La base de misiles de Plokštinė, en Lituania, pasó de ser un complejo militar secreto soviético a un museo de la Guerra Fría (foto: Wikipedia)

En las profundidades del Parque Nacional de Žemaitija, en el oeste de Lituania, una zona de idílicos lagos, humedales, pueblos antiguos y bosques a 48 kilómetros tierra adentro del mar Báltico, los operadores de misiles soviéticos aguardaban en secreto, preparados para la destrucción de Europa Occidental.

Hoy, el antiguo complejo secreto conocido como la Base de Misiles de Plokštinė es la atracción más visitada del país europeo. Solo el años pasado, más de 35.000 personas de todo el mundo exploraron este inquietante mundo subterráneo, que incluye salas secretas, pasadizos y un silo de misiles que se hunde 30 metros bajo tierra, según reseñó CNN Travel.

El Museo atrae a miles de visitantes con su historia nuclear y su inquietante mundo subterráneo (foto: Wikipedia)

Un museo bajo tierra: la nueva vida de la base de Plokštinė

Varias hileras de alambre de púas dan la bienvenida a quien llega a las instalaciones. Entonces aparecen cuatro cúpulas blancas que contrastan con el verde del bosque: los búnkeres que una vez albergaron armas de destrucción masiva. Las estructuras se yerguen como hongos parásitos que no encajan en su entorno.

El recorrido por el museo lleva a los visitantes a través de salas subterráneas, corredores y un silo de misiles. Según desacribe la cadena norteamericana, caminar por el oscuro laberinto subterráneo produce una sensación inquietante, sobre todo porque está repleto de parafernalia soviética: estatuas de Lenin y Stalin, condecoraciones militares, cerámicas y banderas con la hoz y el martillo.

El desmantelamiento de la base y la independencia de Lituania transformaron el sitio en un símbolo histórico y turístico (foto: Wikipedia)

Las atracciones más impresionantes son los restos abandonados de tecnología militar. El esqueleto de la antigua central eléctrica sería el escenario ideal para un videojuego. Hay una gigantesca sala donde se almacenaba el tanque con combustible para misiles. La pieza central es el silo. Los visitantes se sienten pequeños y mareados al borde del agujero de 30 metros que se adentra en el abismo.

De fortaleza secreta a símbolo de la Guerra Fría

Lituania —en aquel entonces parte de la República Socialista Soviética de Lituania de la URSS— era un lugar ideal para almacenar ojivas nucleares dirigidas a países de la OTAN. Enfrentándose a Escandinavia a través del mar Báltico, se convirtió en una zona altamente militarizada con bases de misiles, ciudades militares y guarniciones. Las vecinas Letonia y Estonia —también parte de la URSS— corrieron la misma suerte.

El bosque de Plokštinė, en medio de la nada, ofrecía las condiciones ideales para construir un complejo subterráneo secreto. El cercano lago Plateliai, de 7,4 kilómetros cuadrados, proporcionaba agua para los sistemas de refrigeración, la población de las aldeas circundantes era reducida y el suelo blando y arenoso era fácil de excavar.

La base de misiles de Plokštinė se completó en 1962, tras dos años de construcción, en la que participaron más de 10.000 trabajadores de toda la Unión Soviética. La base de misiles de Plokštinė fue un complejo proyecto militar, una instalación ejemplar de su tipo en la Unión Soviética. El centro de mando subterráneo tenía una red de corredores, contaba también con cuatro pozos de 30 metros que albergaban misiles tierra-tierra R-12 Dvina. Incluso contaba con una central eléctrica subterránea para generar energía en caso de emergencia.

La base permaneció en secreto hasta 1978, cuando fue descubierta por la inteligencia estadounidense tras años de vigilancia soviética (foto: Wikipedia)

El impacto en la comunidad local

Una obra de tal envergadura no pasó inadvertida para la población local. Aušra Brazdeikytė, guía del Museo de la Guerra Fría, nació en un pueblo no lejos de la base y pasó toda su vida en esa zona. “La gente no sabía qué tipo de armas se almacenaban allí, pero nosotros conocíamos este lugar”, afirmó al medio.

Los soldados se convirtieron en un elemento fijo de la vida local, y oír maquinaria pesada que transportaba equipo militar era algo habitual. “Trabajamos junto a soldados de diferentes repúblicas soviéticas en granjas colectivas, pero nunca hablamos de temas militares”, recordó Brazdeikytė a CNN Travel. Hacer las preguntas equivocadas podía tener consecuencias trágicas en la Unión Soviética.

El complejo estaba fuertemente vigilado, con una cerca eléctrica que se extendía tres kilómetros alrededor de la base. La espesura del bosque dificultaba aún más el acceso, por lo que los lugareños no intentaron acceder.

El complejo de Plokštinė fue construido en 1962 como parte de la red soviética de misiles nucleares dirigidos a Europa Occidental (foto: Wikipedia)

Descubrimiento, desmantelamiento y abandono

Todo este secretismo dio sus frutos. La inteligencia estadounidense recién descubrió la base en 1978 mediante reconocimiento satelital. Para entonces, los soviéticos ya habían desmantelado la instalación como parte de los acuerdos de desarme de cohetes entre la URSS y Estados Unidos.

Tras la declaración de independencia de Lituania de la Unión Soviética en 1990 y la posterior caída del Telón de Acero, la base quedó completamente abandonada y saqueada para obtener su metal.

El museo ofrece acceso a salas subterráneas, un silo de misiles y exposiciones sobre la propaganda y la vida militar soviética (foto: Wikipedia)

A pocos pasos de los cuatro silos se encuentra el pueblo fantasma, que nunca recibió nombre. Originalmente, albergaba a unos 300 soldados y oficiales que trabajaban en la base de misiles.

Luego del desmantelamiento de la base, algunos edificios administrativos de la ciudad se convirtieron en un campamento de verano infantil. Llamado Žuvėdra (gaviota), funcionó de 1979 a 1990. Hoy no queda mucho de la ciudad militar. La imagen más cautivadora es una serie de antiguos hangares de almacenamiento. Cubiertos de barro y hierba, parecen antiguas pirámides perdidas en el bosque.

El Parque Nacional de Žemaitija, donde se ubica la base, combina naturaleza, cultura y gastronomía lituana en un entorno único (foto: Wikipedia)

La reconversión de base militar a museo

Aunque los misiles nunca salieron de este pozo para sembrar la destrucción, ha habido víctimas a lo largo de los años. “Un soldado cayó muerto cuando se le rompió el cinturón de seguridad durante una revisión rutinaria”, relató Brazdeikytė a CNN Travel. “Otros dos soldados murieron durante un derrame de ácido nítrico al intentar reabastecer el misil”, añadió.

Gracias a la financiación de la UE, las autoridades locales pudieron crear un magnífico museo, inaugurado en 2012, que ofrece acceso público al centro de mando, la central eléctrica y un silo. La entrada a las instalaciones se realiza, como siempre, a través de un agujero en el suelo. “Por favor, límpiese los pies”, dice un cartel en ruso sobre la puerta herméticamente sellada.

Imagen de la entrada principal del museo Plokštinė (foto: Wikipedia)

El entorno: cultura, naturaleza y gastronomía

Lejos de la base, el Parque Nacional de Žemaitija es uno de los lugares más hermosos de Lituania, repleto de atracciones. Visitar el parque lleva al corazón de Samogitia, una región con una rica cultura local. Aquí conviven tradiciones paganas y cristianas; se cree que esta tierra fue la última parte de Europa en convertirse al cristianismo en el siglo XV.

La ciudad de Plateliai, a 15 minutos al norte de la base, alberga la Iglesia de los Apóstoles Pedro y Pablo, un imponente edificio de madera del siglo XVIII. Una mansión restaurada en la ciudad alberga ahora un Museo del Carnaval con distintivas máscaras de madera. El lago Plateliai en sí es un destino para los amantes de la naturaleza, con rutas de ciclismo y senderismo, lugares para acampar junto al agua y restaurantes pintorescos junto a la orilla.

Los Žemaičių blynai, o panqueques samoguinos, son los platos estrella de la gastronomía local: sustanciosos panqueques de patata con carne. El cepelinai, una bola de masa de patata rellena de requesón o carne picada, es otro plato típico lituano. Nadie se va sin probar el šaltibarščiai, una sopa fría de remolacha de color rosa.