CÓRDOBA.- Aunque le queda algo de tonada, el cordobés Ricardo Fernández Núñez ya lleva casi 30 años haciendo negocios en Ucrania. Llegó al este europeo en los ‘90 y, después, se dedicó a los vinos. Su nombre trascendió al inicio de la pandemia porque colaboró con la repatriación de argentinos que quedaron varados en Ucrania, donde su empresa tiene viñedos.
Al cumplirse un año de la invasión de Rusia a ese país, en febrero de 2023, sacaron el primer vino a la venta. “Estamos haciendo muy poco, unas 20.000 botellas anuales -cuenta a LA NACION-. Ya tenemos vendida la cosecha que recién termina. Hemos vuelto a poner al país en el mapa mundial del vino”.
“Big Wines Big Art” Cosecha 2020 Edición Limitada ganó el Oro en el concurso Mundus Vini 2023. Fueron 1.000 botellas numeradas que reproducen en su etiqueta la obra “Despertar”, del artista Ivan Marchuk, “considerado el ‘nuevo Picasso, mundialmente reconocido”, dice Fernández Núñez. Comenta que el Banco Central ucraniano usó la misma obra en una moneda. “Fue un homenaje que hicimos a la resistencia del pueblo; Marchuck nos cedió los derechos”, precisa.
Vinos de La Luz produce en Valle de Uco (Mendoza), Ribera del Duero (España), Siena (Italia) y en la zona de Odesa, en Ucrania apuesta también al sector en Ucrania. “En la Argentina somos el vino de Mirtha Legrand y Juana Viale”, dice en referencia a que acompañan las mesas de Canal 13. Además de producir, también son importadores. En Ucrania es el mismo modelo. Cada bodega del grupo tiene sus propias marcas, siempre con el concepto de “la luz”.
El primer vino ucraniano que elaboraron es un monovarietal de Odesa Black, uva autóctona de la zona de Odesa. “Representa el terroir y a eso apostamos”, añade el empresario, quien aclara que también están haciendo otras variedades.
Él mismo y unas 17 familias de los empleados del grupo dejaron Ucrania cuando empezó la guerra: “Pudieron salir con el estatus de residente, pero al poco tiempo empezaron a volver. Los que se iban eran las mujeres y los chicos, los hombres no podían. Hubo desplazados internos y unos siete millones de exiliados. El plan de (Vladimir) Putin era llegar, tomar el país y poner un gobierno adicto en pocos días. En eso fracasó y por eso empezamos a regresar”.
Fernández Núñez vive entre Ucrania y en España, un esquema que ya tenía antes de la guerra. “Siempre fuimos importadores netos en Ucrania, pero decidimos lanzar nuestro primer vino cuando se cumpliera el primer año de la invasión. Hay una connotación más, ya que antes se importaba todo, y ahora hay un resurgir de los pequeños productores que cubren en parte lo que antes venía de afuera”, precisa.
Integrante de varias cámaras y organizaciones vitivinícolas a nivel internacional, subraya entre los logros que Ucrania volvió a ser miembro pleno a la Organización Mundial del Vino; en la Universidad de Kiev pusieron en marcha una maestría en vinos y en la de Odesa, una tecnicatura en enoturismo y somelier.
“Esponsoreamos esas actividades con la convicción de que hay que educar a la gente para el momento de la paz, para cuando vuelvan todas las actividades -relata-. Atrás de las guerras siempre un plan Marshall. Los países de la Unión Europea tienen el compromiso de ayudar a reconstruir las ciudades cunado esto termine”.
Sostiene que hay varias zonas del país en las que “se sigue trabajando; cuesta mucho más porque hay cortes de luz, hay muchos generadores en las calles, hay restricciones de energía en los centros comerciales. Por la noche se escuchan los bombardeos. Convivir con la guerra es un ejercicio de supervivencia. Como observador, no como militante, estoy persuadido de los ucranianos no se van a rendir”.