La espera terminó. Esta noche, Dua Lipa subirá al escenario del Estadio Monumental para su esperado primer show en la Argentina de esta nueva gira, desatando la euforia de miles de fanáticos y fanáticas que cuentan las horas desde hace días.
Desde su llegada al país, la cantante británica fue marco de un verdadero fenómeno: su sola presencia transforma calles y paisajes, arrastra multitudes, reprograma trayectos. ¿Es posible pasar inadvertida si una marea de seguidores descubre cada uno de sus pasos, desde el hotel en el exclusivo barrio de Recoleta hasta los restaurantes donde degusta carne argentina y explora entornos rodeados de flores y aromas? La respuesta parece obvia.
La travesía de Dua en Buenos Aires empezó la noche del miércoles: cámaras y celulares la captaron al salir del hotel en Recoleta, donde se hospeda junto a su hermana, Rina Lipa, y su equipo de trabajo.
El recorrido continuó. El jueves, todos los ojos se posaron en Las Flores, el restaurante de moda en Palermo, famoso por ser un verdadero oasis urbano. El lugar, obra de botánicos y paisajistas, ofrece un invernadero que alberga 600 plantas nativas de cuarenta especies diferentes. Ese rincón supo resguardar, durante un rato al menos, la intimidad de Dua Lipa entre aromas originales y platos repletos de sabores únicos. ¿Quién imaginaría que una de las voces del pop mundial compartiría mesa con porteños anónimos bajo la sombra de tal paraíso?

El día comenzó como cualquier otro para el equipo del restaurante. A las 10, las reservas se repasaban desde el sistema digital que centraliza las mesas. Pero aquella mañana, un nombre llamó la atención: “Olivia Moss”, acompañado de una simple anotación: mesa especial. El encargado de organizar la sala tuvo un presentimiento. “¿Quién será Olivia Moss?”, se preguntó mirando perfiles en Instagram. Descubrió numerosas fotos junto a la cantante. Su intuición le gritaba. Guardó cautela y fue en busca de Lúa, la encargada del salón: “Mirá, hay una reserva a nombre de Olivia. No sabemos si viene ella o si puede ser que venga Dua Lipa… pero por las dudas preparemos la mejor mesa”. Nadie más debía saberlo, solo una mesa rodeada por arbustos altos, nativos, que aseguran privacidad en el jardín del restaurante.
A las 11:30, llegó un hombre robusto, “típico de seguridad en las películas”. Vestía traje y hablaba español con soltura. Revisó la mesa, pidió una para el equipo de seguridad cerca de la de Olivia Moss. “¿Quién vendrá realmente?”, pensaron todos, aún atrapados en el secreto. El hombre pidió el teléfono de la encargada y se marchó. La reserva esperada era a las 14. Poco antes del horario, volvió y se sentó con otro de seguridad en la mesa elegida.
A las puertas de Las Flores, poco antes de las 14, un auto negro se detuvo. Bajaron dos mujeres: la madre y la hermana de Dua Lipa. Amabilidad, sonrisas discretas, mientras observaban el entorno. Diez minutos después, otro auto se aproximó: de él bajaron Dua Lipa y su padre. No llevaban seguridad pegada, solo la mirada atenta de los custodios que ocupaban ya sus puestos. El elegante salón estaba casi lleno; ningún pedido de exclusividad. “Se nota que prefiere compartir el espacio con otros clientes, no busca esa distancia inalcanzable de las estrellas”, deslizó un miembro del staff. El asombro recorrió las mesas, pero la consigna era clara: dejarla comer tranquila.

La camarera destinada a la mesa los atendió en inglés. Pero Dua sorprendió pidiendo hablar en español: “Estoy practicando”, explicó con su acento argentino, usando expresiones locales. Ordenó las entradas personalmente: los emblemáticos espárragos de la casa con arvejas, las albóndigas de osobuco y pan sin gluten recién horneado, junto con manteca. Tanto le gustó el pan que pidió otra porción de inmediato. También eligieron el plato especial de alcauciles de estación y limonada, que repitió dos veces. Todo, bajo el sutil control de los agentes y la atenta mirada de clientes impactados.
Para los principales, su padre eligió milanesas, su madre croquetas de osobuco y jamón serrano. La cantante y su hermana probaron la pesca del día a la parrilla con salsa de palta, un clásico recién incorporado. Como cortesía, el chef envió papas fritas dobles, devoradas y nuevamente pedidas por la mesa. “No tomaron alcohol en ningún momento, solo agua y limonada”, detallaron con precisión.
La calma mantuvo el ambiente hasta que, tras el almuerzo, la cantante pidió a la encargada una recomendación de librerías. “El Ateneo, en avenida Santa Fe, es un lugar muy especial”, fue la sugerencia, un lugar que la artista ya recorrió en su visita anterior. En ese instante, Dua se acercó a seguridad y una chica le pidió lo inevitable: una foto. La artista accedió con una sonrisa. Pero lo que nadie imaginó sucedió en minutos: “Por favor, no publiques la foto hasta que se vaya”, pidió amablemente un camarero a la admiradora. Aun así, la imagen apareció en redes al poco tiempo, viralizándose de inmediato.

En cuestión de minutos, cerca de cien fans coparon la puerta de Las Flores. El restaurante, ya con pocas mesas libres, se convirtió en epicentro de pedidos de reservas y filas de impacientes. Afuera, gritos y gente con ramos de flores o regalos: “Nunca vimos algo así”, revelaron desde el local, acostumbrados a celebridades pero nunca a semejante conmoción.
Mientras tanto, adentro, unas ochenta personas compartían el momento sin estridencias. Al notar el revuelo fuera, la ansiedad creció dentro del restaurante. Pese a ello, Dua Lipa permaneció serena, pidió pastelería de postre, café, y su hermana regaló una frase: “No puedo creer que esto sea sin gluten”, sobre el hojaldre que degustaron. La elección cuidadosa de platos quizá respondía a ese interés en productos sin gluten. Incluso pidieron una porción extra para llevar.
Al acabar, pagó el padre con tarjeta, dejando una generosa propina. Nadie del staff pidió fotos, pero cuando los clientes de las otras mesas se animaron, ella se tomó al menos cinco fotografías con distintos grupos, siempre amable y sonriendo. La salida fue coordinada: los autos aguardaban, el personal de seguridad aseguraba la ruta. Afuera, la multitud era un espectáculo en sí misma.

Lejos de la distancia, la artista organizó las fotos con sus fans: permaneció unos cinco a diez minutos posando para grupos grandes. Luego, agradecida, saludó a Lúa y al equipo, envió felicitaciones al chef: “Comí muy bien”, transmitió. Se subió tranquila al auto y se perdió entre vítores y flashes.
“Hemos tenido muchos famosos en Las Flores”, cuentan desde el restaurante. Actrices como Úrsula Corberó en momentos en que estallaba La casa de Papel, visitas de Lily Collins en tiempos de Emily in Paris, pasaron por el local, pero sin tanto revuelo: “Lo de Dua Lipa fue algo fuera de serie. La rapidez con la que se viralizó, la cantidad de gente, cómo los fans están atentos como en una búsqueda del tesoro para ser los primeros en tener una foto o un video. Nunca lo vimos así. Nunca hubo tanta repercusión por un cliente en Las Flores”.
Es que el fenómeno de la artista con la Argentina va más allá de la música y las estadísticas. Una relación especial empezó a forjarse en 2017, cuando llegó como telonera de Coldplay al Estadio Único de La Plata. Aquella noche anticipó lo que vendría: un furor tal que el eco del público la condujo, pronto, a su primer show propio en el Teatro Vorterix. Pero el salto definitivo ocurrió en 2022, bajo las luces del Campo Argentino de Polo y con dos funciones agotadas en tiempo récord.
Apenas tres años después de ese arrollador debut, escogió, otra vez, a la Argentina como una de las etapas clave de su gira Radical Optimism Tour. En pleno auge internacional, con éxitos que escalan listas en todo el mundo y una comunidad de fans locales que crece a ritmo vertiginoso, la artista se prepara para encender el Monumental con dos conciertos —viernes y sábado— que prometen hacer historia.
Para sus fans, Dua Lipa ya no es solo la reina de los rankings. Es la artista que supo conquistar no solo los charts, sino el afecto —palpable e incontenible— de todo un país.