crucial vía de acceso a generar riqueza y eventualmente progresar. Por eso la vivienda es tan importante para la psiquis económica del país.
Hay una clara división polarizada
Parte de la amargura de los votantes se reduce a cuestiones simplemente partidarias.
Cuando hay un republicano en el gobierno, los republicanos tienden a ser mucho más optimistas, al igual que los demócratas cuando el presidente es uno de los suyos. Pero esa diferenciación nunca ha sido tan “el día y la noche” como es ahora.
Desde que Joe Biden ocupa la Casa Blanca, el nivel de confianza promedio de los demócratas en el índice de la Universidad de Michigan ha sido un 15% más alto que cuando Trump estaba en el cargo. La confianza de los republicanos, en cambio, sufrió un asombroso descenso del 56%.
Y la mayor parte de ese derrumbe se produjo justo después de que Trump perdiera las elecciones de 2020, aunque hubo una segunda caída más pequeña cuando la inflación empezó a repuntar.
La preferencia partidaria influye en la confianza económica, pero también a la inversa, y por eso la escasa confianza actual en la economía tiene tanta relevancia política.
El resultado económico podría definir la elección
Las encuestas sugieren que muchos norteamericanos están priorizando la economía a la hora de pensar su voto. Según la encuesta a nivel nacional realizada por The New York Times/Siena College a fines de octubre, la economía es el tema más importante para el 27% de los encuestados, encabezando la lista de preocupaciones de los norteamericanos a la hora de decidir su voto.
Otro 4% de los votantes priorizó específicamente la inflación y el costo de vida, por encima de quienes que priorizaron la política exterior, los impuestos o el cambio climático.
Ya en la recta final de la campaña, ambos candidatos están centrados en el índice de precios. La campaña de Harris subtituló su programa económico como “Plan para reducir los costos y generar una economía de oportunidades.” Y Trump viene prometiendo reducir los costos bajando el precio de la nafta a menos de dos dólares el galón. (Los expertos de la industria tienen serias dudas de que haya medidas de gobierno capaces de reducir tanto el precio del combustible.)
Los informes económicos de esta semana son el pantallazo final de los datos económicos que los votantes recibirán cuando se concurran a las urnas, y el centro de atención serán las cifras de inflación que se publicarán hoy jueves y las cifras de empleo que se conocerán mañana viernes.
En conclusión, esta elección en Estados Unidos podría estar claramente marcada por la economía, aunque será un elección compleja, ya que la inflación se enfría y el crecimiento sigue siendo sólido, pero muchos norteamericanos siguen desconfiando.
Por Jeanna Smialek
(Traducción de Jaime Arrambide)