Dos adolescentes murieron en el sector de Flor de Bastión, al noroeste de Guayaquil, luego de ser alcanzados por balas perdidas durante un ataque armado. Las víctimas, ambos de 13 años, fueron identificadas como Mikel Mesías Gutiérrez y Dylan Saa Valencia. Los adolescentes eran vecinos, compañeros de estudios y compartían sueños propios de su edad, hasta que la violencia armada interrumpió abruptamente sus vidas.
Según informó el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH), el ataque ocurrió alrededor de las 16:40 en el bloque 6 de Flor de Bastión, el sábado 28 de junio de 2025, mientras Mikel jugaba vóley cerca de una cancha del barrio y Dylan realizaba compras en una tienda cercana. En ese momento, hombres armados que se movilizaban en una camioneta dispararon indiscriminadamente, alcanzando a ambos en la cabeza. Dylan murió en el acto, mientras que Mikel fue trasladado de urgencia al Hospital Teodoro Maldonado Carbo, donde falleció horas más tarde.
Las muertes de estos dos menores han provocado una profunda consternación en sus comunidades y organizaciones sociales, que denuncian un ambiente de violencia descontrolada en barrios marginados de Guayaquil. Mikel era conocido por su participación activa en la Batucada Popular, un colectivo juvenil que promueve la paz a través de la música y el liderazgo social en sectores empobrecidos. Soñaba con convertirse en profesor de música y liderar procesos de cambio desde el arte.
La Batucada Popular emitió un comunicado en el que lamentó la pérdida de uno de sus integrantes más entusiastas y comprometidos, y denunció que las balas que acabaron con su vida no solo fueron disparadas por bandas criminales, sino que son también “producto de una política estatal que ha elegido reprimir y militarizar antes que invertir en vida, arte, salud y educación”. La organización subrayó que la muerte de Mikel evidencia el abandono sistemático de las infancias empobrecidas y racializadas.
Xavier Moreira, líder del colectivo, recordó a Mikel como un joven extrovertido, lleno de sueños, sin señales de violencia, que participaba en talleres de liderazgo impulsados por entidades nacionales e internacionales, de acuerdo a lo publicado por Primicias. Según Moreira, el adolescente se había unido a la batucada hace más de un año y medio, con un compromiso claro por luchar contra la violencia y fomentar la paz mediante expresiones artísticas. “Era un joven activista de derechos humanos”, enfatizó.
La Batucada Popular tiene presencia en seis barrios de alta vulnerabilidad en Guayaquil y ha sido reconocida por organismos internacionales como la ONU por su labor en prevención del crimen organizado. En el último año, recibió apoyo con instrumentos musicales y equipos de comunicación para fortalecer su trabajo comunitario.
Flor de Bastión, donde ocurrió el ataque, es parte del distrito Nueva Prosperina, considerado uno de los más violentos del país. En lo que va del año, ese distrito ha registrado más de 300 homicidios. La presencia de bandas armadas, enfrentamientos y ejecuciones extrajudiciales son una constante, mientras las políticas públicas siguen enfocadas en el control represivo, sin abordar de fondo las causas estructurales de la violencia.
El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos expresó que los asesinatos de Mikel y Dylan son consecuencia de la expansión de la criminalidad y del fracaso de las autoridades en garantizar la seguridad de los ciudadanos más jóvenes. Desde distintos sectores se ha pedido al Gobierno Nacional una respuesta que no se limite al despliegue militar, sino que contemple inversión en políticas sociales para las zonas más olvidadas de la ciudad.
En redes sociales, la muerte de Mikel provocó múltiples reacciones. El defensor de derechos humanos Fernando Bastias Robayo calificó el hecho como una tragedia que desnuda la desprotección estatal. “Decidió unirse a una agrupación juvenil para construir espacios alternativos. Aportó más en la lucha contra la violencia que nuestros gobernantes”, escribió. Al mismo tiempo, lamentó que mientras altos funcionarios del Estado “juegan a la pistola entre ellos, nuestros jóvenes siguen desprotegidos”.
El dolor de una comunidad que pierde a sus niños en manos de la violencia se suma al llamado urgente de líderes sociales para que se reformule la estrategia de seguridad, con énfasis en la prevención y en garantizar una vida digna para las nuevas generaciones.